«El monolingüismo cada vez tiene menos sentido en la sociedad»
El director de la RAE revela que el nuevo Diccionario de referencia será el digital y hará matizaciones a algunas acepciones polémicas, como la de la palabra "gitano"
Redacción / La Voz
Cuando todo parece desmoronarse, es reconfortante saber que hay instituciones como la Real Academia Española, que vela por la pervivencia de un idioma que une a más de 500 millones de personas. Darío Villanueva (Vilalba, 1950) representa a la perfeccción el espíritu de la institución que dirige, amable, educado y erudito.
-¿Español o castellano, cuál prefiere?
-Para mí son dos términos absolutamente sinónimos. Son palabras que tienen historia distinta, castellano habla del origen de la lengua y español habla de la realidad que esa lengua alcanzó a partir de un determinado momento. En América lo usan indistintamente, incluso en las propias constituciones.
-Desde 1713 solo ha habido 30 directores en la Academia. Sucede usted en el cargo a nombres como el duque de Rivas, Menéndez Pidal, Dámaso Alonso, Lázaro Carreter. Es abrumador, ¿no?
-Muchísmo, se me encoge el ombligo cuando pienso en todos estos nombres, algunos de los cuales los conocí y los traté, de modo muy especial Fernando Lázaro Carreter y el propio Dámaso Alonso. Son figuras de una categoría intelectual y unos filólogos de primera, y yo a su lado me considero muy poca cosa.
-¿Cómo van las finanzas de la RAE? Sorprende que se pusiese en cuestión el futuro de una institución como esta, que vela por el futuro de una lengua que representa a un país y que hablan 560 millones de personas.
-La Real Academia Española tiene un presupuesto de unos 7 millones de euros al año. La plantilla es de 70 personas, que son la mayoría filólogos, linguistas, informáticos o personas de administración y de servicios. Nunca ha sido manirrota, los académicos no son funcionarios, reciben unas dietas por cada una de las sesiones de trabajo a las que asistan. La Academia ha sido más bien parca en sus gastos, pero es cierto que desde hace tres ejercicios el presupuesto está descompensado, hay un déficit de unos dos millones de euros al año. La Academia no tiene deudas porque de la época buena tiene recursos. ¿A qué es debido este desequilibrio? Pues procede de las tres fuentes de financiación que tiene la Academia. En primer lugar recibe una asignación del Estado, como el resto de las academias, que cuando las cosas estaban bien no era más del 50 % de la financiaciación de la Academia, pero en estos tres años ha bajado un 60 %. La segunda fuente de financiación son sus propias obras, gramáticas, diccionarios, ortografías, obras literarias, etcétera, y el sector editorial está experimentando también una crisis muy considerable. Por ejemplo, en los últimos años hemos producido muchísimo, hemos publicado una gran Gramática con casi 4.000 páginas y luego una versión intermedia y otra escolar; hemos hecho una Ortografía, también con versiones intermedia y escolar; hemos hecho un Diccionario de Americanismos y el año pasado hemos presentado la vigésimo tercera edición del Diccionario. Sin embargo, las ventas de todas estas obras son muy, muy inferiores a las de ediciones anteriores. Y en tercer lugar hay una Fundación pro Real Academia Española, que se constituyó en el año 1993, impulsada por el rey Juan Carlos I y por el presidente del Gobierno Felipe González. Es una fundación que tiene un capital, cuyo presidente ejecutivo es el presidente del Banco de España, pero la aportación que esa fundación hace a la Academia viene de los beneficios financieros de su capital, y eso también en los últimos años ha experiementado bajas. En consecuencia, sumando estas tres situaciones el resultado es ese déficit y lo que estamos es intentando salir de él sin necesidad de endeudarnos, porque tenemos recursos propios, a través de un plan estratégico, buscando la rentabilización no ya de los productos tradicionales, sino del gran impacto que tienen en la Red. Por ejemplo, el Diccionario está en la Red y estamos teniendo este año una media de 45 millones de consultas al mes; lo que estamos intentando es alguna vía de rentabilizarlo por la vía del patrocinio.
