No cesa sino que se acrecienta en España la ola de anglicismos, palabras que se importan del inglés sin muchos miramientos. Cada vez es más corriente la expresión de hecho. En inglés (in fact) es todavía más abundante. Se trata de la expresión de una cultura pegada a lo empírico. En español resulta bastante extraña, sobre todo cuando se reitera tanto. Nos iría mejor traducirla por "la verdad es que", dado que la mentira para nosotros apenas tiene trascendencia social.
Otra muletilla que repiten especialmente los tertulianos y otros hombres públicos es "estamos hablando". También proviene literalmente del inglés, y la aplican sobremanera las personas que no entienden ese idioma. El gerundio es más impreciso en castellano que en inglés. Una adaptación castiza podría ser "la cosa es que". De forma más libre diríamos "vamos a cuentas".
Cuidado que hay términos para designar en español al que dirige una empresa (director, presidente, consejero delegado, gerente, etc.). Pues nada, ahora se estila, sin traducirlo, el acrónimo CEO (= chief executive officer). Suena cursi.
Tenemos una voz española de mucha tradición: agencia. Ahora se nos aparece resaltada por influencia de los Estados Unidos, donde muchas oficinas públicas llevan ese nombre. Entre nosotros, la inspección de Hacienda es ahora Agencia Tributaria, el antiguo Instituto Nacional de Meteorología se ha transformado en Agencia Estatal de Meteorología. La moda ha entrado en las empresas privadas, donde algunas nuevas se denominan agencias.
El fenómeno de la imitación lleva al embeleso que producen las primariasen la organización de los partidos políticos. Es una institución típicamente estadounidense, donde los partidos son muy lábiles y necesitan elecciones primarias para destacar los candidatos para una elección. Para ello existen unos registros públicos de los simpatizantes de cada partido. En España no hay, ni de lejos, tales registros. Ni siquiera se puede confiar en el de los militantes de cada partido. Sin esa base estadística de partida, parece ingenuo creer que las primarias en España respondan a un método democrático. Tal como se arbitran, más bien son una forma de asambleísmo, cuando no de coopción de los líderes.
Otra moda en la vida pública es la de apostar por. Otra vez se trata de una traducción literal de un verbo (to bet), que se emplea continuamente en inglés para indicar que uno es favorable a algo. La cultura anglicana es muy propensa al ejercicio de tratar de adivinar lo que va a pasar de acuerdo con los deseos. Eso es el betting, que va más allá de la acción de apostar dinero en los juegos de azar. En castellano parece un tanto afectado el estar apostando continuamente en el sentido de favorecer determinadas propuestas.
Jesús Moreno se alarma de la reciente difusión entre nosotros del verbo publicitar. En un mundo en el que tanto cuenta lo público y la publicidad, no nos debe extrañar la necesidad de publicitar o hacer pública cualquier cosa. Desgraciadamente, se ve arrumbado el tradicional sentido de publicista, como el escritor u orador conocido por el público. Ahora ha sustituido al publicitario. Parece que lo dignifica.
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