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Un nuevo tipo de guerra: la acorazada
Durante la Primera Guerra Mundial, británicos y franceses liderearon la construcción y empleo de tanques de guerra; las fuerzas de ambas naciones utilizaron miles de carros de combate. Por su parte, los alemanes, priorizaron la producción de armas anticarro –«arma o artificio que se destina a destruir o neutralizar carros de combate y otros vehículos semejantes».
A la par que los tanques, aparecieron el primer cañón autopropulsado –«con su propio sistema de transporte integrado en un chasis blindado de tracción mediante orugas o ruedas»–, el primer transporte blindado de personal y el primer transporte blindado de personal con tracción de orugas, los cuales fueron utilizados en la contienda bélica de 1914-1918. Así comenzó la guerra acorazada moderna –«aquella en que se utilizan vehículos blindados de combate».
El tanque británico Mark I –y sus sucesores– entró por primera vez en acción en la batalla del Somme (Francia, 1916), pero no consiguió rebasar el concepto de guerra de trincheras; sin embargo, en la batalla de Cambrai (Francia, 1917), tuvieron más éxito y rompieron la línea de trincheras alemana –Línea Hindenburg «vasto sistema defensivo de trincheras en el noroeste de Francia construido por los alemanes durante esta contienda»–; aunque fue la de Amiens la que terminó definitivamente con el concepto de línea de frente –«extensión de territorio en que se enfrentan los ejércitos»– y puso fin a la guerra.
Después de la Primera Guerra Mundial, los aspectos técnicos y la doctrina de la guerra acorazada fueron evolucionando, llegaron a ser más sofisticados y se crearon múltiples escuelas. En esta etapa de entreguerras, los distintos prototipos –del griego, «ejemplar original o primer molde en que se fabrica una figura u otra cosa»– Mark, construidos por británicos y norteamericanos, que se caracterizaban por su diseño romboide, fueron quedando atrás. Italianos, franceses y alemanes produjeron carros de combate de torretas–«torre acorazada»– más compactas y orugas más bajas. La necesidad de emplear esta arma contra la infantería o trasladarla a las colonias exigía un vehículo más ligero; ello se correspondía con las dificultades económicas de los años veinte del pasado siglo, pues este tipo de tanque resultaba más barato.
A finales de la década del veinte y durante los años treinta, el liderazgo en la construcción de esta mortífera arma pasaría a Alemania y la antigua Unión Soviética.
La Guerra Civil Española (1936-1939) evidenció la importancia de los enfrentamientos carro contra carro y carro contra armas anticarro, que requerían de un tanque fuertemente blindado y armado, y que, a la vez, tuviera menos peso para facilitar su ocultamiento.
Basil Liddell Hart (1895-1970), historiador militar, escritor y periodista británico, con importantes aportes en el campo de la guerra acorazada, previó una guerra en la que predominaría la mecanización, sistema que si bien en su tiempo no fue aceptado, sesenta después, los países imperialistas convertirían en una triste realidad.
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