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sexta-feira, 16 de janeiro de 2015

EL MARQUÉS DE SADE:

El escritor maldito que dio su nombre a una 
perversión sexual

El noble permaneció encerrado injustamente en la fortaleza de Vincennes y La Bastilla, durante más de trece años, hasta que el estallido de la Revolución Francesa lo puso en libertad. Había sido acusado de intentar envenenar a unas prostitutas durante una orgía

Define la RAE el sadismo, citando como su origen al escritor Donatien Alphonse François de Sade, como «la perversión sexual de quien provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona». La leyenda negra del Marqués de Sade, un novelista salpicado por los tumultuosos años de la Revolución francesa y por varios escándalos sexuales, envió sus obras al terrero de lo maldito y la Iglesia católica las incluyó en el Índice de libros prohibidos. Bien es cierto que los supuestos crímenes que cometió nunca alcanzaron ni la sombra de los que narraba en sus textos de ficción.
No en vano, la infancia y juventud de Donatien Alphonse François de Sade fue bastante convencional, sin rastro de la oscura erótica que marcaría su obra literaria. Hijo único de Jean-Bastiste François Joseph –diplomático, militar y conde de Sade– y de Marie Eleonore de Maille de Carmande sangre borbónica, Donatien nació en París en 1740 y fue educado en sus primeros años por el importante noble Luis José de Borbón-Condé. Tras viajar por varios países de Europa junto a sus padres por motivos diplomáticos, con 10 años, Donatien regresó a París para ingresar en el prestigioso colegio jesuita Louis-le-Grand. De aquel niño se ha dicho que tenía una mente brillante que devoraba todo tipo de libros, con especial predilección por las obras de historia y, sobre todo, los relatos de viajeros, que le proporcionaban información sobre las costumbres de pueblos remotos y exóticos.

Un destacado héroe militar de Francia

Cuando todavía era un adolescente, el heredero de la casa de Sade –una de las más antiguas de la zona de Provenza– ingresó en la academia militar. A la edad de 16 años, Donatien participó en su primera batalla al mando de cuatro compañías de filibusteros durantela toma de Mahón (Menorca) a los ingleses, dentro del contexto de la Guerra de los Siete Años. En el asalto murieron más de cuatrocientos franceses, pero la buena actuación del joven teniente le ganó gran prestigio. Así, hasta el final de la guerra en 1763, Donatien recorrió la mayor parte de los frentes franceses repartidos por Europa, incluida la zona oriental, y alcanzó el grado de capitán en la caballería de Borgoña.
Después de regresar a Francia, donde se casó contra su voluntad, algo cotidiano en la época,con la hija mayor de los Montreuil –familia noble con una excelente posición económica–, Donatien inició su carrera literaria y, con ella, la algarabía de escándalos sexuales. Instalado en el castillo de la familia de su mujer en Échaffars, la zona de Normandía, el militar retirado momentáneamente se vio envuelto en un primer y confuso incidente al ser arrestado en 1763 y conducido a la fortaleza de Vincennes por orden del Rey debido, sostienen diversos autores, a un misterioso manuscrito firmado por Sade con alto contenido sexual. Donatien pasó 15 días encerrado hasta que la familia de su esposa se hizo cargo de él.
«Los días, que en un matrimonio por conveniencia sólo traen consigo espinas, hubieran dejado que se abrieran rosas de primavera. Cómo hubiese recogido esos días que ahora aborrezco», escribe en una carta Sade como prueba de que estaba insatisfecho con su matrimonio. Es por ello, quizás, que el noble francés mantuvo relaciones con varias amantes, la mayoría habituales de la Corte, y se rodeó con asiduidad de los servicios de prostitutas durante su estancia en París. No en vano, su carrera política fue en ascenso y, a la muerte de su padre en 1767, heredó el título de conde de Sade (en su caso como marqués, pues era costumbre en su familia emplearlos alternativamente). El 16 de abril de 1767 alcanzó el grado de capitán comandante en el regimiento del maestre de campo de Caballería.