-¿Tenemos ya patrocinador para el Diccionario?
-Estamos en conversaciones avanzadas. La página será muy limpia, uno visualizará exactamente lo mismo que ahora y por supuesto el logo de la Real Academia Española, pero habrá un espacio en donde aparecerá el logo y la referencia de la patrocinadora. Pero no interrumpirá el acceso a la información, porque hay formas de publicidad en Internet donde primero viene la publicidad y hay que ir deshaciéndose de ella para llegar al contenido. En este caso, no, el pantallazo ya nos ofrecerá todo y de manera limpia, sin que se mezcle la parte de referencia del patrocinador y la de información, que por cierto estará muy mejorada. La versión nueva del Diccionario en la Red va a tener muchas más prestaciones.
-¿El patrocinador será un empresa española o hispanoamericana?
-Por el momento nos estamos moviendo con empresas españolas que tienen vocación americana.
-¿Cómo se ha adaptado la RAE a la revolución digital?
-Acabamos de recibir dos premios, el Premio a la Mejor Página Web en el Ámbito Cultural, y otro que se entrega en el Ministerio de Industria, el Premio España Digital 2015. Claro que estamos haciendo mucho, no desde ahora, la Academia fue pionera a final de los años 80 en empezar a utilizar los recursos informáticos, lo cual es comprensible porque los diccionarios, las gramáticas y las ortografías se hacen a base de bases de datos, y antes eran ficheros y el mundo informático proporcionó una manera mucho más ágil y económica de manejarlos y procesarlos. Ahora viene el segundo salto, que es la revolución digital; si lo primero nos ayudó para el trabajo que hacemos, lo segundo nos está ayudando mucho para la difusión del trabajo que hacemos. El Diccionario nunca en su historia de 300 años ha tenido tanta influencia en el idioma como tiene ahora gracias a ese número de consultas millonarias. Que incluso yo he comprobado que son consultas que se hacen en ámbitos totalmente informales, personas que están comiendo o charlando y tienen una duda o una disputa sobre una palabra y a través de un teléfono móvil lo consultan. Cuando hace diez años pusimos el Diccionario en la Red, de manera gratuita, fue una decisión bastante controvertida, porque se nos dijo que era tirar piedras contra nuestro propio tejado; yo creo que sin embargo fue un gran acierto, porque nos posicionamos en el ámbito de los diccionarios digitales en un lugar privilegiado. En noviembre tuvimos un simposio sobre el futuro de los Dicionarios en la era digital, vinieron los grandes editores de diccionarios europeos, el Duden alemán, el Zingarelli italiano, el Oxford, etcétera, y nos dijeron que el mercado de la lexicografía había experimentado un descenso del 60 % en los últimos años. Es decir, el Diccionario como libro está pasándolo mal, no digamos lo que está ocurriendo con las enciclopedias, quién compra hoy grandes enciclopedias de 30-40 tomos.
-¿Qué opina de la polémica intención del Ayuntamiento de Madrid de retirar las calles dedicadas, entre otros, a insignes escritores como Cunqueiro y Julio Camba?
-Por lo que yo sé todavía no hay decisión. Creo sinceramente que eso es un desatino, porque estamos hablando de grandes referencias literarias, son escritores a los que se les ha dado una calle, que es una manera de honrarlos simplemente por su condición de escritores, no por ninguna otra condición. Por lo tanto ese revisionismo, a estas alturas, la palabra mejor que encuentro para definirlo es desatino.
-Otra polémica es la que se genera alrededor de determinadas palabras, como "gitano", pero usted ya ha dicho que la corrección política es otra forma de censura.
