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sexta-feira, 24 de maio de 2013

La filosofía de Francisco


Cuáles son las ideas, la música y la literatura que nutren el pensamiento del Papa
Por José María Poirier Lalanne | Para LA NACION

Cuando fue anunciado un nuevo papa y Jorge Mario Bergoglio se asomó al balcón de la Plaza San Pedro para saludar como obispo de Roma, su figura trajo a mi memoria el título de una excelente novela policial del inglés Michael Burt, leída en mi adolescencia y publicada en los años sesenta por la colección El Séptimo Círculo, que dirigían Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares: El caso del jesuita risueño . Rara vez había visto sonreír a nuestro adusto pastor y ahora s e presentaba ante el mundo como un papa sonriente ; y esa imagen, como sucede a menudo con las primeras impresiones, es hoy icónica para millones de personas. Aquel libro tenía un epígrafe inicial tomado del Oficio de Completas, la oración al final del día: " ...Ut pro tua clementia/ sis praesul et custodia ". Es una súplica al Creador, "antes de que la luz llegue a su término", para que nos cuide con su clemencia. La oración, además, pide que "aleje de nosotros los fantasmas nocturnos y el engaño de los sueños". Esa belleza de la liturgia bien podrían compartirla el poeta Francisco Luis Bernárdez, traductor de Himnos del breviario romano , y el sacerdote Bergoglio, que reza y medita todas las noches y las mañanas al alba.

Pero ¿ qué doctrina filosófica o escuela literaria hay detrás de este hombre que abraza a niños y enfermos con conmovedor cariño? ¿Qué piensa o desde dónde piensa y siente Bergoglio, tan querido por algunos jesuitas y por otros tan criticado? Hay un viejo y malicioso dicho eclesiástico que afirma que ni Dios Padre sabe lo que piensan los jesuitas. Suena exagerado, pero por algo lo acuñó la ironía popular. En efecto, no es fácil desentrañar las fuentes del pensamiento de Francisco. Por lo pronto, en cuanto Sumo Pontífice, eligió un nombre tan osadamente emblemático que parecería implicar una tarea titánica. Sin embargo, con extrema naturalidad, como el Poverello de Asís, Bergoglio va al encuentro de los pobres y enfermos con ternura y vive como un verdadero asceta. Curiosamente, el santo que ilumina su nuevo nombre fue además el primer poeta en lengua italiana, quien elevó con extrema dulzura el "Cántico de las criaturas": "Altísimo y omnipotente buen Señor,/ tuyas son las alabanzas,/ la gloria y el honor y toda bendición./ A ti solo, Altísimo, te convienen/ y ningún hombre es digno de nombrarte./ Alabado seas, mi Señor,/ en todas tus criaturas,/ especialmente en el Señor hermano sol,/ por quien nos das el día y nos iluminas".

La sonrisa de Bergoglio como Sumo Pontífice es ya una imagen emblemática. Foto: Reuters / Tony Gentile
Pocos escritores intuyeron la grandeza del santo de Asís como G. K. Chesterton, autor de una pequeña y encantadora biografía de san Francisco. Este ensayista y narrador era leído y citado por los católicos argentinos de la generación de Bergoglio. Escribió Borges con inocultable admiración: "La obra de Chesterton es vastísima y no encierra una sola página que no ofrezca una felicidad".

La consideración de estos nombres que han surgido al contemplar la imagen del nuevo obispo de Roma hace que emerja la pregunta por su calidad de intelectual. ¿En qué sentido él lo es? Avancemos poco a poco, se trata de alguien sui generis : de su sólida formación jesuita no caben dudas, como tampoco del amplio espectro de sus conocimientos, que van desde las ciencias hasta la literatura clásica, de la teología a la psicología, de la política a la música. Quizá sería un error ubicarlo en la modalidad funcional del intelectual (palabra esta de la que acaso se ha abusado tanto en nuestro país), en el sentido que se le puede adjudicar al rol, tal como podría ser un académico en artes o en ciencias. En Bergoglio se advierte más bien a alguien que ha puesto su calidad de intelectual a la par de otras cualidades muy diversas: espiritual, pastoral, social, política. Reúne todo esto en una personalidad rica y compleja, que le permite meditar y actuar, escuchar y guiar, orar y escribir, pensar y resolver. Algo hace que todo esto se vea en cada una de las actitudes. Hay cierto substrato sapiencial.

