«escribir para pensar»
Intelectuales honran en su centenario el sencillo pensamiento del más destacado discípulo de Ortega y quien «puso su inteligencia al servicio de la justicia»
«Aprendí mucho de Julián Marías, cuya obra es un camino de conocimiento, pero si he de resumir sus enseñanzas en una sola frase sería escribir para pensar, sin duda alguna». Lo dice José Manuel Blecua, director de la Real Academia Española, que trató muy de cerca a Marías, también académico, y que ayer se sumó a los homenajes que se suceden en el primer centenario del gran pensador y ensayista fallecido en diciembre del 2005 con 91 años.
Blecua, que elogió la «independencia, integridad, amor a la verdad, honestidad y conducta ejemplar» de Marías, se sumó a la presentación del número 30 de Cuenta y Razón, la revista de pensamiento fundada en 1981 por Julián Marías (Valladolid, 1914-Madrid, 2005) y amparada por la Fundación de Estudios Sociológicos (Fundes), creada también por Marías en 1979. Dedicado en exclusiva al filósofo, en este número especial colaboran un destacado florilegio de intelectuales que honran el límpido pensamiento y la memoria del autor de Historia de la Filosofía, libro de 1941 que ha sido crucial para varias generaciones de estudiantes españoles interesados por la genealogía del pensamiento. Javier Marías, renombrado escritor e hijo del filósofo, declinó, con todo, participar.
Para Rafael Ansón, presidente de Fundes, el gran mérito de Marías fue «poner su inteligencia al servicio de la justicia y la libertad». Algo que hizo desde la convicción de que «el orden es una armonía de libertades». «Todo su pensamiento está de actualidad y la simplicidad con que abordaba las cuestiones más trascendentales es la marca de su genialidad y modernidad», resumió.
Antonio Bonet, director de la Academia de Bellas Artes, alabó su Historia de la Filosofía, que, dijo, «sirvió en los años 40 para romper con el rancio ambiente que había en la universidad española». También Ana Botella, alcaldesa de Madrid que descubrió antes de la presentación una placa conmemorativa en el domicilio madrileño del pensador, en el número 34 de la calle Vallehermoso, celebró la «inteligencia, sentido común, integridad e ingenio» de alguien que «se consideraba un representante de la tercera España». «Creía en una noción de España basada en la concordia, el perdón, la libertad y la paz en la que todos tienen cabida», concluyó la regidora.
Marías fue uno de los intelectuales españoles más importantes del siglo XX, y uno de los que más preocupación mostró por hacerse entender y llegar a la sociedad a través de obras como España inteligible, La felicidad humana o La educación sentimental. Discípulo destacado de Zubiri y de Ortega y Gasset, con quien fundó en 1948 el Instituto de Humanidades, su presencia en la vida pública de la segunda mitad del siglo fue constante e iluminadora para las generaciones jóvenes. Y eso que sufrió, tras la incivil guerra española, la persecución política y académica. Autor de numerosos libros de investigación y pensamiento de gran difusión, fue además asiduo colaborador de revistas y periódicos y prolífico conferenciante. Su influencia se dejó notar en España y en el continente americano.
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