-El idioma está, como decía Aristóteles, en la política; las palabras sirven para lo justo y para lo injusto, sirven para lo conveniente y para lo que no lo es. Las palabras están para ser corteses, pero también para ser canallas, están para elogiar pero también para insultar. No podemos hacer un Diccionario censurado en donde todas las palabras malas no estén. Y el Diccionario no inventa jamás palabras y acepciones, nada de lo que está en el Diccionario es invención de la Academia, es algo que está vivo en el habla y que está además amparado por muchísimos textos de toda la literatura y del periodismo y de la comunicación ordinaria. Y en segundo lugar, el que una palabra esté en el Diccionario no significa que la Academia la bendiga, la promueva o la publicite. Es cada persona la que con su criterio y con su educación tiene que saber qué palabras se pueden o deben usar y cuáles no. En definitiva, el Diccionario no es más que un archivo y la lengua se manifiesta en acto mediante la comunicación y la expresión que cada individuo realiza en función de ese gran archivo que existe, pero ese archivo tiene que contener todo lo que realmente está en el idioma.
Pero vamos a hacer algo. Las últimas sesiones de los jueves, y además con muy buen resultado, estuvieron dedicadas a configurar lo que va a ser la siguiente edición del Diccionario, y uno de los temas que tratamos fue este y tomamos la decisión de que en este tipo de palabras que manifiestamente hieren sensibilidades de manera justificada, el nuevo Diccionario introducirá alguna fórmula precisamente para dar a entender que son palabras con ese marchamo negativo, para advertir, por si no lo supiera ya el lector del Diccionario, que resulta ofensiva y discriminatoria.
-¿Cómo son las reuniones plenarias de la RAE los jueves?
-Por la mañana hay una sesión de una comisión reducida de nueve miembros, que es la comisión delegada para el Diccionario, es la comisión última que ve los acuerdos relacionados con el Diccionario, dura tres horas. Después de la comida hay la junta de gobierno, y a las seis hay cinco comisiones simultáneas en las que estamos distribuidos los académicos, en cada una de ellas hay un lexicógrafo profesional, que también trabaja sobre el Diccionario. Y a las siete y media viene la sesión plenaria: hay algunas, fijadas de antemano a lo largo del año, para asuntos gubernativos y económicos, pero el resto están dedicadas a los asuntos propios de la Academia que son fundamentalmente discusiones relacionadas con la lengua. El Diccionario es lo que más tiempo nos ocupa, pero también aspectos relacionados con la gramática y con la ortografía. Son sesiones muy vivas, en las que hay un programa de trabajo, pero en donde cada académico puede introducir cualquier papeleta de una palabra que él considera que debe ser revisada o introducida en el Diccionario. Son debates interesantísimos a causa del perfil de las personas que componen la Academia, porque están grandes escritores, linguistas, filólogos y personas de formaciones diferentes, economistas, juristas, historiadores, filósofos, médicos, arquitectos, médicos, científicos, etcétera. Cada uno tiene su perspectiva y son discusiones muy vivas, se aprende mucho y se mantiene un aire de gran cortesía.
-La creciente presencia de Internet y la informática ha hecho que la RAE reconozca términos como "tuit", "chatear", "wifi"... ¿Veremos "guasap" y "selfis"?
-"Selfi" ya ha sido objeto de debate y hemos decidido esperar. Esto es una manifestación más de uno de los problemas básicos que la Academia trató desde que se creó, que es el de los extranjerismos. La influencia de palabras de otra lengua sobre la lengua española. La Academia nació en 1713 por la preocupación que entonces había en relación al francés, que era la lengua de predominancia. Hoy en día es el inglés y las culturas, como es el caso de la anglosajona, que tienen una gran productividad en inventos y nuevas tecnologías no solo nos exportan los objetos y mecanismos, sino que también mandan las palabras con ellos. Y eso obliga a un trabajo continuo, a veces esos envíos pueden ser traducidos al español y otras veces no. En el siglo XIX, el ferrocarril trajo un montón de palabras que son anglicismos y algunas galicismos. Ahora está ocurriendo con las nuevas tenologías. Nosotros vamos adaptando las que se consolidan y en otros casos esperamos, porque hay palabras y prácticas que son somo globos, suben muy rápido pero luego se desinflan. Luego también hay que darse cuenta de que la tecnología avanza con tanta rapidez que hay cosas que en este momento están muy vivas y que en un año pueden estar completamente olvidadas. Por ejemplo, el WhatsApp está desplazando otros tipos de comunicación, como lo que eran los SMS. Y yo recuerdo la palabra "módem", que está en el Diccionario, y hoy en día el módem no existe ya porque la transferencia entre lo analógico y lo digital ya no se hace a través de un módem sino de otros circuitos dentro de los ordenadores o de los sistemas de comunicación. Y sin embargo, ahí queda en el Diccionario, porque también tiene que servir para que el usuario encuentre palabras que ya no están en el uso común pero que en algún momento lo tuvieron, porque hay textos de esa época en donde la palabra aparece y el que no sabe lo que significa lo encuentra en el Diccionario. Nuestro Diccionario pretende hacer ese servicio desde el año 1500.
