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segunda-feira, 4 de maio de 2015

LA LENGUA VIVA



Riqueza y miseria del correo electrónico



Tardé en acostumbrarme al nuevo invento, resistente como soy a las modas. Pero ya me he hecho a él y no puedo serle infiel. Al principio eran pocos los correos. Pero ahora me inundan. No son solo cartas sino todo tipo de mensajes, recordatorios, comentarios, peticiones, ofertas comerciales, solicitudes, textos para leer y comentar, avisos de quedadas, entrevistas, facturas, fotos, vídeos, noticias, etc. Media vida se resuelve o se complica a través del emilio. Un gesto amistoso entre dos personas que se conocen es el intercambio de la caprichosa fórmula del correo propio, con su arroba correspondiente. Admiro a esas personas que disponen de tarjetas rimbombantes, con letras en relieve y cartulina de papiro. Yo solo dispongo de papelillos que imprimo yo mismo.
Como es lógico, cada día debo insumir más tiempo para leer y contestar los correos de tan abigarrado estilo. Hace poco descubrí con asombro y preocupación que la mayor parte de mi horario se dedica al correo electrónico. La verdad, no sé por qué seguimos llamándolo así. Bastaría con decir "correo" sin más, puesto que el postal es un residuo para papeles de finanzas domésticas, paquetes y propaganda. Abrir el correotodas las mañanas se ha hecho tan habitual como desayunar.
Menos mal que, por el momento, me he limitado al correo que entra y sale por el ordenador de mesa. No quiero pensar lo que sería si utilizara también el teléfono (mal llamado "móvil") para esa función, y no digamos otros artilugios similares. Algunos me escriben desde su iPad o como se llame. Supongo que es una publicidad automática. Da mucho pisto. En este mundo nuestro hay que hacer ver que uno anda siempre muy ocupado. Los americanos se contestan al saludo convencional de "¿cómo estás?" con un keeping busy (= estoy muy liado).
¿Nos ha venido a quitar trabajo el correo electrónico? En absoluto. Nos proporciona mucha más tarea, solo que suele ser agradable y de muy variados usos. Añado que a través de la internet dedico un tiempo creciente a leer los periódicos digitales, que nunca sabré por qué se llaman así. Algunos de ellos se me introducen automáticamente en los correos. Agradezco la deferencia de los periodistas. Un entretenimiento parecido es escribir y replicar a los feisbuqueros, los que me envían sus reflexiones almuro (que tampoco entiendo por qué se dice de esa forma). Total, que me paso media vida enfrascado en algo que no entiendo. Cavilo: ¿qué hacíamos antes, cuando no existía el ordenador? No logro reconstruir en la memoria ese pasado cotidiano.
El correo en sus varias formas acaba siendo un continuo estímulo para pensar, reconocer amigos, solazarse. Constituye una nueva forma de trabajo y de ocio al mismo tiempo, que muchos hemos descubierto de forma inopinada. Solo por esa oportunidad ha valido la pena adentrarse en el siglo XXI de nuestros pecados.
Ando intrigado de un correo que me llega todos los días, escrito como una especie de jeroglífico, con abuso de onomatopeyas y signos del teclado que no son letras. ¿Qué me quiere decir cuando es imposible interpretarlo? ¿Por qué malgasta su tiempo ese desconocido corresponsal? ¿No podría traducirme su mensaje con letras y palabras? Supongo que es una nueva forma de comunicación, que no se me alcanza.
Particularmente deleitosos son los correos de los libertarios, con críticas y sugerencias mil. Con algunos de ellos armo aquí algunos artículos, aunque no sé bien si estas piezas pueden ser tratadas como artículos.Artejos habría que decir más bien, pero a veces me paso de neologista. Unamuno me lo pegó. Con algunos de esos libertarios curiosos hemos organizado la correspondiente quedada (KDD, según el lenguaje de los SMS) para ponernos cara y compartir viandas y bebidas. Así empiezan ahora las nuevas amistades. Ciertos libertarios residen a miles de kilómetros de la Puerta del Sol. Aun así, nos hemos llegado a reunir en el Gijón de Recoletos.

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