PORTEÑO DE PURA CEPA

Así lo define Mariano de Vedia en su reciente biografía Francisco, el papa del pueblo . Y, al mismo tiempo, advierte una dificultad: si hoy el intelectual se comunica a través de los medios para llegar a vastos sectores sociales, Bergoglio nos plantea un inconveniente, porque "el obispo jesuita rehuyó desde el comienzo el protagonismo mediático y mostró que es enemigo de la notoriedad pública". Por eso, en parte, la sorpresa de los argentinos y de los mismos habitantes de la ciudad de Buenos Aires cuando fue nombrado papa: lo conocíamos y no lo conocíamos, sabíamos de su constante caminar las calles de la ciudad y de su amor preferencial por los que sufren, pero no podíamos imaginar los extremos a los que llegaba su entrega.

Es un porteño del tradicional barrio de Flores, el de Baldomero Fernández Moreno, autor del inolvidable soneto "Setenta balcones y ninguna flor", médico que a su profesión prefirió el caminar nocturno, la poesía y la enseñanza de la literatura, un artista con vocación universal y hondamente nacional. También Bergoglio enseñó literatura en su juventud. Fue en el colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, donde sus ex alumnos recuerdan aún las clases, la visita de Jorge Luis Borges (que luego escribiría un singular prólogo para la publicación de los cuentos de los muchachos del colegio que el mismo Bergoglio hizo publicar), y las charlas de María Esther Vázquez y María Esther de Miguel, invitadas por el jesuita.

Otro dato de su identidad ciudadana: su amor por el tango. Curiosamente, la "filosofía" de Discépolo y los dichos populares parecen convivir en Bergoglio con los grandes maestros escolásticos y los filósofos europeos contemporáneos. No hay en él una exaltación impropia de lo argentino o de lo porteño en particular, sino en todo caso un descubrimiento de ciertos elementos universales presentes en las expresiones más comunes de la gente y del acervo de la calle. "Nos acostumbramos a la tracción a sangre de los chicos y las mujeres en las noches del centro, cargando lo que otros tiran", dijo, en plena crisis de 2001. Y el mismo estilo filoso utiliza para advertir que la política debe ser servicio y que la Iglesia debe ser pobre y no autorreferencial.

EL TRASFONDO FILOSÓFICO


TOMÁS DE AQUINO. Bergoglio recibió una enseñanza filosófica de marcado espíritu escolástico.
Bergoglio recibió, como todos los jesuitas de su generación, una esmerada formación clásica en Letras y un marcado espíritu escolástico desde lo filosófico. Pero, claro, eran tiempos en que ya muchos se abrían a los pensadores contemporáneos; de manera que Tomás de Aquino convivía con los existencialistas franceses como Gabriel Marcel o con los teólogos como Romano Guardini y los místicos como Teilhard de Chardin, otro jesuita genial.

"Tiene una formación firme en cultura clásica -dice el padre Ignacio Pérez del Viso- y siempre fue un gran lector; todo lo humanístico lo atrae." Conoció profesores que marcaron huella en el pensamiento, como Ismael Quiles, admirador del Oriente y atento lector de Karl Jaspers, Maurice Blondel y Martin Heidegger; y el filósofo y maestro espiritual Miguel Ángel Fiorito. Pérez del Viso también recuerda que los artículos que Bergoglio publicaba "siempre tenían una originalidad, jamás se trataba de meros resúmenes"; y agrega que el nuevo papa "estuvo en todo momento en condiciones de entender los problemas complejos de las diferentes disciplinas que le interesaban aunque no se haya dedicado a la investigación en esos campos".

Por otro lado, muchos coinciden en señalar que se destaca como hombre de sentido práctico, de gran intuición política, capaz de marcar objetivos y alcanzarlos, y abierto a la complejidad de los problemas desde una perspectiva pastoral. "Tengo la impresión -confiesa Bruno Forte, el conocido teólogo italiano y obispo de Chieti-Vasto- de que el bagaje filosófico de Francisco es de un ?tomismo existencial', es decir, de un fuerte realismo con acentuada atención por la persona en su vivencia concreta." El rabino Abraham Skorka, coautor con Bergoglio del libro Sobre el Cielo y la Tierra , recuerda que el actual papa "posee la virtud de decir cosas profundas en pocas y sencillas frases". Y es ésta una clave importante para indagar en la intelectualidad de Bergoglio y en su manera de comunicar. "No lo puedo definir a través de una única escuela filosófica determinada -aclara Skorka-. Lo veo, sin embargo, en algunas de sus actitudes, muy cercano a los existencialistas religiosos: Søren Kierkegaard, Martin Buber, Karl Barth."