-¿Una palabra se puede caer del Diccionario?
-Sí. Esto va a cambiar precisamente ahora con lo digital. El Diccionario libro tiene el condicionamiento del espacio, tiene la cabida que tiene, igual que un periódico tiene la cabida que le da el número de páginas y de matrices que cada página tenga. En la última edición del Diccionario cambiamos el formato, son 2.300 páginas y tenemos 20 millones de matrices, eso nos permitió incrementar el número de palabras, que son ya 93.000, en el anterior eran unas 87.000. Si queremos meter cosas nuevas, tenemos que quitar cosas antiguas para que dejen espacio. Pero ahora, el Diccionario que ya estamos empezando a diseñar ya se va a construir desde su origen desde una planta digital. El Diccionario digital no tiene problema de espacio, porque el espacio es completamente libre, de modo que en él podrá estar todo lo que se quiera meter e incluso se podrá, mediante las conexiones hipertextuales, relacionar el Diccionario con otras bases de datos lingüísticas, por ejemplo de la lengua de los oficios, de las profesiones, las distintas ciencias, etcétera.
-O sea que el Diccionario digital tendrá más contenido que el de papel, será el de referencia.
-Sí, claro. Hasta ahora el Diccionario era un libro que desde el año 2005 se digitalizó; a partir de ahora será exactamente al revés. Va ser un Diccionario digital del que haremos libros, en plural, haremos ediciones, con una dimensión estratégica pensada. Por ejemplo, La Voz de Galicia es un periódico que desde hace muchos años implantó un procedimiento de enorme éxito y es que siendo un periódico está adaptado luego, a través de distintas ediciones, a los distintos territorios que cubre. Pues algo semejante a eso se puede hacer también con los diccionarios: sobre el el gran diccionario digital luego se puede hacer una edición pensada en Argentina, otra pensada más en Bolivia o incluso una edición pensada más para los profesionales de la economía y de la empresa, otra pensada más en los estudiantes de Humanidades, etcétera.
-¿Quiere eso decir que el nuevo Diccionario digital incluirá muchas palabras que ahora no están y que a lo mejor proceden de países hispanoamericanos?
-Sí, por supuesto, aunque en eso el Diccionario actual tiene una presencia americana enorme, y aparte hemos hecho un Diccionario de Americanismos, que lo hemos publicado en el año 2010. Y para esta edición hemos cruzado el Diccionario de Americanismos con el Diccionario de la Lengua Española para ver qué americanismos que tenían mucha fuerza tenían que incorporarse. Nosotros sabemos qué palabras son las más consultadas en el Diccionario. En la primavera del año 2012, hasta entonces la palabra más consultada era "cultura" y de repente aparece "majunche". Los informáticos chequearon para comprobar que no era un error y era cierto. Descubrimos la razón de ser: había empezado la campaña electoral en Venezuela para las presidenciales y el candidato Chávez al candidato Capriles nunca lo llamaba por su nombre, lo llama "el majunche". Y majunche es un insulto venezolano, como "boludo" o "pelotudo" en Uruguay o en Argentina, y esa palabra está en el Diccionario de la Lengua Española, por eso la gente iba a buscarlo y lo encontraba.
