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sexta-feira, 22 de agosto de 2014

LA LENGUA VIVA





Aprenda inglés sin 



esfuerzo


 en Libertad Digital - España






Con el título de "la Unión globoparlante", un editorial de The Economist toca un punto controvertido: la lengua común para la Unión Europea. Asalta la paradoja: el inglés se convierte en la lingua franca de los europeos. Pero, al tiempo, el Reino Unido es el país menos comprometido con la UE, tanto que no admite el euro. En el resto de los países sus funcionarios y políticos se manejan mejor o peor en inglés, aunque disponen de sus respectivas lenguas maternas. Añado que la competencia lingüística de los españoles deja mucho que desear. ¿No se levantaría la torre de Babel en España?

Antes de decidir si el inglés va a ser la lengua de trabajo primordial de la UE, conviene registrar un hecho. Casi todas las reuniones internacionales científicas o de negocios se realizan en inglés. Por cortesía a veces se ofrece traducción simultánea a otras lenguas. Pero los sufridos traductores tienen la impresión de que hablan para ellos mismos. Mi opinión es que el propósito de respetar el mayor número posible de lenguas en los trabajos de la UE se acerca al disparate, al menos presupuestario. Cabe repetir la idea para la situación dentro de España.

El editorialista de The Economist observa que el inglés que se oye en la UE aparece más bien como una jerga, al mezclarse tantos acentos y significados. Es lógico. El francés, el alemán y el español son idiomas que se aprenden por muchas personas que no los poseen como maternos. Tal multiplicidad idiomática genera confusiones.

El dato de que el español sea un idioma de comunicación internacional hace que los hispanos seamos tan reacios a aprender otras lenguas. Habrá que confiar en la próxima generación de españoles que han pasado por escuelas más o menos bilingües, singularmente inglés y castellano. Una buena iniciativa sería que laspelículas extranjeras no se doblaran al español, sino que se pusieran subtítulos. Ganaríamos todos.

Una ventaja estructural de la lengua inglesa es su facilidad para importar palabras y componer otras nuevas. El inconveniente es su enorme variabilidad fonética. Por ejemplo, no creo que los coreanos cultos hayan entendido el inglés del papa Francisco.

Quizá le ocurra al inglés la misma disgregación que experimentó el latín en su día, precisamente por el éxito que tuvo al difundirse tanto. El peligro no creo que vaya a afectar al francés, al alemán o al español. Son idiomas con menos variaciones fonéticas para los hablantes cultos. El español goza de la ventaja de una Academia que cuida de fijarlo.

Resulta extraño que en España se exija el conocimiento del inglés para desempeñar muchos puestos profesionales o directivos, pero no se necesite para ascender en la política. Ya es triste que nunca hayamos tenido un jefe de Gobierno que se desenvolviera en inglés, aunque solo fuera para una conversación de circunstancias.

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