La literatura brasileña mucho más allá del futbol y del samba
Brasil es una isla cultural cuya literatura transciende sus estereótipos
Sus escritores y escritoras tienen el desafío de reflejar la inmensa diversidad del país en sus páginas.
30 JUL 2016 - EL PAÍS - ESPANHA.
A mediados de julio, todos los años, la
linda ciudad de Paraty, en el estado de Río
de Janeiro, alberga el festival literario más importante de Brasil.
Los caserones de más de 300 años, de la época del comercio del oro, y las rúas
de trazado colonial, calzadas de piedras casi asesinas para los tobillos de los
transeúntes, se transforman en una especie de radiografía, no del todo infiel,
del panorama del libro brasileño. Es el mejor lugar para intentar descubrir
para dónde va la literatura brasileña —si es que va para algún lugar. También
para saber si los romances y ensayos de hoy o de después de mañana reflejan o
reflejarán el convulso y depresivo estado que atraviesa el país: a las puertas
de los Juegos Olímpicos, con una presidenta, Dilma
Rousseff, apartada de su cargo por un proceso aún en marcha de impeachment y
semi exilada en su propio palacio residencial, y otro presidente en ejercicio,
Michel Temer, a la espera de tomar las redes del poder de forma definitiva en
un mes.
¿Cuándo la historia entra por la
puerta, la literatura se arroja por la ventana?
Rodrigo Lacerda (Rio de Janeiro, 1969), editor, historiador y escritor, es uno de los novelistas que pasean por Paraty. Es autor, entre otros, de un libro celebrado, “Outra vida”, en el cual relata el desmoronamiento de un casamiento mientras espera un ómnibus que va a llevarlos para afuera de São Paulo. Lacerda afirma que la agitación política y social de Brasil “es muy reciente para que aparezca en las novelas”. Pero agrega: “A pesar de esto, hoy hay un interés por los tiempos de la dictadura, y eso sí se puede aproximar del tema de la crisis que estamos viviendo, como si se sobrepusieran”. Y agrega: “En esta nueva caída de autoestima que ahora estamos sufriendo, los dos temas se unen en la sensación de que estuvimos cerca de llegar allá, pero que el piso volvió a abrirse y caímos de nuevo en el infierno.
Rodrigo Lacerda (Rio de Janeiro, 1969), editor, historiador y escritor, es uno de los novelistas que pasean por Paraty. Es autor, entre otros, de un libro celebrado, “Outra vida”, en el cual relata el desmoronamiento de un casamiento mientras espera un ómnibus que va a llevarlos para afuera de São Paulo. Lacerda afirma que la agitación política y social de Brasil “es muy reciente para que aparezca en las novelas”. Pero agrega: “A pesar de esto, hoy hay un interés por los tiempos de la dictadura, y eso sí se puede aproximar del tema de la crisis que estamos viviendo, como si se sobrepusieran”. Y agrega: “En esta nueva caída de autoestima que ahora estamos sufriendo, los dos temas se unen en la sensación de que estuvimos cerca de llegar allá, pero que el piso volvió a abrirse y caímos de nuevo en el infierno.
El tren pasó. Tenemos que esperar otro.
No hay nada que hacer”.
Esto es especialmente cruel en un país tan diverso social, racial, geográfica y hasta climáticamente como es Brasil: una geografía cruzada de mundos y hasta de épocas diferentes que se yuxtapone y se retroalimenta en un territorio mágico. La vida de un profesor de la Universidad de São Paulo no tiene absolutamente nada que ver con la de un trabajador sin tierra del estado de Maranhão, ni la de este con la de un indio de uno de los mil ríos amazónicos o con la de un vaquero del Sur o del Oeste del país. El escritor agrega entonces otra característica de la actual literatura brasileña: “Hace algunos años, una especialista elaboró un censo de los personajes de ficción y 90 % eran hombres, universitarios, que habitaban en grandes ciudades (Rio de Janeiro y más aún São Paulo) y que tenían problemas típicos de esa clase social.
