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terça-feira, 18 de junho de 2013

IDIOMA ESPAÑOL

Algunos males no menores en el uso del lenguaje
Francisco Muñoz Guerrero *
Academia Norteamericana de la Lengua Española


El lenguaje no es un ente estático, sin mudanza, sino una estructura viva que se hace, cambia y fortalece con el uso. El lenguaje se moldea en la calle —y en las páginas de los buenos libros— y son los hablantes los encargados de darle forma.
Es así como se convierte en el elemento de comunicación verbal y escrita con el que las personas nos relacionamos y ponemos de manifiesto aquello que pensamos o sentimos. Es decir, el lenguaje es uno de los componentes que integran las agrupaciones humanas como parte activa de su desarrollo y evoluciona a la par que estas, por lo que sería un intento baldío —y contraproducente— tratar de detener su progreso.
Su condición de elemento vivo lo hace permeable a las circunstancias del medio en que se desarrolla, en el cual, a su vez, deja sentir su influencia. Se establece así una correspondencia biunívoca, recíproca, una especie de simbiosis en la que cada parte saca provecho de esa reciprocidad: los hablantes se sirven del lenguaje y este se nutre con las
aportaciones de aquellos.
Aparecen de este modo nuevas formas de expresión, palabras y frases nuevas que sirven para nominar lo que necesita distinguido con un nombre para ser sustantivado, nombre que luego pasa al patrimonio lingüístico, que se enriquece con esta herencia. La
ciencia y la técnica —muy particularmente la informática— son buenos ejemplos de este intercambio.
Que el lenguaje puede ser objeto de mal uso es un hecho. Pensemos en esas expresiones hinchadas y altisonantes que a veces escuchamos o leemos. Es más que probable que quienes se sirven de ellas crean que están en la cima de la corrección cuando
lo cierto es que no solo no añaden nada al idioma sino que lo afean.
Muchos de esos desacertados usos son debidos a la pobreza de léxico y al poco cuidado de los hablantes, disculpables en cierta medida cuando se trata de capas sociales menos cultas pero inadmisibles en personas de mayor formación.
La divulgación de determinados empleos errados en los medios de comunicación o en los foros políticos puede llegar a convertirse en una anormalidad dañosa cuya consecuencia es un empobrecimiento paulatino de la lengua.
Para una comprensión más gráfica de lo dicho consideremos que el lenguaje, en tanto que elemento vivo, es un paciente al que se le pueden contagiar ciertas enfermedades debido a una praxis no adecuada en su tratamiento. En otras palabras, el uso
del lenguaje puede resultar aquejado de algunos males a los que nos vamos a permitir denominar con términos engañosamente médicos. Entre esos males se citan los siguientes:
mayusculitis, pleonasmitosis, filocomodinia, archisilabismo, extranjerosis, atilduria, eufemistosis, acomiasis, policomiasis y anarticulosis.
No se trata de una ordenación jerarquizada y sistemática, ni siquiera de una disposición por clases; no es más que una relación en la que no existe prelación alguna de un elemento sobre otro. Por lo demás, no responde a ningún criterio normativo gramatical
ni ortográfico sino a una mera nominación figurada y, hasta cierto punto, jocosa.
En este trabajo nos vamos a referir al primer componente de esa lista.
MAYUSCULITIS
En un imaginario Vademécum de males inherentes al uso inapropiado del
lenguaje podríamos encontrar la siguiente definición para esta dolencia lingüística:
mayusculitis.
(Del lat. maiuscŭlus, dim. de maior, e -itis).
f. Hinchazón del enunciado escrito como consecuencia del empleo excesivo e
inadecuado de las mayúsculas, lo que deja el texto falto de despejo y lucimiento.
La propensión al mayusculeo se extiende a todos los sectores y no muestra una especial inclinación por alguno en concreto. La realidad que nos circunda está plagada de mayúsculas impropias, extemporáneas, desacertadas, discordes, inadecuadas,incongruentes, contrarias a la sana razón ortográfica, apostadas en las líneas de los textos como si quisiesen vigilar nuestras reacciones cuando nos encontramos ante ellas. Veamos
unos cuantos ejemplos sacado del día a día.
1) Texto impreso en el envase de una conocida marca de caldo de pollo
Caldo Casero de Pollo
Para elaborar un litro de este caldo, utilizamos los siguientes ingredientes: Agua, Pollo fresco 14%, Apio 0,5%, Patata 0,4%, Cebolla 0,2%, Zanahoria 0,2%, Puerro 0,2%, Grasa de Cerdo, Aromas Naturales (contienen huevo y apio), Sal y Especias.
(Obsérvense los signos de puntuación, la colocación del símbolo % unido a las cifras y la curiosa distribución del texto. Se supone que el envase y el mensaje comercial han sido diseñados por un publicista o un especialista en márquetin.)4
2) Cartel colocado en los pasillos de un acreditado hospital universitario
No se Permite la Estancia de Familiares en las Habitaciones y Pasillos durante la Visita Médica (de 9 a 13 Horas)
3) Valla publicitaria de un importante banco
Alquiler de Viviendas de 2 y 3 Dormitorios y Plazas de garaje
4) Calendario de mano de una empresa de radiotaxis
Facturación mensual a Empresas Cobro con Tarjetas Punto de Encuentro en Aeropuerto y Estaciones Solicitud de Taxi con Antelación
Viajes y Desplazamientos a Toda España

