Palabras en busca de diccionario
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Miles de palabras seguirán existiendo aunque no figuren en el nuevo Diccionario, que ya llega. Pero casi todos hemos caído alguna vez en la calamidad de decir «esa palabra no existe», cuando el mero hecho de haberla oído certifica lo contrario.
El lexicón académico dejará fuera muchos términos cuyo uso, sin embargo, no suena extraño. Si alguien dice «esto es cabreante» no se nos ocurrirá corregirle: «Cabreante no está en el Diccionario»; aunque no esté (que no está). Se trata de una creación legítima, igual que ilusionante o escuchante (ambas entran ahora) o murmurante (que sigue fuera); formas todas ellas derivadas de cabrear, ilusionar, escuchar y murmurar (y que se han llamado participios presentes, participios activos o adjetivos verbales). No estarán algunas en el Diccionario, pero sí en la gramática. Porque la lengua tiene recursos creativos. Si deanónimo deriva anonimato, ¿cómo no dar validez a seudonimato a partir de seudónimo?
El idioma nos sirve para comunicarnos, y todas sus herramientas son buenas o malas en función de los interlocutores. Muchos vocablos expresan lo que tanto el emisor como el receptor entienden; y su ausencia del Diccionario no les resta eficacia.
El director del diario As, Alfredo Relaño, se refería en su periódico el 24 de agosto de 2013 al estaribel montado en el estadio Bernabéu (y luego desmontado) para la presentación del galés Gareth Bale. Muchos lectores se estarán extrañando ahora al saber por estas líneas que la voz estaribel no ha sido bendecida por la Academia como instalación provisional que se destina a un fin perecedero: por ejemplo, los tenderetes de feria, el escenario del grupo verbenero o el tingladillo que se monta en el estadio madridista en días de fichaje. Sin embargo, otros no la habrán oído nunca, porque no ha logrado un uso muy amplio.
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