Sin entrar en polémicas, ni caer en adjetivos hirientes, o revisionismos tan absurdos históricamente como declarar a Cristóbal Colon genocida (el término fue inventado por Raphael Lemkin en 1944, en un libro relacionado con los crímenes del régimen hitleriano), ni desmerecer las cualidades revolucionarias de Juana Azurduy, podríamos concluir, sin temor de ofender a alguien (ni siquiera a los que son más papistas que el papa), que el seguramente mal llamadoDescubrimiento de América cambió la historia de los cinco continentes, y las estatuas de ambos personajes podrían convivir en el predio frente a la Casa Rosada( construida sobre lo que fuera Real Fortaleza de Don Juan Baltazar de Austria, 1594), de la misma forma que las calles Perón e Yrigoyen corren paralelas sin agredirse. De todas maneras, el enigmático Almirante no era militar, solo un ambicioso marino de oscuro pasado que ambicionaba salir de la miseria encontrando una nueva ruta para llegar a las Indias de las especias. Y falleció, pobre de solemnidad, creyendo haber logrado su propósito. Lejos estuvo de imaginar el uso de la espada que hicieron Cortes, Pizarro, y tantos otros aposteriore. Y Juana, la flor del Alto Perú, a semejanza de María Pita en Galicia, y tantas otras mujeres en el mundo, una guerrera defendiendo a su compañero, sus hijos, y la libertad de su tierra, sin reparar en esfuerzos extremos para lograrlo. Después de la Independencia, y las cruentas guerras civiles, en el territorio argentino, se libró una lucha sin cuartel entre indios y blancos donde la mujer, en ambos bandos, fue protagonista al lado de los hombres. De hecho, hubo una fortinera, Mamá Carmen, que peleó con las tropas de línea en la provincia de Buenos Aires contra los indios, llegó a Sargento primero, y ofrendó la sangre de sus hijos a la Patria. Otra, Isabel Medina, fue tan respetada que no mereció apodos, y la nombraron capitán por su heroísmo en combate. Pasó poco más de un siglo, pero la campaña del "desierto" todavía despierta polémicas. Para algunos fue una epopeya que permitió consolidar el territorio nacional; para otros, una guerra sanguinaria, de exterminio, motivada solo por la codicia. En el calor de la discusión, todos olvidan que casi la mitad de las fuerzas de frontera fueron mujeres que dejaron todo para vivir, pelear y morir junto a sus hombres. Se cuenta que una cautiva, Bibiana García, hija de un inmigrante español, rescatada por una partida militar, prefirió regresar a las tolderías, y terminó siendo la última cacique de las tribus de Catriel.
No figuran en los libros de historia, ni se han erigido estatuas en su honor. No se recuerdan sus nombres, salvo el de un par, aunque por sus méritos muchas llegaron a cobrar sueldo del Ejército y a tener grado militar. La historia de la humanidad está plagada de invasiones, desplazamientos y matanzas étnicas, pero no siempre queda una cultura, una lengua para relatar los sucesos. Desde nuestro punto de vista, estaríamos escribiendo otra historia, si casi 500 millones de personas no hablaran castellano. Según estadísticas actualizadas, el idioma más hablado es el chino (mandarin), pero concentrado casi totalmente en el país de origen. En segundo lugar se ubica el castellano, o español, idioma oficial de España, y es hablado en centro y sur del continente americano, un enorme territorio, al que debemos sumar la población hispano hablante en Estados Unidos, que se acerca a los 40 millones de personas; solo el 10% de los que hablan esta lengua están dentro del territorio español. Aunque es el idioma más internacional, el inglés ocupa el tercer lugar, con 340 millones de personas que lo hablan. Sin duda la lengua es uno de los rasgos de identidad más importantes, hay más de 7000 lenguas reconocidas en nuestro planeta. Que se pierda una lengua es una verdadera tragedia para la humanidad. El portugués, derivación del galaicoportugués, es hablado por casi 200 millones, y ocupa el sexto lugar, concentrando la mayor cantidad en Brasil, el extenso país sudamericano. Pero España no tendría su idioma si los romanos, a sangre y fuego, no hubieran sometido a los aborígenes, e impuesto el latín y su cultura después de casi 800 años en la Península. Los musulmanes, aunque nunca ocuparon totalmente el territorio, estuvieron el mismo tiempo y no lograron imponer más que algunos términos de su idioma, pero si influir en la agricultura, la cocina y la música. No tiene sentido renegar de un pasado que forma parte de nuestro presente. ¿Alguien imagina imponer la lengua quechua o náhuatl como idiomas oficiales? Las lenguas se relacionan, se separan, surgen nuevas lenguas, y otras mueren. Es el ciclo natural de la vida. En lo que nos concierne, las lenguas romances (entre las que está el galego) constituyen un territorio en el que millones de personas, a ambos lados del Océano, deberíamos sentirnos hermanados, más allá de odios coyunturales.
No figuran en los libros de historia, ni se han erigido estatuas en su honor. No se recuerdan sus nombres, salvo el de un par, aunque por sus méritos muchas llegaron a cobrar sueldo del Ejército y a tener grado militar. La historia de la humanidad está plagada de invasiones, desplazamientos y matanzas étnicas, pero no siempre queda una cultura, una lengua para relatar los sucesos. Desde nuestro punto de vista, estaríamos escribiendo otra historia, si casi 500 millones de personas no hablaran castellano. Según estadísticas actualizadas, el idioma más hablado es el chino (mandarin), pero concentrado casi totalmente en el país de origen. En segundo lugar se ubica el castellano, o español, idioma oficial de España, y es hablado en centro y sur del continente americano, un enorme territorio, al que debemos sumar la población hispano hablante en Estados Unidos, que se acerca a los 40 millones de personas; solo el 10% de los que hablan esta lengua están dentro del territorio español. Aunque es el idioma más internacional, el inglés ocupa el tercer lugar, con 340 millones de personas que lo hablan. Sin duda la lengua es uno de los rasgos de identidad más importantes, hay más de 7000 lenguas reconocidas en nuestro planeta. Que se pierda una lengua es una verdadera tragedia para la humanidad. El portugués, derivación del galaicoportugués, es hablado por casi 200 millones, y ocupa el sexto lugar, concentrando la mayor cantidad en Brasil, el extenso país sudamericano. Pero España no tendría su idioma si los romanos, a sangre y fuego, no hubieran sometido a los aborígenes, e impuesto el latín y su cultura después de casi 800 años en la Península. Los musulmanes, aunque nunca ocuparon totalmente el territorio, estuvieron el mismo tiempo y no lograron imponer más que algunos términos de su idioma, pero si influir en la agricultura, la cocina y la música. No tiene sentido renegar de un pasado que forma parte de nuestro presente. ¿Alguien imagina imponer la lengua quechua o náhuatl como idiomas oficiales? Las lenguas se relacionan, se separan, surgen nuevas lenguas, y otras mueren. Es el ciclo natural de la vida. En lo que nos concierne, las lenguas romances (entre las que está el galego) constituyen un territorio en el que millones de personas, a ambos lados del Océano, deberíamos sentirnos hermanados, más allá de odios coyunturales.
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