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domingo, 16 de junho de 2013

Hernán Ulm:


“Hay acto político cuando uno es arrancado de la indiferencia”
00:57 Por María de los Angeles Rojas

MARIA DE LOS A. ROJAS - El Tribuno - Salta - Argentina

“Pensar es una actividad riesgosa, políticamente arriesgada, porque se piensa contra nuestro propio presente”.

Hernán Ulm es profesor y licenciado en Filosofía, y magíster en Filosofía Contemporánea con orientación en Etica por la UNSa. Actualmente está haciendo su tesis de doctorado en Literatura en la Universidad Fluminense (Río de Janeiro). Además, es docente de las cátedras Estética e Historia del Arte en la UNSa.
Lo obsesionan las imágenes. La manera en que las imágenes confeccionan una forma de ver y entender el mundo. Desde cualquiera de sus roles piensa de manera intempestiva su presente, con franqueza, como cuando dice: “El periodismo no produce pensamiento”. Dice que cuando enseña piensa con otros y que por ello concibe el pensamiento como un acontecer colectivo. Otro aliciente para él es el arte, pero el arte que no puede dejarnos indiferentes.
¿Cuál es el punto de contacto entre estética y política?
El punto de contacto es que la estética es una forma de abrir el horizonte perceptivo del mundo. Antes que hacer una teoría de la belleza, o de ser un problema relativo al arte, la estética es, primero, el problema de la percepción. Entonces, el modo de percibir el mundo no es un problema de gusto, de cualidad de lo sensible, sino más bien de cómo hacer visible una comunidad en el interior de la cual estamos todos viviendo. Y en ese sentido lo estético y lo político se encuentran juntos.
El problema de la percepción del mundo exige un pensamiento arduo, un ejercicio en el que no estamos todos interesados...
Y no es algo que se haga de un día para otro, ni que se haga cotidianamente, y siempre supone un riesgo. Pensar es una actividad riesgosa, políticamente arriesgada, en la medida en que se piensa contra nuestro propio presente, decía Deleuze. En ese sentido, me parece que si hay o no interés en pensar en estas cosas, en realidad lo que revela es el tipo de comunidad en que estamos viviendo.
¿Cuál es el enemigo del pensamiento?
Creo que es el sentido común. El sentido común es el lugar confortable en el que todos nos sentimos en nuestra propia casa y es lo que nos da seguridad, nos da certezas. Es enemigo del pensamiento en la medida que nos hace repetir lo que ya sabemos. Es muy fácil no correr ningún riesgo, vivir en las certezas, tener algunas evidencias y que las discusiones estén contenidas por una especie de red, en la cual estamos más o menos de acuerdo. En verdad, entonces no hay una discusión, una apuesta por cambiar las cosas, sino que, por el contrario, la discusión tiende a mantener el estado de cosas. Hay una falsa discusión de lo político.
Pero la democracia es un ámbito propicio para discusiones...
La democracia siempre fue un modo de gobierno cuya representación no da cuenta de aquello de lo que se supone representa.
¿Por qué las imágenes son políticamente importantes?
El nexo es ese modo cotidiano en que a través de las imágenes se forma el pensamiento. Las imágenes conforman nuestro horizonte de visibilidad, forman nuestra percepción y nuestro pensamiento. Este es un proceso que se inicia en el siglo XIX; la idea de que las imágenes capturan lo real o reproducen mejor lo real no es nueva, y a mí lo que me interesa es estudiar ese proceso a través del cual las imágenes han ido capturando lo real, nuestro pensamiento, y ver qué herramientas teóricas podemos construir para pensar con las imágenes y contra las imágenes, a partir de las imágenes. Porque tampoco se trata de pensar en contra de las imágenes: volver a una cultura sin imágenes sería ridículo.
Un momento insoslayable para pensar la relación entre estética y política es el nazismo...
Sí, claro... ahí tendrías un momento en el que las imágenes se hicieron evidente e inmediatamente políticas. La famosísima puesta en escena de las olimpíadas de 1936, por ejemplo, en las que se presentó al mundo el régimen nazi, a través de imágenes. Porque, por ejemplo, en (Helene Bertha Amalie “Leni”) Riefenstahl, la directora que hizo el montaje de las olimpíadas, ahí está el cine constituido como herramienta de propaganda y publicidad política, no solo por las imágenes en cuanto tales sino por el modo de montarlas, por el modo de hacer los encuadres, el modo de iluminar la escena. La idea de producir una imagen que no existía en lo real y que esa producción de imagen es lo que conforma en nosotros una sensibilidad. Eso es lo que hay que estudiar. Cuando tirás una foto en el diario no estás solamente reproduciendo un hecho, sino que estás produciendo un hecho.
El problema es que esas imágenes se nos vuelven verdaderas...
Toda imagen tiene un punto ciego. Siempre hay algo que la imagen no quiere mostrar y que, más allá del contenido manifiesto de una imagen, es lo que nos resulta interesante pensar. ¿Qué cosa pasa como invisible a través de una imagen? ¿Qué cosa no se deja ver en una imagen? Y eso que no se deja ver es el ojo que produjo la imagen. Entonces tenemos que tratar de extraer de la imagen ese ojo invisible. En la imagen siempre hay un plus, un resto, un exceso más allá del contenido manifiesto.
Pensar la imagen como autorreferencial...
Sí. Lo que ha pasado es que las imágenes han anulado el mundo, entonces la imagen ya no refiere a algo distinto de ella, la imagen es el propio referente: este es el efecto más totalitario que tiene la imagen. Es lo que me decías vos: lo que hace el nazismo o la gran jugada del nazismo es haber creado una realidad de imágenes que no refiere a algo que está detrás de ella. La gran diferencia entre lo que se llama hoy el mundo de las imágenes y lo que era un cuadro renacentista, por ejemplo, es que este último remitía a algo diferente de sí. Si yo pintaba el retrato de un cortesano, el cuadro me remitía a ese cortesano, ahora las imágenes electrónicas, técnicas, han hecho algo diferente: se han propuesto ellas mismas como referentes. En una fotografía ya no miro lo que está por detrás de la fotografía, ella se produce como real. De lo único que disponemos es de las imágenes. No hay una realidad detrás de las imágenes... Viendo la televisión, la pantalla no representa algo, me presenta algo que se muestra como verdad a mis ojos. Entonces lo que hay que trabajar es esa realidad autorreferencial de las imágenes.
Para que nuestro sentido común no nos tiente a estar confortables...
Sí, esa es la crueldad del sentido común. Lo terrible del fascismo es que estemos confortables. El fascismo no es que nos persigan, que se nos torture o que se nos condene. El fascismo es que estemos confortables, que nuestro sentido común sea confortable con esto, que nuestro sentido común sea conformado así, que la foto pase por verdad, que no seamos capaces de cuestionarla. Y al no hacer eso, vivimos tranquilos.
Es un ejercicio del pensamiento...
Pero por qué vamos a pensar si estamos confortables, si se nos crea una ilusión de una confortabilidad, para qué vamos a pensar. Pensar es horrible. Por eso no pensamos.

