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segunda-feira, 24 de novembro de 2014

RYUKICHI TERAO:

 "Del japonés al español no existe traducción literal; es imposible"

Responsable de las versiones al japonés de Vargas Llosa, Sabato y Gelman, el traductor y académico presenta ahora en castellano una novela de Kobo Abe, clásico de su país
Por   | LA NACION

Kobo Abe era un provocador, un atrevido capaz de alejarse del cliché banal del escritor japonés y no suicidarse a pesar de sus sombras siniestras. Murió de un infarto mientras hacía el amor con su amante en Tokio, la ciudad en que había nacido.
"Una oveja negra". Así lo define Ryukichi Terao, el académico nipón encargado de traducir al castellano directamente del japonés las obras Idéntico al ser humano, El hombre caja, Los cuentos siniestros, Historia de las pulgas que viajaron a la Luna (y otros cuentos de ficción científica) y la novela de reciente aparición Encuentros secretos (las tres últimas editadas por Eterna Cadencia).
Contemporáneo de Yukio Mishima y Kenzaburo Oé, Kobo Abe, nacido en 1924, vivió de niño y adolescente en Manchuria (región ubicada al noreste de China entonces dominada por el ejército japonés). Fue allí donde se alimentó de la literatura de Occidente, de las palabras y de los universos creados por Melville, Swift, Carroll, Poe y Kafka. "Su punto de partida como escritor fue el deseo de crear mundos extravagantes como los de Poe y claustrofóbicos y fantasmales como los de Kafka", destaca Terao la pasión de esta rara avis en la literatura nipona, cuya voz se hizo conocida de este lado del continente por sus novelas La mujer de arena (1962) y El rostro ajeno (1964).
El reconocimiento que Kenzaburo Oé hizo público al recibir el Premio Nobel en 1994 y señalar que el galardón debió haber sido para Kobo Abe (fallecido un año antes) despertó un interés renovado por la obra de este autor bautizado el Kafka japonés, cuyas narraciones revelan, según Terao, "las profundas crisis del individuo, la esencia y la existencia humana".
El carácter experimental y la audacia narrativa de su obra son sus máximos atractivos. "Sus textos no se detienen en los colores locales, no tratan de explotar lo que es propio de Japón. Siempre se consideró a sí mismo un escritor del globo terráqueo -comenta el académico de la Universidad Ferris de Yokohama, traductor, investigador y doctor en Estudios Latinoamericanos-. Una de las mayores riquezas de Kobo Abe son sus metáforas, ese mundo hipotético, tal como le gustaba definirlo, ese universo que existe en paralelo a nuestra realidad. Es un autor que procura contrastar a los lectores con los retos sociales, culturales y tecnológicos."
-¿Qué obstáculos ha tenido que superar para abordar sus textos?
-Kobo Abe es un autor que no tenía ningún dominio de un idioma extranjero, o sea que su pensamiento está muy arraigado al japonés, por lo que muchas frases resultan intraducibles al español, conceptos que resultan imposibles de trasladar a otro idioma. Hice un trabajo de reconstrucción.
-Borges solía decir que el traductor es capaz de crear un obra literaria nueva.
-Borges era capaz hasta de cambiar el final [risas], de hacer una reinterpretación de la pieza. En la traducción lo que importa es el idioma de salida, el idioma que leen los lectores. Del japonés al español no existe una traducción literal, es imposible, por lo que es necesario de alguna manera convertir esos objetos intraducibles en algo legible. En este sentido, me permito hacer traducciones bastantes acrobáticas, con cierta libertad que está ligada al conocimiento que tengo sobre este autor que siempre he admirado. Si no se consigue traducir esos símiles se pierde gran parte de la riqueza del mundo de Abe. Lo mismo ocurre con las traducciones que van del español al japonés (vertió a Ernesto Sabato, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Juan Gelman, Guillermo Cabrera Infante y José Donoso).
En la recientemente editada Encuentros cercanos (esta tarde, a las 19, se hará la presentación de la novela en la librería Eterna Cadencia), Kobo Abe vuelve a explorar sobre utopías fracasadas y la desolación de la vida moderna. "Y lo hace poniendo foco en lo pesadillesco del mundo de la medicina, un campo que conocía. Abe obtuvo su diploma de medicina con la condición de no ejercerla nunca. Y no lo hizo. El universo de los hospitales que conoció le sirvió para convertirlo en una metáfora de la sociedad. La novela se publicó en 1977 y aún mantiene esa vigencia en la que indaga sobre el conocimiento de uno mismo, los sistemas de vigilancia a los que estamos expuestos." "Una mañana de verano, llegó una ambulancia sin que la solicitaran y se llevó a la esposa del hombre", la frase sacude al lector al presentar la incansable búsqueda que llevará al protagonista de Encuentros secretos a adentrarse en una zona laberíntica y aparentemente sin sentido.

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