Esto es especialmente cruel en un país tan diverso social, racial, geográfica y hasta climáticamente como es Brasil: una geografía cruzada de mundos y hasta de épocas diferentes que se yuxtapone y se retroalimenta en un territorio mágico. La vida de un profesor de la Universidad de São Paulo no tiene absolutamente nada que ver con la de un trabajador sin tierra del estado de Maranhão, ni la de este con la de un indio de uno de los mil ríos amazónicos o con la de un vaquero del Sur o del Oeste del país. El escritor agrega entonces otra característica de la actual literatura brasileña: “Hace algunos años, una especialista elaboró un censo de los personajes de ficción y 90 % eran hombres, universitarios, que habitaban en grandes ciudades (Rio de Janeiro y más aún São Paulo) y que tenían problemas típicos de esa clase social.
Es decir: escribimos sobre nosotros mismos”.
Luiz Ruffato, de 55 años, escritor y articulista en la prensa, autor, entre otros, de “Eles eram muito cavalos”, una novela experimental que describe, en capítulos cortos y electrizantes, la vida en la interminable São Paulo, tiene una explicación triste: “La ficción actual brasileña refleja los problemas, la vida y las preocupaciones de la clase social que tuvo acceso a los estudios en Brasil. Cada uno escribe sobre su aldea, su ciudad, su entorno, y con eso intenta ser universal. Pero en Brasil, mientras tanto, no hay escritores venidos de otro mundo más allá del nuestro y eso dice mucho sobre la desigualdad que impera en el país”.
Alguna cosa se mueve, mientras tanto, en algunas favelas de Río o de São Paulo. Incipiente aún, carente, según algunos, de auténtico aliento literario, un grupo de escritores nacidos y criados allí comienzan a publicar y a viajar mostrando su obra. Uno de sus exponentes es Reginaldo Ferreira da Silva, Ferrez, de 40 años, morador del barrio periférico de Capão Redondo, en São Paulo. Su último libro es el volumen explosivo y combativo de cuentos “Os ricos também morrem”, en el cual narra las historias de sus vecinos. En una entrevista a este diario, explicó: “Es un libro pensado para ser comentado en la calle, para que se rían cuando lo comentan. Yo no tengo más nada, además de las personas leyendo mis historias y comentando conmigo, riendo cuando las cuento para ellas. No son historias reales, pero el tono y el modo de hablar lo son. Son de aquí”.
90% de los personajes de los romances son hombres, urbanos y universitarios, algo cruel en un país tan diverso y desigual socialmente
Hay también un elemento que puede intimidar a los escritores brasileños a la hora de abordar un tema más amplio que el de su propia vida y la de los que rodean al escritor: la realidad brasileña acostumbra frecuentemente derrotar a cualquiera que la enfrente a partir de la ficción. En un reciente libro sobre la vida de un narcotraficante en la Rocinha publicado en portugués, “O dono do morro”, el periodista británico Misha Glenny, entre otras historias increíbles, cuenta la de Chico Bala, la mascota del líder, que paseaba vestido de cowboy y acabó secuestrado por la política. “El abordaje de concebir en un romance la votación del Congreso que apartó a Dilma Rousseff del poder, con los políticos votando por la madre, por la esposa, por la tía... no iba a pasar por la cabeza de nadie”, explica Julia Wähmann, de 35 años, bloguera y escritora. “En mi primer libro escribí una historia muy poco brasileña, centrada en la danza contemporánea. Pero, por otro lado, también es la historia de una brasileña que viaja.”
El escritor y profesor de literatura Flavio Carneiro, de 54 años, está de acuerdo con esta desventaja ante la realidad extraordinaria de todos los días en Brasil, pero alerta para el reduccionismo: “Desde los años 80, hay muchas literaturas brasileñas, incluyendo una literatura de entretenimiento, heredera de Machado de Assis, de folletín, que yo defiendo”. Carneiro es autor de una serie de romances policiales que transcurren en Río de Janeiro. “Hasta hace algunos años, en Brasil, el escritor Rubén Fonseca, autor de romances policiales, era considerado baja literatura. Ahora es un clásico”, agrega.
Carneiro tiene razón. Es peligroso intentar reducir la literatura de un país-continente, donde se producen muchas novelas urbanas paulistas como las de Ruffato, pero que también produce joyas extrañas como “A queda do céu”, escrito por el antropólogo francés Bruce Albert sobre lo que le contó su amigo de años, el xamã de la tribu indígena yanomami Davi Kopenawa, un texto citado por algún escritor como un volumen imprescindible para comprender la realidad brasileña.