UN PENSAMIENTO EN CLAVE LITERARIA


JORGE LUIS BORGES. Visitó las clases de literatura que Bergoglio daba en el colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe.
Señala Ignacio Navarro -autor del ensayo ficcional Últimas inquisiciones , donde imagina una honda relación entre el escritor argentino Jorge Luis Borges y el teólogo suizo Hans Urs von Balthasar- que "Bergoglio es universal en su calidad de porteño, desde donde incluso lee el Martín Fierro con cierto sabor urbano"; y agrega que "así como Francisco puede citar en latín a Virgilio, en italiano a Dante o en griego a Sófocles, también conoce las mejores traducciones de Dostoievski y se detiene con particular empatía en los versos de Borges o en el poema de José Hernández". Uno puede preguntarse por qué. Ciertamente, como bien señala Eugenio Guasta, supo encontrar en la emblemática obra gauchesca lo más hondo del corazón argentino y una lectura profunda desde la sencillez popular.

Que hay una lectura filosófica desde cierto enfoque artístico-literario también lo señala Bruno Forte: "Sé que de la literatura italiana ama a Dante y a Manzoni. A Hölderlin, en la cultura alemana. El Quijote , Borges y Martín Fierro, en los ámbitos español y argentino".

En efecto, Navarro recuerda haberlo oído recitar de memoria y con emoción aquellos versos de Borges que llevan por título "Everness": "Sólo una cosa no hay. Es el olvido./ Dios, que salva el metal, salva la escoria/ y cifra en Su profética memoria/ las lunas que serán y las que han sido.// Ya todo está. Los miles de reflejos/ que entre los dos crepúsculos del día/ tu rostro fue dejando en los espejos/ y los que irá dejando todavía.// Y todo es una parte del diverso/ cristal de esa memoria, el universo;/ no tiene fin sus arduos corredores// y las puertas se cierran a tu paso;/ sólo del otro lado del ocaso/ verás los Arquetipos y Esplendores".


LEOPOLDO MARECHAL. El autor de Adán Buenosayres también se cuenta entre sus favoritos. Foto: Archivo
En la ya citada biografía sobre Bergoglio de Mariano de Vedia se señalan también otras lecturas: Fiódor Dostoievski, Carlo M. Martini, Alessandro Manzoni, Leon Bloy, François- Xavier van Thuan (a propósito del conmovedor testimonio de ese obispo vietnamita que conoció largos años de cárcel) y Leopoldo Marechal. Aunque sospecho que el Marechal que más le interesó a Bergoglio no fue el de Megafón o la guerra , como quieren algunos, sino el de Adán Buenosayres , y más precisamente, el "Cuaderno de tapas azules".

Desde otra óptica, pero de alguna manera convergente, Fernando Ortega, decano de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina y estudioso de la obra de Mozart, observa que Bergoglio "es muy conocedor y amante de Beethoven, Wagner y Richard Strauss? en versiones históricas, como la de Wilhelm Furtwängler".

En algo Bergoglio es experto: el conocimiento de la gente y la capacidad de dar algún consejo en frases sencillas y contundentes. Su amor por las "fronteras existenciales", a las que siempre invita a ir ("porque la Iglesia no puede esperar que la gente venga a ella sino que debe ir a donde está la gente", repetía), guarda relación con la literatura popular y con el lenguaje gestual, tan universal. En efecto, escribe Antonio Spadaro, crítico literario y director de la legendaria revista jesuita La Civiltà Cattolica :

FIÓDOR DOSTOIEVSKI. El escritor ruso está entre sus lecturas literarias preferidas, junto a Leon Bloy, entre otros.
Los primeros días del papa Francisco han impactado a los fieles tocando las fibras de la sensibilidad. Sus gestos, marcados por la cercanía y simplicidad, han tenido una potencia simbólica muy fuerte y parecen responder a exigencias muy requeridas por la gente y la sociedad civil. No es casualidad que en los diarios hayamos leído comentarios sobre la situación política y social de Italia, pero también sobre la situación de crisis general que está viviendo Occidente. Este papa venido del finibusterre, del "fin del mundo", ha movido energías adormecidas, esperanzas que parecían desilusionadas, fuerzas del imaginario de un mundo nuevo, mejor.

