EL AZAR DE LA ZETA
Amando de Miguel en Libertad Digital - España
Teóricamente los sonidos de las letras son neutros, instrumentales. Solo cuando se combinan dos o más para formar sílabas o palabras se puede decir que adquieren sentido. Pero hay una letra mágica cuyo sonido ayuda a comprender una expresión soez, a zaherir al prójimo. No hay muchas palabras en español que empiecen por la letra z, aunque se pueden añadir otra muchas con el sonido ce o ci.
El vocabulario de insultos o dicterios se recrea con palabras que comienzan por z. Una muestra: zangolotino, zafio, zampabollos, zángano, zarrapastroso, zascandil, zopenco, zumbado, etc. La simple emisión de ese sonido inicial produce zozobra, anuncia algún zipizape, zapatiesta o zafarrancho.
Una función parecida se realiza cuando la letra z se encuentra en el interior de algunas palabras: gaznápiro, repeluzno, berzotas, calzonazos, abrazafarolas.
Todavía más expresivo es el caso del sonido z en la sílaba final para describir personas, conceptos o situaciones desagradables: gentuza, avilantez, desfachatez, estupidez, sandez, bajeza, chorizo (ladrón), coñazo, holgazán, mastuerzo, arrapiezo, sinvergüenza, bocazas, advenedizo, borrachuzo.
Dada esta asociación del maldito sonido z, cabe preguntarse si elseseo (sustituirlo por el sonido s) no es una forma de suavizar el lenguaje, quitarle agresividad. Es una pauta fonética que se originó en Andalucía y Canarias, y de ahí pasó a América. No tengo ninguna prueba de esa pequeña teoría. Es solo una especulación.
Emociona saber que el alfabeto es la más grande invención cultural de todos los tiempos. Antes había otras formas de escritura con ideogramas o signos para palabras enteras o para algunas sílabas. Es evidente que era una forma más difícil de aprender, pues exigía el conocimiento de cientos o de miles de signos. Por esa razón, esos sistemas solo los manejaban una minoría de escribas o mandarines.
El alfabeto como tal surgió en Fenicia, lo que hoy corresponde a Líbano y Siria. Apareció aproximadamente hace unos 3.000 años. Se trasladó pronto a los cretenses, griegos, etruscos, y por fin a los latinos. El imperio romano agradeció mucho la universalización de su sistema de escritura. Era innegable la ventaja de combinar solo una par de docenas de signos para representar todos los sonidos humanos, por lo menos los consonánticos. Su utilidad se apreció enseguida para los primeros usos que se dieron a la escritura: las inscripciones conmemorativas, los impuestos y el tráfico comercial. Hoy es el sistema de traslación de los sonidos más extendido en todo el mundo, singularmente el que llamamos occidental. Se llamaalfabeto por las dos primeras letras en griego (alfa y beta). El signo más universal es la letra alfa griega o el alef hebreo, que se sitúa en primera posición. Muchas veces se ha asociado a la divinidad o la mismidad (el yo).
En el alfabeto fenicio la letra z se representaba al principio como una I y su valor numérico era el 7, por el orden que ocupaba en la serie de letras. No es casualidad el parecido entre los signos z y 7. En las culturas antiguas del Oriente Medio el número 7 tenía un sentido mágico. Recordemos: "Dios creó el mundo en 7 días". Sin ir más lejos, todavía nosotros contamos el tiempo con semanas de 7 días. Ese número ha servido para muchas clasificaciones clásicas: los pecados capitales, las notas musicales, las maravillas del mundo, etc. Esa equivalencia entre la z y el 7 se da también en los alfabetos hebreo y árabe. Ambos son mucho más cercanos al fenicio (y por tanto al nuestro) de lo que parece. La forma de la z, tal como se dibuja modernamente, se encuentra ya en la escritura aramea hace unos 2.800 años. Hay constancias que emocionan
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