Como puede comprobarse, hay para todos los gustos. Para algunos —los llamados mayusculistas— las mayúsculas parecen gozar de unas propiedades casi místicas. Si a un sustantivo o a un adjetivo —e incluso a algún adverbio— no se les concede el privilegio
de disfrutar de la mayúscula inicial, es como si no existieran. A veces pienso que el mayusculista debe de experimentar una especie de éxtasis gramatical cada vez que mayusculea libremente; de otro modo no se explica tanto desaguisado ortográfico.
Lo imagino recorriendo absorto el laberíntico mundo de las palabras, pertrechados con una buena reserva de versales y versalitas, a la búsqueda de modestos nombres comunes para obrar el prodigio de transmutarlos en rutilantes nombres propios.
Admitámoslo sin ambages ni reservas: se trata de un acto de alta magia, de pura alquimia ortotipográfica.
El mayusculismo no deja de ser una mera fantasía visual que muestra su debilidad por la palabra escrita pero no por la palabra dicha, por la palabra sonora. No conozco a nadie que se exprese oralmente con mayúsculas y minúsculas. Esos textos tenazmente
maculados con grandes letras no dejan de ser textos ortográficamente anómalos cuya grafía falsamente apodíctica no se articula ni condice con el verdadero sentido del discurso, inútilmente deslucido en su presentación escrita a causa de un uso viciado de los
medios que la ortografía pone a nuestro alcance para escribir correctamente nuestra lengua.5
No se puede negar que las mayúsculas cumplen una función gramatical y que son necesarias cuando se emplean como es debido, esto es, con moderación, con buen criterio y con las pautas que la norma señala. Ningún exceso es bueno, por lo que es menester ser
cautos en su aplicación.
Su mundo es un mundo complicado y en parte bastante misterioso. El ortotipógrafo y lexicógrafo José Martínez de Sousa distingue nueve tipos de mayúsculas: estilística; diacrítica o diferencial; subjetiva; de proximidad; genuflexiva, reverencial o de
respeto; de ornato; de dignidad; de la publicidad, e intermedia o intercalada.1
Como se ve, casi hay una mayúscula para cada ocasión, pero eso no significa que su empleo deba ser arbitrario e insubsistente. Situaciones como las que recogen los ejemplos anteriores no solo resultan enojosas para el buen uso del lenguaje escrito sino
que pueden caer en lo grotesco. ¿Qué diferencia hay para un oyente entre Presidente y presidente, entre Teniente General y teniente general, entre Director General y director general, entre Ministro y ministro, entre Rey y rey, entre Rector Magnífico y rector magnífico, entre Arzobispo y arzobispo, entre Papa y papa, entre Secretario de Estado y secretario de Estado? ¿Es que acaso un abogado es menos abogado porque su profesión se escriba con minúscula? ¿O un ingeniero es menos ingeniero? ¿O un obispo es menos obispo? Evidentemente, no.
Aunque en rigor ciertos usos mayusculistas no puedan considerarse incorrectos, es importante tener presente lo que dice la Ortografía de la lengua española: «Conviene recordar siempre, sin embargo, que la mayúscula es la forma marcada y excepcional, por lo que se aconseja, en caso de duda, seguir la recomendación general de utilizar con preferencia la minúscula».2
Es más higiénico y más estético, añadimos nosotros.

Francisco Muñoz Guerrero ˂fmunoz.colontrece@gmail.com>
Exsecretario general de la Fundación del Español Urgente-Fundéu. Miembro correspondiente de la ANLE.
Escritor. Autor, entre otras, de las novelas El Bosque del Rey (Fundación Luis Ortega Bru) y Las colinas del
Edén (Random House / Mondadori). Esta última ha sido traducida a varios idiomas. La ANLE publicará
este otoño su novela El canto del gallo.


1 MARTÍNEZ DE SOUSA, JOSÉ: Diccionario de uso de las mayúsculas y minúsculas, 2.ª edición. Gijón:
Ediciones Trea, 2010.
2 RAE, ASALE: Ortografía de la lengua española, pág. 446

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