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segunda-feira, 5 de agosto de 2013

La lengua de mil colores




A través de 8.000 entrevistas en capitales de América y España, un grupo de lingüistas indagó sobre la percepción que se tiene del castellano. Ana Beatriz Chiquito, investigadora, dice que hace falta “autoestima lingüística”.
Por: Juan David Torres Duarte


La lingüista Ana Beatriz Chiquito es investigadora en el MIT y la Universidad de Bergen (Noruega). / Gustavo Torrijos

La oración ha sido repetida tantas veces que se ha convertido en mito: en Colombia, dicen, se habla el mejor español. Como muchas de las frases y características que sostienen el espíritu patriótico, ésta tampoco permite duda. La dijo el presidente Juan Manuel Santos hace poco para promocionar el programa Spanish in Colombia, que ayer fue lanzado de manera oficial: “Con base en nuestra bien ganada reputación de hablar el mejor español del mundo, uniremos la fuerza y la reputación del Instituto Caro y Cuervo con las universidades y la empresa privada para convertir a Colombia en el mayor destino en América Latina donde aprender español como segunda lengua”.
El objetivo del programa es que los extranjeros acudan a las universidades e institutos colombianos para aprender español. El Ministerio de Cultura apunta que 20 de las 43 escuelas de español en Latinoamérica se encuentran aquí. También varias universidades reconocidas, que no son nombradas en las comunicaciones de prensa, tienen acreditación internacional para estos cursos.
Fue por ello que Ana Beatriz Chiquito, investigadora de la Universidad de Bergen (Noruega) y profesora invitada del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), vino al país: para hablar sobre la preocupación del país por la lengua. Chiquito fue durante tres años parte de una indagación en la que, con el patrocinio del Consejo Noruego de Investigaciones y a través de 8.000 entrevistas en las capitales de América y España, se buscaba comprender las percepciones que tienen los hispanohablantes del idioma. ¿Quién habla mejor? ¿Por qué? ¿Qué cree usted que es hablar bien? De modo que vino también para discutir si, en verdad, en Colombia se habla el mejor español.
“Tenemos algunas creencias sobre cómo hablan nuestros vecinos —dice Chiquito—, pero son creencias, nada más (...). Conocemos qué es el lenguaje culto. Cómo pronuncian las palabras las personas cultas y la manera en que las demás personas lo aprecian. Por otro parte tenemos las creencias, que no están basadas en datos, sino en las ideas que tenemos del otro”.
Esas creencias, por ejemplo, han dejado bien parada a Colombia. Aunque los resultados están en proceso de análisis (el trabajo, titulado Actitudes lingüísticas de los hispanohablantes hacia el idioma español y sus variantes, saldrá en las próximas semanas), Chiquito cuenta que buena parte de los hispanohablantes creen que en el país el castellano es cuidado, bien hablado.
¿De dónde viene esa fama? De acuerdo con la investigadora, los entrevistados esgrimían razones de este tipo: “Me gusta como hablan en Colombia”, “en Colombia hay mucha cultura”, “ellos pronuncian todas las eses”, “pronuncian bien”, “porque usan el ‘usted’”. Sin embargo, la pregunta sigue en pie: ¿qué ha producido ese imaginario en el resto de países de América Latina?
Más allá de que, como dijo Santos, en Colombia se hable el “mejor” español, es evidente que han existido en el país numerosas instituciones preocupadas por el manejo de la lengua. Colombia fue el primer país, por ejemplo, en fundar una Academia de la Lengua. También es la casa del Instituto Caro y Cuervo y tiene lingüistas históricos de renombre, entre ellos Rufino José Cuervo, Ezequiel Uricoechea y Miguel Antonio Caro. En 2007, además, con la presencia de los reyes de España, fue aprobada en Medellín la versión definitiva de la más reciente gramática del idioma. Y afuera también es conocida la relación entre la lengua y el poder: en cierta época, era imposible ser político sin ser primero poeta.
En 2005 el director de la Real Academia Española de la Lengua, Víctor García de la Concha, dijo en Caracol Radio: “Colombia sí habla un muy buen español. Pero, de ahí a que sea el mejor, bueno... Esa frase es cierta, pero hay que matizarla porque yo no creo que haya versiones de mejor español. Lo que sí quiere decir es que Colombia tiene una tradición histórica de preocupación por la lengua, desde su propia independencia”. Sí, es difícil tratar el idioma en términos de “mejor” o “peor”, sobre todo si se tienen en cuenta la multitud de dialectos. Son, además, categorías inútiles: con base en lo dicho por De la Concha y Chiquito, es fácil concluir que la lengua es un instrumento de poder, de identificación y expresión. Reducirlo a esas dos categorías resultaría fútil.
“Lo más sorprendente —cuenta Chiquito— es que esperaba que hubiera más alta autoestima lingüística. Falta hacer énfasis a todo nivel sobre el aprecio a la manera de hablar de los demás y a la manera de ser de los demás. Porque la autoestima lingüística es reflejo de otras cosas: está relacionada con variables sociales, con recursos, con las estructuras de poder, con la globalización”.
La anotación de Chiquito se refiere a lo mismo que en los años 70 estudiaban Noam Chomsky y Michel Foucault: cómo las palabras determinan la posición social de una persona, su forma de relacionarse y, por último, determina su poder. La pregunta no es menor, entonces: ¿parte de la percepción del Tercer Mundo que existe sobre América Latina tiene que ver con su propia apreciación del lenguaje?
En tono pausado, con un español invadido por cierto tono extranjero, Chiquito dice: “A pesar de que la gente exprese una autoestima, al preguntársele si quisiera cambiar el acento, dice que no. Y las explicaciones son: porque es mío, es el que me identifica, es el que yo hablo. De tal manera que vamos por buen camino, pero se necesita mucho esfuerzo a nivel nacional. Tenemos que empezar por nosotros mismos. Por querer más nuestra lengua”.

jtorres@elespectador.com

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