Em lo que todos los escritores están de acuerdo es con la poca repercusión internacional de la literatura brasileña. El primer premio Nobel de la lengua portuguesa (y el único hasta ahora) es del escritor portugués José Saramago. No hubo ningún brasileño. Las traducciones de las novelas brasileñas son raras y difíciles de encontrar en España, Estados Unidos o Francia. O, por lo menos, mucho más difíciles de encontrar que las de sus contemporáneos hispano-americanos. Todos tienen conciencia de que viven en una isla lingüística enorme, pero en una isla, al fin. Y todos critican la bastante escasa y contradictoria promoción cultural de los sucesivos gobiernos brasileños. Hay quien apunte también, como la escritora Noemí Jaffe, que muchas veces las editoras extranjeras buscan un conjunto de estereotipos (futbol, samba, favela...) de los cuales muchos escritores justamente intentan escapar.
Luiz Ruffato, de 55 años, escritor y articulista en la prensa, autor, entre otros, de “Eles eram muito cavalos”, una novela experimental que describe, en capítulos cortos y electrizantes, la vida en la interminable São Paulo, tiene una explicación triste: “La ficción actual brasileña refleja los problemas, la vida y las preocupaciones de la clase social que tuvo acceso a los estudios en Brasil. Cada uno escribe sobre su aldea, su ciudad, su entorno, y con eso intenta ser universal. Pero en Brasil, mientras tanto, no hay escritores venidos de otro mundo más allá del nuestro y eso dice mucho sobre la desigualdad que impera en el país”.
Alguna cosa se mueve, mientras tanto, en algunas favelas de Río o de São Paulo. Incipiente aún, carente, según algunos, de auténtico aliento literario, un grupo de escritores nacidos y criados allí comienzan a publicar y a viajar mostrando su obra. Uno de sus exponentes es Reginaldo Ferreira da Silva, Ferrez, de 40 años, morador del barrio periférico de Capão Redondo, en São Paulo. Su último libro es el volumen explosivo y combativo de cuentos “Os ricos também morrem”, en el cual narra las historias de sus vecinos. En una entrevista a este diario, explicó: “Es un libro pensado para ser comentado en la calle, para que se rían cuando lo comentan. Yo no tengo más nada, además de las personas leyendo mis historias y comentando conmigo, riendo cuando las cuento para ellas. No son historias reales, pero el tono y el modo de hablar lo son. Son de aquí”.
90% de los personajes de los romances son hombres, urbanos y universitarios, algo cruel en un país tan diverso y desigual socialmente
Hay también un elemento que puede intimidar a los escritores brasileños a la hora de abordar un tema más amplio que el de su propia vida y la de los que rodean al escritor: la realidad brasileña acostumbra frecuentemente derrotar a cualquiera que la enfrente a partir de la ficción. En un reciente libro sobre la vida de un narcotraficante en la Rocinha publicado en portugués, “O dono do morro”, el periodista británico Misha Glenny, entre otras historias increíbles, cuenta la de Chico Bala, la mascota del líder, que paseaba vestido de cowboy y acabó secuestrado por la política. “El abordaje de concebir en un romance la votación del Congreso que apartó a Dilma Rousseff del poder, con los políticos votando por la madre, por la esposa, por la tía... no iba a pasar por la cabeza de nadie”, explica Julia Wähmann, de 35 años, bloguera y escritora. “En mi primer libro escribí una historia muy poco brasileña, centrada en la danza contemporánea. Pero, por otro lado, también es la historia de una brasileña que viaja.”
El escritor y profesor de literatura Flavio Carneiro, de 54 años, está de acuerdo con esta desventaja ante la realidad extraordinaria de todos los días en Brasil, pero alerta para el reduccionismo: “Desde los años 80, hay muchas literaturas brasileñas, incluyendo una literatura de entretenimiento, heredera de Machado de Assis, de folletín, que yo defiendo”. Carneiro es autor de una serie de romances policiales que transcurren en Río de Janeiro. “Hasta hace algunos años, en Brasil, el escritor Rubén Fonseca, autor de romances policiales, era considerado baja literatura. Ahora es un clásico”, agrega.
Carneiro tiene razón. Es peligroso intentar reducir la literatura de un país-continente, donde se producen muchas novelas urbanas paulistas como las de Ruffato, pero que también produce joyas extrañas como “A queda do céu”, escrito por el antropólogo francés Bruce Albert sobre lo que le contó su amigo de años, el xamã de la tribu indígena yanomami Davi Kopenawa, un texto citado por algún escritor como un volumen imprescindible para comprender la realidad brasileña.
