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quinta-feira, 24 de outubro de 2013

ANTONIO MUÑOZ MOLINA













'El español se convierte en una variante del inglés'
Antonio Múñoz Molina abre la semana de los premios en Oviedo

Luis Martínez en El Mundo - España

"Me gustaría que habláramos de literatura, pero...". Y en los puntos suspensivos, Antonio Muñoz Molina no pudo evitar una mueca de resignación. El Premio Príncipe de Asturias de las Letras (este viernes, la ceremonia) compareció ante la prensa con el eco de demasiados truenos. Aún en la estantería de novedades, su último libro, 'Todo lo que era sólido', es un repaso por la geografía desolada de un tiempo de excesos de lo que ahora sólo queda el polvo. Eso o algo peor. Si a eso le sumamos, por orden y según la propia enumeración del autor: "a) la crisis económica; b) el cambio de lo analógico a lo digital; c) la piratería, y d) la tristeza de unos poderes públicos que, en vez de defender la cultura, le han declarado la guerra"; sumado todo, decíamos, no quedaba otra que lanzarse, en efecto, al barro.

Y se lanzó. "Vivimos un tiempo en el que el español se ha convertido en una variante del inglés. Y no me refiero sólo a la costumbre nefasta del doblaje", dijo y, acto seguido se entregó a una encendida defensa de, quizá, el sentido común. "En un país en el que no hay recursos naturales y con la construcción detenida, lo único en lo que podemos ser competitivos es en la cultura". Y para que no quedara dudas de su convencimiento sacó a relucir el ejemplo europeo.

Coches y libros

"En Francia, la cultura genera del orden de 1.200.000 puestos de trabajo y en todo el espacio de la Unión Europea la cifra sobrepasa los ocho millones... Se ayuda a la industria automovilística, pero no a la del libro... ¿Alguien se ha parado a cuantificar el impacto económico del Museo del Prado y de la catedral de Oviedo y de la investigación científica? ¿Cuál es nuestra idea del porvenir?". Y ahí, de momento, en la pregunta, lo dejó.

La siguiente oleada vendría cuando alguien le recordó los resultados del último informe que deja (vuelve a dejar) la calidad de la educación española a la altura y el color del betún. Eso y la huelga en marcha de los enseñantes. Y el jiennense retomó las armas: "Nuestra situación es desastrosa. Con la educación vivimos una especie de drama, o sainete, que una y otra vez reproduce el mismo modelo. En el primer acto, llegan los datos del informe de marras siempre catastróficos. Acto seguido, los políticos se indignan, o hacen como que se indignan, y sin preguntar a nadie, ni a profesores ni a maestros ni a nadie directamente implicado, inventan una ley que no defiende nadie y que la oposición se compromete a no seguir e incluso abolir en cuanto llegue al poder. Es todo una garantía de catástrofe.

¿Por qué no se es más pragmático y se copia un modelo que funcione?".

"La educación", continuó, "está ahí para que la gente desarrolle sus capacidades en condiciones de justicia; para que la gente desarrolle amor por el conocimiento. No sirve ni para 'españolizar' nada ni para 'catalanizar' a nadie. El problema es que nos hemos acostumbrado a desautorizar al otro acusándolo de franquista o de socialista sin reparar en lo que importa, sin preguntar a los docentes... Y, claro, cada vez estamos peor... El esperpento... Los sistemas educativos no se pueden cambiar con cada legislatura. Hay que dales tiempo para ver sus resultados". Podría haber seguido, se veía, pero se paró. Por lo menos, un instante.

Tuvo tiempo, eso sí, para la literatura, para declarar en voz alta que le habría gustado, ya que estamos en Vetusta, escribir 'La Regenta'; también, algo más lejos geográficamene, 'El corazón de las tinieblas'.

Hubo tiempo además, y pese a la brevedad de la comparecencia, para reivindicar el papel mestizo de la novela ("La novela empezó siendo lo que no eran otros géneros. Baroja dijo que es un saco en el que cabe

todo") y de su función ("La novela está para dar cuenta del mundo real"). Queda claro.

Si los hubiere

¿Y qué decir de la función de los intelectuales en tiempos de crisis?

¿Se precisan, acaso intelectuales valientes? Vuelta la burra al trigo.

"Cuidado", se detiene Muñoz Molina, "en democracia no hay intelectuales valientes. Valientes son los que en el País Vasco hasta hace poco se jugaban que les pegaran un tiro por decir lo que pensaban. Ellos y los que hablan en una dictadura. Yo me limito a ejercer mi responsabilidad de ciudadano". Pues eso.

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