La jerga de los porcentajes
Amando de Miguel
El lenguaje público (y no digamos el sociológico) se ve acometido de la jerga numérica, y más específicamente de los porcentajes. El porcentaje no es más que una proporción: "Una parte es al todo como x es a 100". Es decir, los porcientos numéricos no son más que una condensación de palabras. Sin embargo se manejan muy mal. Veamos algunas ilustraciones.
En un telediario reciente oí (no solo escuché) este titular: "La cifra de muertos en accidente de tráfico ha sido el año pasado la más baja de toda nuestra historia". Ese enunciado es un disparate. Habría sido más preciso decir algo así: “El número de muertos en accidentes de tráfico, con relación al número de vehículos automóviles, ha sido el más bajo desde que se tienen cálculos”. Naturalmente, esa frase habría que apoyarla con el porcentaje correspondiente, aunque podría ser mejor por cien mil vehículos.
Ahora se ha puesto de moda lo de los "puntos básicos". No se sabe bien lo que quiere decir. Sospecho que equivale más o menos a "puntos porcentuales", aunque a veces los multipliquen por 100. En las cotizaciones de bolsa los “puntos básicos” equivalen a lo que antes eran “enteros”. Es decir, se trata de puntos porcentuales sobre la base de la cotización anterior. En la famosa “prima de riesgo” (otro misterio) los puntos básicos son también un valor porcentual respecto a la base del bono alemán. La gran pregunta es: ¿cuáles son los puntos que no puede ser considerados como básicos?
Un error muy común es decir que, si algo que vale 5 sube a 7, "ha subido un 2%". No es así; ha subido realmente 2 sobre 5, esto es, un 40% (x = 100 · 2/5).
Es notorio que las informaciones de las piezas periodísticas están llenas de porcentajes. Dan una impresión de seriedad científica. Lógicamente la distribución de los valores de esos porcientos tendría que ser aleatoria. Es decir, se darían todos los valores, de uno a 100 más o menos con parecida incidencia. Sin embargo eso no sucede. Hay dos porcentajes que se repiten mucho más que otros y son complementarios: el 20 y el 80. La razón es simple. Los porcentajes se enuncian muchas veces para precisar la incidencia de algo. Por ejemplo, un 20% de pobres en la población o un 80% de partidarios de tal cosa. Durante siglos y milenios la humanidad contó con los dedos de la mano (a veces de las dos). El mínimo posible de los dedos de una mano es un dedo (el 20%). El máximo es cuatro dedos (el 80%). Ese redondeo viene bien para indicar que algo es un suceso llamativo, por abajo o por arriba.
En las encuestas periodísticas los porcentajes se dan muchas veces con un decimal. Eso es una falsa precisión y hasta un timo estadístico. El margen de error estadístico de una buena encuesta no suele alejarse mucho del ± 2%. Un suponer. En una encuesta bien hecha se puede decir que una respuesta la suscriben el 17,2% de los españoles. Pero eso equivale a asegurar que la respuesta está entre el 15 y el 19%. Por tanto, bastará con redondear al 17%. No se fíen nunca de las encuestas que proporcionan un decimal a los porcentajes (y no digamos dos decimales).
Los porcentajes con decimales se deben emplear cuando las variaciones esperadas son pequeñas. Por ejemplo, para medir la fiebre está bien que digamos los grados (de cero a 100) con un decimal (las "décimas"). La razón es que la temperatura del cuerpo humano oscila entre 36 y 42 grados centígrados. Pero resulta irrelevante si decimos que la economía va bien si el paro baja del 27,0 al 26,8% de la población activa. Esas décimas son poco válidas, entre otras cosas porque la medición de la tasa de paro se presta a muchos errores.
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sábado, 5 de outubro de 2013
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