¿El arte puede ser inmediatamente político?
Sí, en la medida en que desorganiza nuestro sentido común perceptivo. El arte interrumpe la sensibilidad cotidiana. Nos obliga a algo más, cuando estamos ante una verdadera obra de arte, como cuando estamos ante un verdadero concepto, hay un extrañamiento, un distanciamiento de no comprender lo que se está viendo, escuchando o qué experiencia estamos haciendo frente a la obra de arte. Si uno pasa con indiferencia, entonces no hay arte. El arte no es lo indiferente, el arte es la producción de una diferencia en lo sensible.
Te saca de la indiferencia no solo por el contenido -que puede ser más o menos entre comillas político-, sino por el modo en que afecta directamente tu sensibilidad. Por ejemplo lo que Jorgelina Sánchez hizo con María Laura Bucchianti “Lloronas”, una intervención urbana contra la violencia de género. La cámara está puesta de un modo tal que te obliga a transformar tu mirada. O cuando vos estás viendo la película de Daniela Seggiaro “La belleza”, hay momentos en que te tenés que correr del lugar del espectador de Hollywood para ver lo que te está mostrando la cámara. Para una película de Bruce Willis vos tenés el ojo común, cotidiano, y entendés todo, y lo sabés todo desde la primera imagen.
Se puede estar planchando, ir y volver...
¿Te das cuenta? Una película de Bruce Willis no interrumpe tu vida. Habrá más muertos, menos muertos, más sangre, no importa. Ahora, con una película de Daniela no podés estar planchando. Aparte me hace ver que vivo en la indiferencia.
Lo que acaba de afirmar me inquieta porque si una foto de una mujer a la que se le quemó la casa y quedó desamparada con sus hijos provoca estos comentarios: “Quién te manda a tener tantos críos”, “Dejá de vivir de nosotros” -que me parece que encubren una postura de comodidad-, entonces, para que acontezca lo contrario, ¿es posible despertar en el otro una sensibilidad que no tiene?
No es fácil producir una imagen nueva de sensibilidad. Imaginate el esfuerzo que debe ser para un artista hoy, en este mundo de la imagen, tan saturablemente confortable, inventar una imagen, un punto de vista que no has visto, producir una nueva forma de sensibilidad. Hay una forma de sensibilidad que es esta que me estabas diciendo recién, porque es tan confortable el sentido común y ver una imagen y poder seguir planchando y que nada te interpele. Creo que la gran diferencia entre los medios de comunicación y el arte y la filosofía es esa actitud de búsqueda, esa experiencia de producir algo diferente, de generar algo diferente, de no dejarse arrastrar por la indiferencia. Por ejemplo, la televisión quiere que nos quedemos indiferentes, que no atravesemos la pantalla. Ahí por eso no hay política, no hay pensamiento. Un periodista -perdón- no piensa, tiene que producir lo que está obligado a producir, lo que se espera de él.
Es un ejercicio editorial de ideas preconcebidas, de decir esto es así, yo te explico y no hay espacio para dejar mirar y pensar más allá...

