Degradación del idioma
Por lógica, para vivir en consonancia con los tiempos, hay que estar muy prestos a todas las innovaciones y progresos tecnológicos. Eso sí, siempre y desde mi particular sentir de principios, que no atente contra el medio ambiente, la ética y tradiciones de las personas. Por esa coherencia, debemos aceptar los móviles y también los ordenadores informáticos y todos los medios virtuales renovadores. Pero sin embargo, éstos además de su incalculable valía, están desvirtuando la pureza del correcto hablar y escribir en nuestra bella lengua castellana. Imagino, que asimismo, con otros idiomas.
La rapidez y la economía de los vocablos en la escritura digitalizada en las redes sociales, que en su premura, queremos transmitir el mensaje tan dialogado, como la propia emisión de las palabras habladas. Esa precipitación en el dictado de la corta conversación, degrada la pureza de las palabras escritas (que a muchos les da igual su incorrección, siempre que se entiendan). La adecuada escritura como recoge y define el diccionario de la RAE (Real Academia de la Lengua Española) hace que esas prisas en la grafía del mensaje, quede dañado el lenguaje.
Por esa razón, nuestro acaudalado idioma español se resquebraja en su sentido etimológico o en el semántico de sus vocablos, tan dignamente resueltos gramatical y significativamente en la RAE. A toda esta tropelía con la escritura de las palabras pesimamente escritas o mal abreviadas, o carentes de las correspondientes signos ortográficos y otras reglas; tildes o acentos, para su apropiada diferenciación con otros significados o fonética, que es lamentado y calificado por los académicos de “uso zarrapastroso” del castellano.
A esa penuria se une el infausto acopio de los barbarismos o extranjerismos, que tan corrientes son en las redes sociales y en Internet, por el uso predominante de la lengua anglosajona. Nuevos términos son tan fácil y libremente recibidos por los jóvenes, para sus innovaciones en la lengua hablada y escrita. Concepto que en otras lenguas en sus recelos, se cuidan muy mucho, para negarse a aceptar otros vocablos foráneos.
Al agónico sufrimiento de los docentes por el típico “copiar y pegar”, bajado por los estudiantes de las páginas de Wikipedia, sin haber profundizado en los temas propuestos, se suma ahora, de forma muy negativa, y especialmente con los profesores de Lengua, las clamorosas faltas de ortografías y el erróneo uso de la lengua de Cervantes, asumidas ya por estos estudiantes como correctas, generadas por la pésima praxis en las redes sociales: Whatsapp, Facebook, Twitter, Correos electrónicos y otros medios virtuales.
Se da la satisfecha paradoja de ser el español la tercera lengua de mayor digitalización en Internet, y la segunda en las redes sociales: Facebook y Twitter. El idioma español se ha incrementado en su uso en un 1.100 en las escrituras virtuales de las redes sociales, entre los años 2000 y 2013. El castellano es verbalizado en el mundo por un total de casi 500 millones de hispanohablantes; y lo estudian como segunda lengua 21 millones.
El 6,7% de los habitantes del planeta son hispanohablantes, superando con creces, en altas cotas, el ruso, el francés, el alemán, entre otras. Y como lengua natal es la segunda más hablada, predominada solo por el chino mandarín. Pero sin embargo, ante los tristes derroteros del mal uso del castellano en su apropiada gramática (sobre en lo escritural), los expertos lingüistas de la RAE están aterrorizados por el presente y la futura degradación del idioma castellano.
Pero ante esta agridulce alegría, los vigías y popes de los ocupantes de los sillones de la RAE, tan celosos para el buen uso en el correcto escribir y hablar de nuestro lucrado castellano, saturado de términos equivalentes por doquier, expresan su tristeza por el mal y creciente práctica del mismo, que tachan de “zarrapastrosa” —reitero—, velando por la pureza de los vocablos, y por ende, en el correcto uso del idioma y no en la degradación del lenguaje. Apelativo de claro descontento y decepción.
Es muy evidente que la vida de las palabras tiene, desde su nacimiento, una mayor o menor vida. Todo depende de su aplicación. Los vocablos nacen o se trasmutan con la rutina o el desuso de su habla. El idioma es un ente vivo que hace renacer nuevos vocablos, y también hacerlos fenecer. Máxime en estos tiempos muy mediáticos e informatizados, con tanta preponderancia de extranjerismos, que aparecen en los ordenadores, móviles, en el habla y en las aludidas redes. Y otros términos, se quedan obsoletos hasta su olvido y desaparición; o porque, en nuestra constante modernización y esnobismo tratamos de manejar vocablos de nuevo cuño o los más novedosos posibles.
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