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quarta-feira, 12 de junho de 2013

LA LENGUA VIVA

Correcciones fraternas
Amando de Miguel
Libertad Digital - España
Los escritores aprendemos mucho de los correctores de pruebas, de los alumnos preguntones y de los libertarios que sacan punta a todo. Antes de seguir adelante, recojo la sugerencia de Itzjak Benabraham, del Centro de Documentación y Estudios Moisés de León. Me dice que le envíe la información que me proporcionó Miguel A. Taboada sobre los apellidos judíos. Carezco de legitimidad para ello. Lo que hago es solicitar a todos los libertarios interesados, incluido don Miguel A., para que envíen a don Itzjak todo lo que sepan o les preocupe saber sobre los apellidos judíos. Sigo.

J. Alberto Torrijos corrige y completa la información proporcionada por Ignacio Frías sobre el escaramujo, el fruto del rosal silvestre. También se dice rosal perruno porque sus bayas se las comen los zorros. En Bulgaria hacen mermelada con los escaramujos. Don J. Alberto prepara con ellos un aguardiente casero. Supongo que será algo así como el pacharán, que se fabrica con endrinas.

J. R. Iturriagagoitia me reprende porque doy un sentido nuevo y vulgar a la palabra dialecto. Dice el dómine:

Me sorprende sinceramente que usted no corrija categóricamente a quienes plasman sus veleidades y mitomanías en algún soporte que le transmiten a usted.

La frase es un tanto enrevesada, pero entiendo que mi corresponsal se refiere al uso que hacía yo de una expresión del lingüista (y amigo) Francisco Marcos-Marín. La idea es que, si bien se oye, todos hablamos dialectos más que lenguas propiamente dichas. La diferencia es que las lenguas son estructuras completas y teóricas, mientras que los dialectos son maneras usuales de hablarlas. La cosa es discutible, claro está, pero lo que no se puede evitar es que se acuñen nuevos dignificados para viejas palabras cuando son útiles para pensar. En todas las ciencias es constante ese vaivén de significados que se atribuyen a muchos términos. Todavía decimos átomo, esto es, literalmente "lo que no se puede dividir".

Otra reprimenda más justificada es la que me endosa Miguel Los Santos Uhide. Se refiere a que yo escribía sobre "un tal Escudero" para referirme al musicólogo vasco don Francisco Escudero. Pido perdón por mi ignorancia, pero confieso que el giro un tal no quiso ser despectivo para el maestro Escudero. Procuraré no recurrir a ese giro.

Jesús Laínz me envía uno de sus luminosos artículos sobre la cuestión nacionalista. En este caso se trata de comentar la peregrina idea que han tenido los nacionalistas catalanes. Han imaginado que, llegada la independencia de Cataluña, la Defensa se la encargarían a Francia. La tesis del montañés es que hay una constante histórica, que es la animadversión de los catalanes hacia Francia, perfectamente justificada con hechos. Mi propuesta es mucho más sencilla. Basta que la nueva Constitución catalana diga: "Cataluña renuncia a la guerra". De ese modo ya no tendría que levantar ejércitos. Comprendo que un portaaviones sería un buen símbolo de la soberanía de Cataluña, pero son suficientes unas pocas lanchas rápidas para perseguir a los narcotraficantes. Todo lo demás, como dicen los catalanes con buen sentido, son romances.

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