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quinta-feira, 4 de julho de 2013

Normandía, pura propaganda

por ALFONSO BASALLO
Hollywood, las novelas y algunos historiadores han distorsionado la realidad, al exagerar la importancia del Día D. Lo que inclinó la balanza en contra de Hitler fue el rodillo soviético en el frente oriental.
Hollywood y una serie de autores de éxito como Cornelius Ryan (con El día más largo) o John Keegan (con Siete ejércitos en Normandía) han mitificado el famoso desembarco de los aliados hasta hacer creer que fue clave para acabar con la hegemonía de Hitler en Europa.
La realidad es muy otra. Normandía fue importante, pero no tanto. Fue la fachada, vistosa y espectacular -un despliegue de más de 150.000 soldados- pero no tan decisiva como nos han vendido durante décadas. Donde se inclinó la balanza en contra del Tercer Reich fue en el frente ruso, un escenario que no ha estado bajo los focos.

Y no hablamos sólo del cine y la novela. También historiadores de prestigio han incurrido en el error de magnificar hasta el exceso el papel jugado por los aliados en Normandía y minimizar la decisiva actuación de los soviéticos en el frente oriental. Es el tributo pagado ante la eficaz maquinaria propagandística de EEUU.
Es el caso del británico Anthony Beevor, historiador y ex militar, que escribió un magnífico y completísimo libro sobre la entrada de los soviéticos en la capital alemana: Berlín, la caída; pero que no fue capaz de apartarse del tópico en otra obra El día D, sobre el desembarco aliado en Francia.
Pero los hechos son los hechos. En Normandía e Italia, los aliados luchaban contra el 25% del Ejército del Reich; más del 70% restante trataba de contener el rodillo soviético en Rusia..
El famoso Muro del Atlántico no era tal, sino un rosario de posiciones dispersas, a medio hacer, mucho más débil que la famosa Línea Maginot.
Y quienes defendían Normandía no eran de la elite de la Wehrmacht, sino unidades poco entrenadas: muchas divisiones estaban formadas por los llamados soldados de "oreja y estómago", es decir heridos en el estómago y que habían perdido el tímpano.
Quien, andando el tiempo, llegó a ganar el Premio Nobel de Literatura, Heinrich Böll, era cabo de la Wehrmacht en Normandía y su testimonio es muy gráfico: "Resultaba triste ver caras de niño con uniforme gris".
Además en Francia había una clara desproporción de medios. En batallas como Goodwood, 200 carros panzer germanos se enfrentaron a 1000 sherman norteamericanos. Pero la gloria de la victoria se la llevaron los aliados y los estrategas que estaban al mando: El comandante supremo, Eisenhower; el jefe del 'ala' británica, Montgomery; o el responsable del Tercer Ejército norteamericano, George Patton.
Donde de verdad se decidía la suerte de la Guerra era a miles de kilómetros de distancia, en Bielorrusia donde quince días después del Día D, el Ejército Rojo lanzó la llamada Operación Bagration. La ofensiva (que toma el nombre de Bagration del general ruso que luchó contra Napoleón) supuso la destrucción del Grupo de Ejércitos Centro alemán y que el avance soviético llegara a Varsovia cinco semanas después.
Un total de 17 de las divisiones germanas fueron totalmente destruidas y más de 50 hechas pedazos. Fue la mayor derrota de las tropas hitlerianas durante la Guerra.
El historiador Carlos Caballero, experto en la Guerra en el frente oriental, se pregunta: "¿Hubiera sido posible la puntilla de los aliados avanzando desde Francia hacia Alemania, si previamente el Ejército Rojo no hubiera machacado a la Wehrmacht en Moscú, Stalingrado y en Kursk?".
Esta ultima batalla, librada el verano de 1943, representó una derrota histórica para los alemanes en suelo ruso, al no poder reemplazar los hombres y el material con la misma facilidad que los soviéticos. La Wehrmacht nunca recuperaría la iniciativa después de Kursk y el Ejército Rojo continuó su avance sin parar hacia Berlín. Las bajas alemanas fueron más de 56.000 muertos sin contar los heridos, perdiendo la mayoría de sus tanques y dejando al ejército nazi en una notable inferioridad frente al soviético.
Los papeles desclasificados del Kremlin, tras la caída de la URSS, corroboran la desigualdad germana entre Normandía y el frente del Este, tal como afirma, entre otros especialistas el norteamericano David Glanth. Y deja en evidencia a otros historiadores como Beevor que no han sido capaces de superar los tópicos sobre la importancia desmesurada de Normandía.

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