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segunda-feira, 23 de setembro de 2013

Rendición incondicional




JAVIER MARÍAS (EL PAÍS.COM, ESPAÑA)

Desde que el Profesor Alexis Grohmann reunió mis artículos sobre cuestiones de la lengua en el volumen Lección pasada de moda, abandoné la vieja costumbre de anotar disparates y sandeces que oía en televisión o leía en la prensa o —más grave— en libros, tanto escritos en castellano como vertidos de otros idiomas.

Pensé que era tarea infinita y que además no servía de nada. Me rendí ante la inevitable disgregación del español, su deterioro imparable, su cada vez más veloz conversión en un mejunje del que cada cual saca lo que se le antoja y allá se las compongan los oyentes o lectores: éstos, mientras puedan, habrán de hacer sus traducciones del pseudoespañol reinante: «Ah», piensa uno, «habrá querido decir esto otro», al oír o leer una frase o expresión que en sí mismas carecen de sentido.

Llegará un día en el que los que aún utilizamos una lengua no del todo emborronada y falsa, por fin no entenderemos lo que quieren decir los nu­merosísimos hablantes de la «pseudo», y entonces la comunicación desaparecerá, o se hará conjetural y muy tenue; los equívocos se multiplicarán y an­daremos todos a tientas, como intérpretes con conocimientos ru­dimentarios de la jerga que escuchamos. No es ajena a esta situación —lamento decirlo— la Real Academia Española a la que pertenezco.

Ella no puede ni debe impedir que la gente se exprese como le venga en gana ni que efectúe, con el uso, cuantas modificaciones decida en lo que respecta al léxico, e incluso a la gramática y la sintaxis. Pero si, acobardada y temerosa de parecer «elitista» o «autoritaria», admite incontables barbaridades «porque los hablantes las emplean», los está invitando a seguir con ellas y a «inventar» diez mil más al año. Quienes consultan el Diccionario no se fijan en si hay una marca tras cada vocablo, menos aún en si indica «vulgar» o «desaconsejable». Sólo reparan en que el vocablo o la expresión en cuestión «están en el DRAE», y por lo tanto sancionados por él como correctos.

Aunque he abandonado esa costumbre, no me resisto a consignar unas pocas locuras apuntadas antes de mi rendición. Como todos sabemos, los informativos de TVE son una verdadera escuela de trituración de la lengua, no creo que haya otra institución que haya hecho tanto para destruirla.

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