Y pensar es romper con la indiferencia. Si no hay ruptura con la indiferencia no hay pensamiento.
Y esa que dice usted es una linda misión para la vida: romper con la indiferencia..

Claro que sí, pero se lo puede hacer desde la filosofía, el arte, la ciencia; pero no es fácil. Es mucho más cómodo mantenerse en el horizonte de lo indiferente, de lo confortable, de lo ya sabido. Sí es mucho más fácil prender una cámara y poner un plano fijo, que alguien hable delante de eso y que no pase nada...
Además, estamos tranquilos aún pensando en un lector unívoco, cuando hay una diversidad y una plasticidad en las mentalidades que tal vez jamás vamos a poder llegar al que está del otro lado...
Sí, de hecho lo que hace el medio es producir la masificación, producir una opinión común. Ya imagina de antemano a un lector o espectador unificado. No puede imaginarlo diferenciado, tiene que imaginarlo unificado y masificado. Si los medios de comunicación son masivos no es por el gran número de medios sino porque producen masa.
La política también debiera servir para romper con la indiferencia...
Ahí tenés una buena definición de qué es lo político. Solo hay un acto político cuando se produce una ruptura con la indiferencia generalizada. Si no hay solo debates entre gente que está tratando de adueñarse de lo que ya está, no está tratando de producir otra cosa. Discuten acerca de lo mismo con los mismos términos y lo único que hay son grupos de poder, grupos económicos de poder tratando de apropiarse de lo real, de nuestra vida... Hoy decir que alguien es de izquierda o de derecha qué te hace ver. Hay política cuando vos, frente a lo real, empezás a ver cosas nuevas, cuando se rompe con ese horizonte común. Solo hay un acto político cuando uno es arrancado de la indiferencia en la que vive cotidianamente.

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