-Recientemente ha estado de gira en Estados Unidos. ¿Cómo va la evolución del español en ese país?
-En este momento en Estados Unidos hay una minoría que ya es la mayoritaria de 50 millones de hispanos. Esto no quiere decir que ya sea el segundo país hispanohablante del mundo. El primero es México, que tiene unos 115 millones, España 47... Porque de esos 50 millones de hispanos de Estados Unidos solo hablan español unos 37,5 millones. Aparte, en Estados Unidos hay un fenómenos que a veces se le da más importancia de la que realmente tiene, que es el fenómeno del spanglish: no es una lengua, son muchos modos de hablar híbridos mezclados como el portuñol, que se dan en distintas comunidades de personas de procedencia hispana pero radicadas en Estados Unidos. Pero el gran asunto allí no es el spanglish, sino que la minoría hispana ya se está convirtiendo en la mayoritaria y sobre todo está creciendo en su estimación social, fuerza política y en niveles de renta y de posicionamiento en el conjunto de la sociedad. Y esto lo demuestran datos importantes. Hay una cadena que se llama Univision que en algunos momentos del día tiene más público que cualquiera de las cadenas que hablan en inglés. Y en el mundo del espectáculo, del deporte, de la empresa, de la política está empezando a perder el estigma del hispano como el emigrante pobre y a veces tambén ilegal. Esto está beneficiando la consideración del español extraordinariamente, ahora el saber español tiene prima, incluso dentro del mercado del empleo, las empresas aprecian como un mérito considerable que sus trabajadores puedan hablar español. Y esto está produciendo, aparte de que en Estados Unidos hay muchísimos estudiantes anglos que estudian español, el fenómeno de que hay muchos hispanos de segunda generación que habían perdido el español porque querían librarse de él para romper con el estigma que ahora lo están estudiando, porque se han cambiado las tornas.
-¿Y qué opina el director de la RAE del déficit en conocimiento de idiomas, especialmente inglés, por parte de los jóvenes españoles?
-Me parece francamente muy mal. Yo soy filólogo y por lo tanto amo todas las lenguas, y todas son instrumentos prodigiososos de comunicación, el monolingüismo cada vez tiene menos sentido en la sociedad en la que vivimos. Todo apunta a que las comunidades se enriquecen con el uso de su lengua o sus lenguas, pero también con el uso y el conocimiento de otras. El inglés ganó la Segunda Guerra Mundial, antes no era la lengua de la ciencia, que era el alemán, ni tampoco la de la diplomacia, que era el francés. Pero la Segunda Guerra Mundial cambió por completo el panorama y hoy ejerce una predominancia que a veces resulta casi abusiva.
-Como antiguo rector de la Universidad de Santiago, es usted buen conocedor de la situación universitaria y de la educación en general. ¿Podemos ser optimistas?
-Yo soy una persona con un talante bastante optimista, pero en relación con la pregunta que me hace este talante me sirve de poco en estos momentos. Tenemos un problema grave con la educación en general. La educación tiene que ser un tema de Estado, de gran consenso y de una gran estabilidad. La mejor ley de educación es la ley que dura mucho tiempo, porque eso le da consistencia a la manera en que educamos a las generaciones conforme a unas pautas que por supuesto tienen que ser democráticas, civilizadas y basadas en los principios más nobles de la convivencia social. Lo contrario a eso es el sistema educativo cuando se somete a avatares de tipo ideológico, a luchas de partido y a cambios continuos según las distintas legislaturas. Desfortunadamente creo que eso es lo que nos ha ocurrido en los últimos tiempos. En cuanto a la univesidad me preocupa un cuestión: cuando yo era rector procuré luchar contra la burocratización de la administración universitaria; a mí ahora lo que me preocupa es que no veo que se haya desburocratizado la administración y sin embargo lo que se está burocratizando a marchas forzadas es la docencia y la investigación. Y todo ello unido a una disminución de fondos para la investigación que nos está haciendo perder posiciones y talentos, estamos continuamente exportando a algunos de nuestros mejores jóvenes que por falta de recursos para la investigación se tienen que incorporar a equipos de otros países. Eso es una ruina total, es perder un capital humano que ha sido preparado con unas inversiones que hemos hecho todos los españoles a través de los presupuestos.
