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sexta-feira, 10 de janeiro de 2014

La exigente Liga BBVA


Melchor, Gaspar y Baltasar han dejado a los seguidores de la Liga BBVA un regalo que podrán disfrutar el próximo fin de semana: lo que promete ser un magnífico partido entre el Atlético de Madrid y el Barcelona. Cualquier buen aficionado al fútbol pediría en su carta a los Reyes una entrada para presenciar este enfrentamiento.

Lo que difícilmente haría nadie es exigir dicha entrada, y eso por más que enviase la carta certificada o hasta por burofax, pues los regalos, como la espontaneidad, la fe, el sueño o el amor, no admiten someterse a reclamos imperiosos.

De acuerdo con el amenísimo libro Lo que Sócrates diría a Woody Allen, de Juan Antonio Rivera, se trata de objetos o metas que cuanto más se persiguen más nos rehúyen.

No todo puede exigirse y, sin embargo, en las noticias deportivas cunde un uso novedoso —no censurable, pero que merece reseñarse— del verbo exigir: «Guaita sacó una mano prodigiosa a disparo de Pedro León, pero apenas se vio exigido por algunos balones aéreos» o «El Barcelona juega frente a un Betis muy exigido».

Conforme a estos ejemplos, tanto Guaita como el Betis estaban exigidos, estructura extraña de primeras, pues lo habitual es exigir algo a alguien, con aquello que se exige como complemento directo explícito y la persona a la que se exige ese algo como indirecto. Es decir, lo ortodoxo sería afirmar que algunos balones aéreos exigieron intervenir a Guaita y que la mala clasificación del Betis le exigía puntuar, donde intervenir y puntuar funcionan como complementos directos y a Guaita y le (en alusión al Betis) como indirectos.

Pero ¿estar o verse alguien exigido, así sin más, sin especificar qué se le está pidiendo imperiosamente a uno?, ¿convertir a la persona misma en exigida? Así puede oírse en las ondas y leerse en los periódicos. Y con tanta frecuencia que el Diccionario de americanismos, de la Asociación de Academias de la Lengua Española, recoge exigido como adjetivo con el significado de ‘referido a persona, a un animal o a una máquina, sometido a un gran esfuerzo o rendimiento’.

Puede interpretarse, pues, que Guaita se vio sometido a un gran esfuerzo para despejar o placar esos balones aéreos y que el Betis iba a necesitar rendir a gran altura para puntuar contra el Barcelona.

Según la Academia, en definitiva, es aceptable estar exigido.

Por supuesto, también podría haberse escrito que Guaita apenas tuvo que emplearse a fondo en un par de balones aéreos o que tan solo un par de balones aéreos pusieron a prueba a Guaita; en cuanto al Betis, podría haberse dicho que estaba muy presionado, apremiado u obligado a puntuar, o necesitado de puntos, siempre hay alternativas estilísticas y este espacio invita a considerarlas.

En este sentido, para ir terminando, dice Rafael Alvira que «el que invita necesariamente tiene algo para dar, para entregar, por eso invita. Pero, al mismo tiempo, desea y espera la respuesta, la aceptación. La invitación no se impone. De ese modo, el que tiene ruega, el rico se hace pobre, no se limita a dar, espera, atiende la respuesta. [...] Lo que pretende, sin duda, toda invitación no es simplemente dar o recibir, sino suscitar un diálogo».

Para eso estamos: primero hablan los jugadores con el balón en los pies, después toman la palabra los locutores y redactores, a continuación llegan estas crónicas con invitaciones lingüísticas —que no exigencias— y de nuevo la pelota echa a rodar sobre el césped de la Liga BBVA. En esta jornada —y esto sí será cita forzosa—, el diálogo partirá del Vicente Calderón.

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