No se puede
erradicar nada
Amando de Miguel en Libertad Digital - España
Para ir resolviendo las graves cuestiones de interés público es menester acordar bien el significado de las palabras. Tenemos, por ejemplo, un término que no se cae de la boca de los políticos, erradicar, esto es, eliminar de cuajo o de raíz algo que resulta molesto o doloroso. Se oye decir a los políticos de uno u otro signo: "Es necesario un gran pacto de Estado para erradicar…". Con esa misma entrada se puede añadir la violencia de género, la corrupción, el paro, etc. La declaración es ociosa, puesto que la solución (o mejor, minoración) de los grandes problemas colectivos no depende de ningún pacto, y menos "de Estado". Si fuera tan fácil, no habría más que firmar el documento correspondiente y todos contentos. Pero la cosa no es tan sencilla.
Detengámonos por un momento en la llamada violencia de género. Se trata de un eufemismo. Quiere decir los malos tratos a las mujeres hasta llegar al asesinato. Su incidencia no es especialmente alta si la comparamos con otros países europeos, pero eso no se dice; no es políticamente correcto. Hay que hacer ver que, al contrario, se trata de una tasa altísima. Lo que está más claro es que la altura de ese problema (pavoroso, sin duda) no depende de lo que pueda hacer el Gobierno. Más grave es el problema de la enfermedad, pero nadie diría que las autoridades pueden erradicar las enfermedades todas, ni siquiera una en particular. Se recordará que solo la viruela ha sido erradicada en los últimos siglos, y encima han aparecido otras enfermedades nuevas.
Lo que el Gobierno podría hacer es lograr que se estudiara bien el repertorio de circunstancias que acompañan a la mal llamada violencia de género. No estaría mal tampoco que se extendiera no solo a las mujeres, sino a los niños y a los mayores, es decir, a las personas más débiles en la vida hogareña. Hablaríamos entonces de violencia doméstica. Repito que su incidencia no es muy alta en España, pero preocupa mucho porque el círculo doméstico es teóricamente el de la solidaridad extrema. Eso nos da la pista de cuáles puedan ser las circunstancias asociadas con este problema. De forma resumida se podría decir que se concentran en la situación de los hogares desestructurados, es decir, en los que hay varios elementos de marginación, desorden, precariedad. Uno de ellos seguramente es la presencia de personas extranjeras. No es que los de fuera tengan que ser más violentos, sino que, al estar lejos de las redes de control social, pueden precipitar las conductas violentas con los próximos. Por eso mismo es mucho más conveniente la inmigración extranjera de tipo familiar, frente a la de hombres solos.
Los sistemas de prevención de la violencia doméstica poco pueden hacer con el dato de la denuncia previa por malos tratos. Es el camino que se sigue, pero resulta poco efectivo. Primero, porque puede haber engaño. Segundo, porque, cuando el dato es real, llega tarde. En lugar de esa vía de la denuncia, sería más sensato un conocimiento de las situaciones concretas de marginación, de hogares desestructurados. Es evidente que los casos de violencia doméstica no se producen aleatoriamente. Responde más bien a tipos humanos que se repiten una y otra vez. En términos de probabilidad se puede inferir en qué situaciones concretas puede estallar más pronto la violencia doméstica.
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