EL ESPÍRITU DE IGNACIO DE LOYOLA


IGNACIO DE LOYOLA. Sus Ejercicios espirituales fueron fundamentales en la formación del Papa.
"Su credo, a mi entender -explica el rabino Skorka-, es el que se halla en los Evangelios: la figura de Jesús y su accionar, su humildad, su cercanía a los pobres y a los marginados; eso es lo que inspira sus actos y la esencia profunda de sus palabras y acciones. Por ello pudimos mantener un diálogo con tantas coincidencias. Jesús, especialmente en los evangelistas sinópticos, se encuentra enraizado en la tradición de los Profetas de Israel y la normatividad de la Torah. Es la obra de Pablo la que permite la expansión del cristianismo y amplía su divergencia con el judaísmo rabínico. Si bien Bergoglio tiene por guía última y decisoria de muchos de sus actos políticos y teológicos a los Evangelios, es, por otra parte, conservador de las tradiciones eclesiales. Y a la vez, revolucionario en su postura con respecto al diálogo interreligioso y muy especialmente con sus hermanos mayores, los judíos. Nos siente profundamente como la raíz de su credo. De los grandes maestros de la Iglesia, entiendo que tiene a Francisco de Asís como paradigma de su accionar. No sólo en el compromiso con los necesitados sino también en el ámbito espiritual, místico. De Ignacio de Loyola, veo el apego al estudio, el análisis crítico y la lealtad, pero ya no al papa o al papado, ni siquiera a la Iglesia como mera institución, sino al Pueblo de Dios."


Bergoglio fue criticado por algunos por presentar de una manera muy personal el legado de Ignacio y no faltaron quienes lo acusaron de tergiversarlo. Ignacio Pérez del Viso, especialista en historia de la Iglesia, concluye: "Todo jesuita hace su san Ignacio? hubo algunas biografías más canónicas que otras según los tiempos, algunas más apologéticas; la autobiografía de Loyola recién se divulgó a finales del siglo XIX y ciertamente fue censurada". Por su parte, Bruno Forte agrega: "Se advierte la actitud ignaciana en el fuerte sentido del primado de Dios y de la oración, en el vivir constantemente en la presencia del Señor y en el referirle todo a Él. Además, es ignaciana la atención puesta en el discernimiento y en la escucha, así como en la firmeza para llevar adelante las decisiones. Más que hablar de reformas, el papa Francisco escucha, evalúa frente a Dios y actúa".

De más está repetir que Jorge Bergoglio está marcado por Ignacio de Loyola y sus Ejercicios espirituales que, como afirma el historiador francés Michel Lemonnier, citando a Francisco de Sales, "produjeron más santos que el número de palabras en ellos contenidas".

También con respecto a la espiritualidad ignaciana, Víctor Manuel Fernández, rector de la UCA y recientemente nombrado arzobispo por el Papa, sostiene que la formación específica de su orden lo ha signado a fondo: "Lo ignaciano no marcó sólo su espiritualidad personal, sino que lo orienta también a la hora de tomar decisiones o de aconsejar a otros. Una de las cosas que los sacerdotes de Buenos Aires valoraban de su arzobispo eran sus consejos ofrecidos en pocas palabras; cuando lo consultaban por problemas personales o pastorales, era una verdadera luz que les permitía resolver intrincadas situaciones".

En el mismo sentido, el jesuita chileno Antonio Delfau, director de la revista Mensaje , observa la espiritualidad ignaciana de Bergoglio "en el amar a Dios en todas las cosas y a todas en Él; también hay cierta secularización: rompe protocolos, besa, abraza, habla con pocas citas, siente amor por ir a las fronteras? todo muy ignaciano, en la pobreza y sencillez". Y la teóloga brasileña Maria Clara Bingemer sintetiza el espíritu que alienta a Bergoglio: "Moviliza los afectos y la voluntad en la dirección del querer de Dios, que enseña a tomar decisiones en plena libertad sin la influencia de afecciones desordenadas. Entiende que el espíritu debe ejercitarse como el cuerpo a fin de encontrar agilidad y flexibilidad para responder a las invitaciones divinas, apelando a la libertad para que ésta se mueva en dirección de un mayor servicio y alabanza a Dios".

