«Se nos tiene por un país amante de la lujuria»
laura REVUELTA en abc - españa
Brasil acapara la atención del mundo entero, pero no todo es fútbol. Su cultura, una de las más ricas del continente americano, tiene en la escritora Nélida Piñon a su mejor embajadora
Arranca el Mundial de Fútbol y Brasil se convierte en centro de todas las miradas: como país, como cultura, como lengua. En la que brilla con luz propia Nélida Piñon (Rio de Janeiro, 1937). Con la Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2005 he conversado. De Galicia, a la que está unida por lazos familiares. De su última obra, «Libro de horas». De su doble «morada»: Brasil y el idioma portugués. Y, naturalmente, de fútbol.
Brasil, ahora mismo, está de «moda» o de actualidad. ¿Cómo ve usted el fenómeno brasileño, con orgullo o con la preocupación de que todo sea un espejismo?
El ascenso de Brasil no es fruto de la casualidad ni se le puede aplicar el concepto de «moda», reservado a un producto de mercado o a un estilo concebido por algún modisto de prestigio. Como además se nos tiene por un país tropical, amante de la lujuria, desde muy pronto fuimos condenados a una periferia distante, como si no encajásemos en las pautas civilizadoras y no poseyésemos un inmenso repertorio cultural. De nada servía, en consecuencia, llamar a las puertas del mundo para exponer virtudes culturales. Pero si ahora llamamos la atención internacional, será por razones variables y oscilantes.
A su país se le conoce fundamentalmente por ser una potencia futbolística. ¿Está de acuerdo con esa imagen un tanto frívola?
«Nuestra obligación es ahuyentar la ferocidad que llevamos en las vísceras»
Una mujer, Dilma Rousseff, es la presidenta de Brasil. Y Mario Vargas Llosa se presentó a las elecciones en Perú. ¿Usted se atrevería a optar a algún cargo político?
Jamás me ha tentado el ejercicio del poder. Me basta haber sido presidenta de la Academia Brasileña de las Letras y me enorgullezco del trabajo que realicé. Veo incompatibles la libertad que proporcionan la escritura y el pensamiento, por un lado, y el tipo de realidad que traza líneas de conducta implacables en el ejercicio de un cargo público, por otro lado. A lo largo de la Historia, muy pocos políticos han logrado conciliar la función de intelectual con la de estadista.
El arte brasileño de las últimas décadas ha tenido y tiene mayor proyección internacional que su literatura. ¿Está de acuerdo?
La música, la pintura, la escultura, por poner algunos ejemplos, no precisan la intermediación de la palabra. Son artes que atraviesan el muro de la sensibilidad prescindiendo de la traducción verbal. Al contrario que la literatura, que no existe sin una lectura realizada en una lengua comprensible. La literatura trata de las emociones y el pensamiento hechos palabra. La palabra, con sus múltiples acepciones, es mágica, produce mil interpretaciones en sus mil lectores que son libres de inventar. En cuanto a la literatura brasileña, ha sufrido una penosa marginación. Al no ser leída, no puede ser apreciada. ¿Acaso el europeo culto sabe que Machado de Assis, escritor brasileño del siglo XIX, rivaliza en grandeza con Flaubert y Stendhal?
¿Podría trazar un breve retrato robot de la cultura brasileña y de sus características más sobresalientes?
«Acostumbro a decir que para ser moderno hay que ser arcaico»
Una frase de su última obra editada en España, «Libro de horas»: «Con el arte literario incrustado en las vísceras, olvido las exigencias ingratas del mercado». ¿El mercado editorial está cada vez más dominado por las exigencias de los superventas?
Es difícil resistirse a este mercado, que a veces transforma a un escritor en millonario. Y, en estos casos, la portada lleva el nombre de la editorial como autor, y no el del escritor. Cada día la vida exige menos compromiso y la brevedad del arte. Ejercemos menos nuestra opción estética.
Es lo que Vargas Llosa denomina la cultura del espectáculo. ¿Cree que es un fenómeno que algún día terminará con nosotros?
La cultura del espectáculo se opone a la cultura de la vida, que es incómoda para una sociedad alienada. El dolor, que proviene de lo humano, está pasado de moda. La mediocridad vigente nos petrifica. Esperemos, por lo tanto, que surja en el futuro un movimiento que, por el bien de la civilización, se oponga a la barbarie.
Viajemos a Europa, cultura en la que usted echa anzuelos continuamente. ¿Por qué esa necesidad de regresar siempre a los orígenes?
«¿Acaso el europeo culto sabe que Machado de Assis rivaliza con Flaubert?»
Dios aparece como una constante entre sus palabras. Ha llegado a afirmar que «con Dios me entiendo, con las personas me resulta más difícil». ¿Ha sido siempre así?
Soy una mujer que jamás ha sentido desprecio por la condición humana. Al contrario, no concibo la vida sin fe, sin misericordia por el prójimo. Reconozco, sin embargo, que la materia humana oscila entre lo depravado y rasgos de lo divino. Estamos hechos de gestos que transfiguran lo real, pero también somos ejecutores desprovistos de conciencia. Nuestra obligación es ahuyentar la ferocidad que llevamos en las vísceras, a favor de los sentimientos que nos llevan a la salvación. A declarar nuestro amor por el otro.
Usted es una viajera empedernida por obligación y por devoción. ¿En qué país, en qué lugar habitaría que no fuera Brasil?
Viajo por el mundo y por el interior de la casa. Mi imaginación siempre ha sido muy peregrina. Es más veloz que mis piernas. He vivido en diferentes países, pero siempre he vuelto a casa. Brasil es mi morada, así como la lengua portuguesa. Con los años aumenta el sentimiento de que mi casa es mi país.
Para usted, su lengua lo es todo. ¿Qué piensa del conflicto lingüístico que ahora mismo se vive en España: el rechazo del español por parte de algunas Comunidades Autónomas?
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