Elogio y descrédito de la cortesía: piropo, cumplido, halago
Los contactos efímeros entre conocidos se tornan cada vez más bruscos. Hasta el escueto gracias se hace cada vez más raro.
AMANDO DE MIGUEL en libertad digital - españa
Una de las alteraciones más llamativas en el lenguaje coloquial es la progresiva eliminación de las fórmulas de cortesía que indican respeto al prójimo. Incluso se definen como "cumplidos" poco menos que hipócritas.
De tal suerte que los contactos efímeros entre conocidos se tornan cada vez más bruscos. Hasta el escueto gracias se hace cada vez más raro. Tiende a sustituirse por el hasta luego, aunque no quede claro ese inmediato tiempo futuro en el que vayan a coincidir otra vez los interlocutores.
Resulta hoy impensable repetir el cruce de halagos que se decían nuestros bisabuelos bien educados, preferentemente entre una mujer y un hombre:
─Muchas gracias, señor.
─Las que usted tiene, señorita.
─Las que usted tiene, señorita.
La contestación anterior equivale a la fórmula del "piropo" (en griego, fuego artificial), que hoy más bien repugna por haber perdurado como grosería. Han quedado arrumbadas otras fórmulas de saludo lisonjero. Por ejemplo, "dichosos los ojos" (que te ven), "el gusto es mío" (como respuesta a "tanto gusto"), "a la paz de Dios" (traducción del árabe y el hebreo). Todas esas fórmulas, y otras aún más adornadas, se ven sustituidas por el incoloro "hola", que a nada compromete.
La actual tendencia a reducir la afectividad del saludo lleva a esta progresión: (1) "Buenos días nos dé Dios". (2) "Buenos días". (3) "Buenas".
Por influencia del inglés o del catalán, ahora pasamos en castellano a desear "buen día", en singular. Parece una cominería.
La gran innovación coloquial de nuestro tiempo es el "¿vale?" interrogativo que se añade a cualquier frase para lograr la aquiescencia del interlocutor.
No equivale al magnífico vale latino, que se traduce por "cuídate". Es una pregunta obsesiva que no espera contestación y que sirve para seguir en el uso de la palabra. Cumple asimismo esa función el reiterativo "¿sabes?".
Se emplea especialmente por teléfono para poder seguir hablando. Otra variante es "¿no?". Son preguntas retóricas que no esperan contestación. Puede que ni siquiera se oigan.
La gran novedad del lenguaje coloquial de hoy es la introducción de palabras gruesas en el diálogo, incluso por parte de mujeres y niños. Al reiterarse tanto los tacos, pierden un poco su significación grosera para convertirse en meras exclamaciones. En tal caso sirven para que el hablante sea más enfático y persuasivo. El uso reiterado de lo que antes eran palabrotas, desprendido ya del tabú, sirve para que la conversación se desenvuelva en un tono amistoso, afectivo. Es un propósito que a los españoles nos preocupa mucho, quizá por un paradójico temor al conflicto en las relaciones personales.
Los lectores pueden enviar propuestas a mi correo:fontenebro@msn.com
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