EL VALOR DE LA POLÍTICA

Cuando hasta hubo carteles que empapelaron el centro de Buenos Aires festejando desde ciertas agrupaciones gremiales que había llegado al Vaticano "un papa argentino y peronista", no pocos se preguntaron dónde se ubicaba Bergoglio en el campo político. Antes que nada conviene recordar la particular atención que siempre le prestó a la política. Escribe en Sobre el Cielo y la Tierra :

Todos somos animales políticos, en el sentido mayúsculo de la palabra política. Todos estamos llamados a una acción política de construcción en nuestro pueblo. La predicación de los valores humanos, religiosos, tiene una connotación política. Nos guste o no, la tiene.

Pérez del Viso afirma que el actual papa mostró simpatías peronistas cuando no pocos en la Iglesia optaban por Perón, en sus diferentes versiones. Mientras que Víctor Fernández señala: "Si bien muchos lo identifican como peronista, jamás escuché que él se definiera como tal. Es verdad que algunas de sus convicciones profundas tienen una especial resonancia del discurso peronista: el pueblo más que los individuos, los pobres como interlocutores con una cultura propia, la importancia de una identidad nacional? Pero éstas son cuestiones sobre las que Bergoglio ha reflexionado acudiendo también a autores que no pertenecen al mundo peronista, o que son incluso anteriores al peronismo".

Por su parte, Gustavo Irrazábal, abogado y doctor en Teología, agrega: "El pensamiento de Bergoglio coincide con el de Lucio Gera, no el Gera de principios de los años 70, sino el de Puebla, en 1979. La idea fundamental era que el pueblo, más que los individuos, sería el verdadero sujeto de la historia y, por lo tanto, de la liberación integral. Era el pueblo de la nación, como encarnación particular del Pueblo de Dios". Con el documento de la Conferencia episcopal argentina Iglesia y comunidad nacional (1981), se agregó el discurso republicano-democrático, en lo que se ve, a veces, un progreso, y otras, una oscilación.

Como en casi todos los demás aspectos, en lo político Bergoglio no es clasificable de modo fácil. Sobre todo si uno cae en la cuenta de dónde está hoy y se pregunta si no será acaso uno de los pocos estadistas que la Argentina ha producido en las últimas décadas.

INSPIRADO POR SAN AGUSTÍN


"Oh, belleza siempre antigua y siempre nueva." Así se refería Agustín de Hipona al Señor, y se arrepentía de haberlo amado tarde. Refiriéndose a ese extraordinario escritor y padre de la Iglesia, Bergoglio escribía:

Hay una frase de san Agustín ("Señor, nos creaste para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti") donde lo más importante es la palabra inquieto. Cuando uno quiere ser sensato, sincero con lo que siente, manifiesta una inquietud profunda hacia lo trascendente, hacia un encuentro con Dios. Pero mientras vivimos el encuentro, se inicia otra búsqueda y así sucesivamente, cada vez con mayor profundidad. Esa inquietud nos gusta describirla como el hálito de Dios que llevamos dentro, la marca que dejó en nosotros. Muchas veces, incluso, aparece en personas que no han oído hablar de Dios o que tuvieron en sus vidas posiciones antirreligiosas o inmanentes y, de golpe, se encuentran con algo que los trascendió. Mientras esa inquietud exista, existirá la religión, habrá formas de religarse a Dios.


ROMANO GUARDINI. La lectura del teólogo alemán influyó en su estilo de argumentación.
Como lector de Romano Guardini, también Bergoglio prefiere no citar a muchos autores y concentrarse en las ideas. A lo sumo, lo hace de modo general: en la línea de los clásicos griegos, en el sentido de los profetas menores, como en el romanticismo alemán, a la manera de los salmos de realeza... Su lugar evangélico más prístino siempre han sido los pobres y los sufrientes porque insiste en que hay que estar en las fronteras. El consejo de redacción de la revista Criterio recuerda y da testimonio de que el cardenal Bergoglio sugirió estar en las fronteras de la cultura, es decir, en diálogo con los que están aparentemente fuera de la Iglesia, o en su periferia. Por otra parte, siempre demostró un marcado apoyo para que los cristianos que saben pensar descubran las huellas de Cristo donde aparentemente no está.

Francisco, en su talante tan diferente del de Benedicto XVI, ama sin embargo con igual intensidad la forma sapiencial que todavía puede resguardar la Iglesia, tanto en figuras académicas como populares. Quizá por eso los dos son tan amigos; los une la Palabra de Dios, la que en último término da forma a todas las figuras.

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