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sexta-feira, 7 de fevereiro de 2014

EL ENCUENTRO IMPOSIBLE





¿Conocía el Bardo la obra del "manco de Lepanto", y viceversa? Sí y no.
por Ilan Stavans en El País - Uruguay

Persiste, en círculos intelectuales, el doble enigma de si Shakespeare leyó a Cervantes, y si Cervantes sabía de Shakespeare. La clave parece estar en una misteriosa obra de teatro llamada Cardenio.


Durante años existió la certeza que tanto el Bardo como "el manco de Lepanto" habían muerto no solo el mismo año, 1616, sino el mismo día, pero es un error. Inglaterra aún no adoptaba el calendario gregoriano, así que ambos fallecimientos ocurrieron en días distintos. William Shakespeare, por cierto, nació el mismo día que murió, pero 52 años después.

El Bardo escribió cerca de 40 obras. Además, colaboró con varios de sus contemporáneos en otra docena. Una de esas colaboraciones fue con el dramaturgo John Fletcher. La pieza llevaba por título Cardenna, y en otros lugares, The History of Cardenio. Fue representada por The King`s Men, la compañía de Shakespeare en Londres, en 1613, y está basada en el personaje Cardenio del Quijote.

Cardenio es un personaje que Don Quijote y Sancho Panza se encontraron en un bosque de Sierra Morena, en Andalucía. Cardenio les explica una historia de amor y desventura con la joven Lucinda. La historia y los personajes dejan una impresión profunda en el Quijote.

EL ARTE DE LA COLABORACIÓN.

Escribir en colaboración era típico de la época isabelina. Las obras de Shakespeare Edward III, Titus Andronicus, Henry VIII y The Two Noble Kinsmen son, de una u otra forma, colaboraciones, y acaso lo sea Macbeth y All's Well That Ends Well. De igual manera, basar una obra teatral en una novela pastoril, una narración amorosa y hasta en una obra teatral previa, era normal: hubo varios Hamlets antes del Hamlet de Shakespeare, al igual que Romeos y Julietas.

Aún más, el que un dramaturgo isabelino ubicara la trama de una obra en otro país era común. Abundan, por ejemplo, las referencias a Italia en el teatro de Shakespeare. Lo mismo ocurre con Cervantes. El "genio lego" pasó una temporada en Italia y, a su regreso, fue capturado por bucaneros en el Mediterráneo y estuvo prisionero en Argel poco más de cinco años (1575-1580). El Quijote está repleto de referencias a Italia; asimismo, incluye, en la Primera Parte, una novelita sobre el cautiverio argelino.

Además de Italia, Shakespeare sentía atracción por España, aunque nunca visitó el país. (De hecho, nunca salió de Inglaterra). Muchos de sus personajes tienen nombres españoles. Aunque España era visto como un país de segunda calidad en Inglaterra -basta recordar a la Armada española que, enfrentada a Inglaterra en 1588, fue todo menos invencible- el Bardo basó Love Labour's Lost en La Diana de Jorge de Montemayor, escritor de la corte de Juana, infanta de Castilla, hija del rey Carlos I. Parte de The Tempest, a su vez, se lleva a cabo en una isla caribeña vinculada, aunque indirectamente, al imperio español.

El interés en España por parte de los intelectuales londinenses se incrementó luego de la muerte de la Reina Isabel, mecenas de Shakespeare, en 1603. El año siguiente se firmó el Tratado de Londres, que puso fin a la confrontación bélica entre Inglaterra y España. Es factible que Cardenio haya sido un intento de festejar las nuevas relaciones diplomáticas. Esto no implica que España, ante los ojos de Inglaterra, de pronto haya crecido en estima.