El escándalo de Arcueil: violación y tortura

Dos años después, el famoso escándalo de Arcueil destruyó para siempre el prestigio acumulado por el marqués. Según la versión de la supuesta víctima, Sade contrató los servicios de una mujer llamada Rose Keller, a quien forzó, azotó y torturó derramando cera ardiendo sobre unos cortes que previamente le había realizado con un cuchillo. Sin embargo, como ocurre con toda la leyenda negra sobre su vida, es difícil probar cuánto hay de cierto en las acusaciones y cuánto es la consecuencia indeseable de los textos eróticos y «sádicos» que Donatien ya distribuía por aquellos años. De una forma u otra, el noble pasó en prisión siete meses y el incidente, deformado hasta la exageración, tuvo graves consecuencias para su carrera.
Al ser liberado, Sade se centró aún más en su afición por el teatro. Montó un teatro en el castillo de Lacoste y formó una compañía con un repertorio superior a las veinte obras. Pero de nuevo otro escándalo sexual sacude en esos años su biografía. En el verano de 1772, tuvo lugar el «caso de Marsella». Sade, tras una orgía con varias prostitutas, fue acusado de haberlas envenenado con un afrodisíaco llamado la «mosca española»,el mismo que pudo estar detrás de la muerte de Fernando «el Católico». Tras una larga jornada de orgías, dos de las muchachas sufrieron una indisposición que remitió pasados unos días. Siempre bajo la estricta lupa que le había ganado su literatura, el marqués fue sentenciado a muerte por sodomía y envenenamiento, sin que la recuperación de las mujeres fuera prueba suficiente de su inocencia.
Antes de ser prendido, Sade huyó a Italia, donde terminó arrestado en Chambéry (Saboya) -entonces parte del Reino de Cerdeña- por petición de su suegra, la influyente Señora de Montreuil. Tras permanecer encerrado en el castillo de Miolans (en Saint-Pierre-d'Albigny) durante cinco meses, el noble francés consiguió evadirse con la ayuda de su esposa y se refugió en Italia, probablemente también en España. El 13 de febrero de 1777, enterado de que su madre estaba agonizando, Sade regresó a París junto con su esposa y, esa misma noche, fue capturado en el hotel donde se hospedaban y encarcelado en la fortaleza de Vincennes por mediación de su todopoderosa suegra.
Sade permaneció 13 años en la prisión de Vincennes, a pesar de que su causa fue anulada por irregularidades solo un año después de su ingreso. Su estancia allí afectó gravemente a la salud física y mental del marqués que, con el único contacto en el exterior de su esposa, dedicó su estancia a leer y a escribir obras de teatro y cartas. Bien es cierto que las condiciones de esta fortaleza no eran las mismas que las de las cárceles destinadas a las clases bajas, en las que se hacinaban los presos en condiciones infrahumanas.
ABC
Sade fue trasladado de La Bastilla poco antes de que fuera tomada
Quizás por este exceso de «lujo» para tan pocos presos, se contaban menos de una decena, la prisión fue cerrada y Sade trasladado a la Bastilla en 1784. «Es una prisión donde estoy mil veces peor y mil veces más estrecho que en el desastroso lugar que he abandonado», escribió a su esposa quejándose de su nuevo destino. Sin embargo, su estancia allí no duraría mucho tiempo puesto que cinco años después, con el estallido de la Revolución francesa, el noble fue trasladado nuevamente a un manicomio, antes de que la Asamblea Revolucionaria anulase definitivamente las medidas que la suegra de Sade mantenía desde hace años para evitar su liberación.

«El libro más abominable jamás engendrado»

Moralmente hundido, arruinado, obeso hasta el punto de no poder caminar sin ayuda y con la vista disminuida, el Marqués de Sade salió de prisión a los cincuenta y un años de edad el 13 de marzo de 1790, noche de Viernes Santo. Y aunque sus obras de teatros no terminaron de triunfar en el París de la Revolución, el escritor se adhirió y participó activamente en el proceso revolucionario. De esta forma, colaboró escribiendo diversos discursos, como el pronunciado en el funeral de Marat, y se le asignó tareas para la organización de hospitales y asistencia pública. Pradójicamente, siendo secretario de una sección de la ciudad, los Montreuil solicitaron el amparo del marqués cuando su domicilio fue precintado y ellos acusados de «extranjeros». Sade ofreció su ayuda a sus suegros –quienes lo habían mantenido trece años encarcelado en Vincennes y La Bastilla– y se encargó de que no fueran molestados durante el tiempo que permaneció en el cargo. Pero, durante el periodo del Terror de Maximilien Robespierre, la condición de moderado del noble le llevó de nuevo a prisión, donde se salvo por poco de ser ejecutado en la guillotina.
Tampoco esta vez a su salida de prisión Sade pudo ganarse la vida en el teatro, y terminó viviendo en la indigencia casi completa. Además, el escritor francés comenzó a recibir respuestas muy agresivas contra sus textos. Muchas de las obras de Sade, en efecto, contienen explícitas descripciones de violaciones e innumerables perversiones, parafilias y actos de violencia extrema que en ocasiones agredían directamente los convenios sociales. Así lo consideró el Emperador Napoleón que arrojó al fuego la novela «Justine o los infortunios de la virtud», distribuida clandestinamente por Francia, porque «es el libro más abominable jamás engendrado por la imaginación más depravada». Es por esta razón que gran parte de su obra se perdió, víctima de los ataques y la censura, entre ellos, los de su propia familia, que destruyó numerosos manuscritos en varias fases.
Encarcelado por el régimen napoleónico que le acusó de «demencia libertina» en 1801, Sade fue ingresado en el asilo para locos de Charenton gracias a la asistencia de su familia, que se encargó de pagar su estancia y su manutención. A su muerte en 1814, uno de sus hijos quemó todos los manuscritos inéditos, incluida una obra en varios volúmenes, «Les Journées de Florbelle», que el marqués había seguido escribiendo hasta que le fallaron los dedos. No en vano, su legado no tardó en ser revisado y reverenciado por la siguiente generación de escritores. No así su leyenda negra que le sigue acompañando con el mero recitar de su nombre.

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