A Rubalcaba que
huye, puente de plata
Amando de Miguel en Libertad Digital.
Él mismo lo ha dicho: "En España se entierra como nadie". Es decir, dimite un alto cargo (cosa insólita, la verdad) y todos se prestan a ensalzar lo bueno que es, lo admirable que ha sido su postura, lo brillante que ha sido su carrera. No seré yo quien se una a ese coro de alabanzas post mortem política.
Comprendo que Rubalcaba fue un buen atleta en las competiciones universitarias de su tiempo juvenil, pero, como político, ha sido nefasto para la salud pública. Destrozó el sistema de enseñanza en la edad obligatoria, se aprovechó vilmente de la matanza terrorista de Atocha y pasteleó con la ETA. Al final, destrozó a su partido. El único mérito es que no se le conocen casos de corrupción. Ya es triste decir una cosa así.
Pero no es el juicio político lo que a mí me corresponde. Es el gesto de decir con toda naturalidad que, después de un par de décadas en la política activa, se vuelve a la universidad. Es asombroso, nadie ha criticado esa acción, que a mí me resulta vituperable. Es una afrenta a mi universidad, por otra parte, tan maltrecha la pobre. Por eso no llama la atención la desvergüenza de decir que se vuelve tranquilamente a la Universidad. Vamos a ver. Durante los últimos dos decenios, ¿qué ha hecho Rubalcaba en el plano de su disciplina, la Química Orgánica? ¿Qué trabajos académicos ha dirigido, cuántos libros ha escrito, qué contribuciones científicas ha firmado? Eso es lo que tendría que decir públicamente para poder reincorporarse con dignidad a su cátedra. Si se me permite la comparación, a mí hace años que ya no me permiten dar clases por haber cumplido la edad reglamentaria. Pero en los dos últimos decenios he publicado docenas de libros, he sido profesor visitante en universidades norteamericanas, he dado cientos de conferencias. Dejo aparte los miles de artículos y las intervenciones en los medios.
Considero una infamia que se pueda uno reintegrar a la Universidadsin haber acumulado ningún mérito intelectual. Ya sé lo que me van a decir. "Total, qué más da, si la Universidad Complutense no es ni sombra de lo que fue". Es cierto. La mejor prueba es que mi crítica quedará como una rabieta personal.
Citaré un caso egregio para que nos sirva de lección. En 1969 Henry Kissinger era catedrático de Relaciones Internacionales en Harvard. Le dieron una excedencia por cuatro años para que fuera a ocupar el cargo de secretario de Estado (ministro de Asuntos Exteriores) con el presidente Nixon. Después de lo cual podría volver a su puesto, teniendo en cuenta que esa cargo le iba a servir de prácticas para las explicaciones de su cátedra. Aun así, el profesor Kissinger publicó algunos excelentes artículos sobre su especialidad. Pero le cogió gusto al cargo y se reenganchó otros cuatro años con el presidente Ford. En 1971 terminó su experiencia como político y determinó volverse a su cátedra. En Harvard le dijeron que lo sentían mucho, pero que ocho años habían superado el permiso. Así que el todopoderoso Kissinger tuvo que abandonar el alma máter, a pesar de haber acumulado una notable experiencia en su campo de las relaciones internacionales. Como compensación lo nombraron rector de la Universidad de Georgetown, un cargo político, que en los Estados Unidos se piensa más como empresario para obtener fondos. Irónicamente, la Universidad de Georgetown es de los jesuitas. No hace falta decir que Kissinger es judío y alemán de nacimiento. Por eso no pudo ser candidato a la presidencia de los Estados Unidos.
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