Es posible que Fletcher haya leído la novela de Cervantes y que se la resumiera a Shakespeare. La primera traducción del Quijote fue al inglés. Antes incluso de que se publicara la Segunda Parte, en 1615, la versión traducida por Thomas Shelton de la Primera Parte circulaba ya en Londres. Esa traducción se hizo en 1607, aunque no se publicó hasta 1612, tiempo suficiente para que Fletcher y Shakespeare adaptaran el episodio de la Sierra Morena. El título completo en inglés es The History of the Valorous and Wittie Knight-Errant Don-Quixote of the Mancha. En la dedicatoria, Shelton, improbablemente, dice haber hecho la versión en un período de cuarenta días, importunado por un amigo que quería entender el original.

Puesto que el manuscrito de Cardenio está perdido y no sabemos qué tan equilibrada fue la colaboración entre Shakespeare y Fletcher, abundan las conjeturas teóricas. Algunas de ellas van más allá de la mera conjetura. Dos, en particular, son digas de atención.

La primera se remonta a 1727, cuando Lewis Theobald, un autor británico mediocre, aseguró haber adquirido tres manuscritos de una obra perdida de Shakespeare basada en el episodio de Cardenio. Theobald destruyó -al menos escondió- los manuscritos, pero publicó una adaptación que llamó Double Falsehood: or, The Distressed Lovers. Theobald era contemporáneo de Alexander Pope y lo había criticado por lo que a su gusto -no falto de razón- era descuidada su edición del canon de Shakespeare. En venganza, Pope se inspiró en Theobald para el personaje del idiota Dulness en The Dunciad (1728, 1742, 1743).

La segunda conjetura corresponde a 1990, cuando el calígrafo norteamericano Charles Hamilton, luego de leer el manuscrito de otra obra isabelina, The Second Maiden's Tragedy (1611), atribuida a un contemporáneo y asiduo colaborador de Shakespeare, Thomas Middleton (quien pudo haber metido mano en Measure for Measure y que también está basada en el episodio de Cardenio), juró que era la perdida pieza teatral Cardenio.

CARDENIO HOY.
No hace mucho la Royal Shakespeare Company, para conmemorar el 50 aniversario del Swann Theater en Stratford-upon-Avon, el sitio de nacimiento del Bardo, montó una versión modernizada (por Gregory Doran) de la obra Cardenio. Estaba basada en la versión de Theobald, en el Quijote y en aproximaciones académicas al enigma de esta posible unión entre el Bardo y "el manco". La reacción crítica fue complaciente, mas no extática.

A estas alturas, ciertos especialistas en Shakespeare han aceptado incluir Cardenio en las ediciones estándar de las obras completas. Pero se discute mucho la cordura de esta decisión. Las piezas en colaboraciones a veces tienen un par de frases, un párrafo atribuido a él, o solo una escena. Adjudicárselas al Bardo es aventurado.

De cualquier forma, ni Theobald, ni Hamilton, ni Doran son fieles al Quijote: cambian el meollo de la trama y hasta los nombres de los personajes. Tales infidelidades eran comunes en el medio londinense y también en el madrileño del renacimiento. Con frecuencia se habla de plagio. Sin duda Shakespeare y Fletcher copiaron de Cervantes, pero esa era una práctica acostumbrada. Nuestra concepción del plagio está basada en la idea capitalista de la propiedad privada: no solo los bienes materiales sino también los intelectuales pertenecen al autor, que es la fuente original. Original y autenticidad van juntos: el autor crea de la nada y da a luz algo único. Pero entonces no era así.

Volvamos al doble enigma inicial. La respuesta es sí y no, porque el Bardo colaboró en una obra basada en un fragmento del Quijote, y porque no hay prueba alguna de que haya leído la novela entera. En cuanto al conocimiento que tenía el "manco" del Bardo, nada sugiere que haya existido.

Pero de haber sabido uno del otro, ¿habrían alterado sus temas, su forma de escribir, su gravitas? Es dudoso porque ambos murieron -casi al mismo tiempo- sin saber que eran Shakespeare y Cervantes, símbolos alrededor de los cuales sus países montarían el entarimado de su identidad nacional.

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