Em lo que todos los escritores están de acuerdo es con la poca repercusión internacional de la literatura brasileña. El primer premio Nobel de la lengua portuguesa (y el único hasta ahora) es del escritor portugués José Saramago. No hubo ningún brasileño. Las traducciones de las novelas brasileñas son raras y difíciles de encontrar en España, Estados Unidos o Francia. O, por lo menos, mucho más difíciles de encontrar que las de sus contemporáneos hispano-americanos. Todos tienen conciencia de que viven en una isla lingüística enorme, pero en una isla, al fin. Y todos critican la bastante escasa y contradictoria promoción cultural de los sucesivos gobiernos brasileños. Hay quien apunte también, como la escritora Noemí Jaffe, que muchas veces las editoras extranjeras buscan un conjunto de estereotipos (futbol, samba, favela...) de los cuales muchos escritores justamente intentan escapar.
Todos estos autores miran con un poco
de envidia para la protección universal de la música brasileña, esta continua
fuente popular de ritmo y armonía que a cada generación ve brotar uno o varios
genios. Ricardo de Carvalho, el Chacal, viejo poeta que iba, a la ahora bella
ciudad de Paraty, en los tiempos en que por allá había “solo perros vagabundos
y borrachos en el puerto”, recuerda que buena parte de la cultura brasileña, la
que viene de los indios que estaban allí y de los negros que llegaron en los
navíos de esclavos “es una cultura eminentemente oral, focalizada en la
música”. “Hubo un funcionario portugués encargado de civilizar a los indígenas
brasileños de los primeros tiempos que escribió que la metrópolis tendría de
hacerlo con la música, porque sin ella no se conseguiría nada. ‘Sem tam-tam não dá’, decía.”
LIBROS, LECTORES Y ANALFABETOS
LIBROS, LECTORES Y ANALFABETOS
-Habitantes
de Brasil: 205 millones.
-Índice de analfabetismo: Brasil es el octavo país del mundo con más analfabetos (cerca de 14 millones, según datos de la Unesco de 2014). 38 % de los analfabetos latinoamericanos son brasileños.
-Número de títulos editados: 60.829 en 2014 y 52.427 en 2015 (una reducción de 13,81 %).
-Tirada media: 4.500 copias para una tirada media inicial a nivel nacional.
-Porcentaje de traducciones de lenguas extranjeras: 4.781 títulos traducidos; 47.646 nacionales (9,11 % del total en 2015).
-Número de editoras: Más de 750 según el último estudio de la Cámara Brasileña del Libro.
-Número de librerías: 3.095, una por cada 64.954 habitantes en 2014 (la Unesco recomienda 1 por cada 10.000). 55 % están en el Sudeste, 19 % em el Sur, 16 % em el Nordeste, 6 % en el Centro-Oeste y 4 % en el Norte.
-Número de bibliotecas públicas: 6.949 distribuidas en los 26 Estados y en el Distrito Federal.
-Títulos más vendidos en 2015: Ficción: Cincuenta Tonos de Gris, de E. L. James (174.796 copias). No ficción: Jardín secreto, de Johanna Basford (719.626 copias).
-Índice de analfabetismo: Brasil es el octavo país del mundo con más analfabetos (cerca de 14 millones, según datos de la Unesco de 2014). 38 % de los analfabetos latinoamericanos son brasileños.
-Número de títulos editados: 60.829 en 2014 y 52.427 en 2015 (una reducción de 13,81 %).
-Tirada media: 4.500 copias para una tirada media inicial a nivel nacional.
-Porcentaje de traducciones de lenguas extranjeras: 4.781 títulos traducidos; 47.646 nacionales (9,11 % del total en 2015).
-Número de editoras: Más de 750 según el último estudio de la Cámara Brasileña del Libro.
-Número de librerías: 3.095, una por cada 64.954 habitantes en 2014 (la Unesco recomienda 1 por cada 10.000). 55 % están en el Sudeste, 19 % em el Sur, 16 % em el Nordeste, 6 % en el Centro-Oeste y 4 % en el Norte.
-Número de bibliotecas públicas: 6.949 distribuidas en los 26 Estados y en el Distrito Federal.
-Títulos más vendidos en 2015: Ficción: Cincuenta Tonos de Gris, de E. L. James (174.796 copias). No ficción: Jardín secreto, de Johanna Basford (719.626 copias).
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