-¿Qué le pareció la búsqueda de los restos de Cervantes?
-La Academia siempre estuvo a favor, de hecho en el siglo XIX el marqués de Molín, que era el director de la Academia en 1870, hizo un estudio histórico para demostrar que los restos mortales de Miguel de Cervantes no habían salido nunca de la iglesia de las Trinitarias. Está documentado perfectamente que fue enterrado allí el día 23 de abril de 1616, lo que pasa es que luego la iglesia fue objeto de muchas modificaciones y eso removió los enclaves funerarios que había. Ese estudio del marqués de Molíns ha sido el fundamento histórico para una operación que se ha hecho con todo el rigor con la ayuda de tres elementos científicos: el georradar, la arqueología y la ciencia forense. El que ha acreditado el resultado final ha sido Francisco Echevarría. Lo mínimo que puede hacer un país serio es identificar claramente el lugar donde reposan los restos del escritor más importante de su literatura, como ocurre con Dante en Italia o con Shakespeare en el Reino Unido.
-¿Y qué me dice de la versión del "Quijote" adaptado al lenguaje actual?
-La Academia hizo el año pasado una versión a cargo de Arturo Pérez Reverte que es un encargo que el Gobierno le hizo a la Academia en el año 1920, cuando se celebró entonces el centenario de la primera y la segunda parte de El Quijote. Hubo un real decreto en el que instaba a la Academia a hiciese dos ediciones, una popular y escolar y otra crítica y erudita, y hemos hecho las dos. La primera la ha hecho Pérez Reverte y la otra la acabamos de presentar hace unas semanas, es la de Francisco Rico, una edición monumental en dos tomos. Me parece que todo lo que sea acercar con respeto, con cuidado y con rigor un texto como el Quijote a los lectores de hoy es bienvenido, porque además eso no es incompatible con el hecho de que esos mismos lectores luego puedan acudir a la versión original. Además, la versión que ha hecho Francisco Rico está llena de anotaciones que ayudan a comprender los términos que pueden resultar un poco más difíciles. Me alegra mucho que con motivo del cuarto centenario de la segunda parte del Quijote se hayan producido estas tres versiones.
-¿Cuál es su opinión sobre la crisis de Grecia, cuna de la cultura europea?
-A mí no me cabe en la cabeza la idea de Europa sin Grecia. Todo lo que ha estado ocurriendo no cabe duda de que tiene un marchamo económico y político, pero no olvidemos nunca que el propio nombre Europa viene de la cultura, de la mitología, es un ámbito histórico-cultural. Por lo tanto, sigo todo lo que está sucediendo con profunda preocupación y eso que se llama el "Grexit" me deja estupefacto. Bien es cierto que una cosa es que Grecia esté en el sistema monetario del euro y otra cosa es que salga de Unión Europea, hay países que están en la Unión Europea y no en la monetaria, pero Europa sin Grecia no se puede entender.
-¿Qué hace un director de la Real Academia Española en verano?
Procuro descansar aquí en Galicia, no viajo nada. Soy algo deportista, juego al tenis, aprovecho también para escribir algunas cosas que durante el resto del año no tengo tiempo para hacer, pero sin abusar demasiado. Lo que hace todo el mundo: estar con la familia, ordenar parte de mi archivo y de mi biblioteca, que están en Vilalba, mi villa natal, y disfrutar del mar en la zona de Baiona.
-Y supongo que leer el periódico...
-Sí, yo leo cinco periódicos todos los días, es una práctica de siempre y si no lo hago me falta algo. La Voz está entre ellos, siempre lo ha estado y lo sigue estando.
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