Excurso sobre el escusado
Amando de Miguel en Libertad Digital - España
Una de las grandes innovaciones en la Historia de la humanidad ha sido la de disponer de un cuarto para librarse de la orina y los excrementos. Algo tan sencillo solo empezó a generalizarse a finales del siglo XIX; como quien dice, ayer mismo. Ha sido un elemento fundamental en el enorme avance de la higiene privada y pública, y una de las causas del reciente incremento de la esperanza de vida. El problema es que algo tan útil debe ocultarse en el lenguaje, con todo tipo de eufemismos, para mantener el tabú de referirse a las funciones evacuatorias. Así tenemos las continuas vacilaciones del idioma para referirse a la pieza de la casa o de los lugares públicos que visitamos con tanta frecuencia.
La letrina de los romanos era una contracción de lavatrina, literalmente, lugar donde se lava uno. Es palabra que se ha mantenido en el círculo castrense, pero arrumbada fuera de ese contexto. El eufemismo de lavarsepor orinar y defecar se mantiene en la voz lavabo, que se ha mantenido hasta hoy. En latín significa "yo lavaré", palabra que pronuncia el cura en misa en el acto de lavarse las manos después del ofertorio. No puede haber eufemismo más pulcro para indicar el cuarto donde se tramitan los excrementos. Hasta el siglo XIX burgués no se popularizó en España la delicadeza del lavabo. Todavía se emplea para los retretes de algunos lugares públicos, como teatros o salas de conciertos. Casi ha desaparecido la institución de la señora de los lavabos, ocupada de la limpieza de esos lugares y acaso vigilante de la moralidad. Solía dársele una propina.
Retrete es un catalanismo que indica el cuartito retirado de los demás para las funciones evacuatorias y, por afinidad, la de la limpieza corporal. Ha decaído mucho su uso, precisamente porque se ha hecho demasiado patente su función principal. Una versión más púdica es el escusado, una voz en desuso.
En algunos hoteles antiguos el cuartito con el número 100 era el reservado precisamente para las funciones evacuatorias. De ahí el sobrenombre decien que se le dio al retrete común. En los hoteles actuales se exige que elbaño (otro eufemismo) se encuentre en la misma habitación donde se duerme o se huelga.
El premio del eufemismo más refinado hay que dárselo a los marinos, el cuerpo militar más aristocrático, aunque solo sea por el uniforme. En los buques de la armada la letrina, situada en el extremo de la popa, recibía el nombre de jardín. De ahí la expresión meterse en un jardín para indicar algo dificultoso o desagradable.
Hemos pasado por diversos eufemismos, como WC, que pocos saben qué significa literalmente (water closet o cuartito del agua). Lo más corriente en los lugares públicos es indicar damas o caballeros, señoras o señores. Para mayor confusión se apela a un ideograma para indicar uno u otro sexo: un perfil con faldas o con pantalones, la inicial S o la C, una chistera o un abanico. Se puede poner también una figura artística de una señora o un caballero. No tengo muy claro cómo se gestiona el caso de los homosexuales, los que se sienten del sexo contrario al aparente. En los lugares públicos se generaliza servicios (como si no hubiera otros) oaseos (como si solo fuera asearse).
En la vida particular el nombre más utilizado hoy es el de baño, aunque la función de bañarse sea mucho menos frecuente que la evacuatoria. Es más, después de un largo proceso para instalar bañeras en las casas y en los hoteles, la tendencia actual es la de sustituirlas por duchas. No importa, el cuartito que acoge la ducha y el inodoro o la taza del wáter (seguimos con los eufemismos) recibe el pomposo título de cuarto de baño. Todavía en algunas familias rurales o de medio pelo, cuando enseñan la casa al visitante, muestran con orgullo "aquí el baño", que brilla como los chorros del oro. Es la verdadera innovación respecto a la casa de los bisabuelos, donde quizá las funciones evacuatorias se realizaban penosamente en el corral. Entre uno y otro lugar un siglo de progreso nos contempla. Pero el idioma sigue vacilante para poner el nombre adecuado a algo tan frecuente como el lugar reservado para orinar o defecar.
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