Amando de Miguel en Libertad Digital- España
La capacidad de hablar no es natural; no
digamos la de escribir. Son habilidades que la especie humana adquirió
penosamente tras muchos milenios de evolución. Si hubieran sido capacidades
congénitas, en el mundo no habría ahora más de 6.000 lenguas, sino unas pocas.
Fracasó varias veces la utopía de una lengua única.
Las
capacidades de hablar y escribir derivan en una lengua cuando se acompañan de
una verdadera gramática, esto es, de un sistema sintáctico, aunque no se halle
formalizado.
La lengua para sus hablantes es propiamente el idioma, es decir,
literalmente "nuestra lengua". No aprendemos y utilizamos el idioma
solo para comunicarnos, sino para distinguirnos de los que no lo entienden, los bárbaros, etimológicamente los que parece que
balbucean al hablar.
La
lenguas se convierten en dominantes cuando compiten ventajosamente con otras y
se expanden. "La lengua fue siempre
compañera del Imperio", escribió Nebrija en 1492. No se
refería al incipiente Imperio Español sino al Romano. El latín acabó con
cientos o miles de lenguas indígenas dentro de los límites del Imperio. De las
primitivas lenguas ibéricas solo subsistió el vascuence (que ahora llaman euskera); nadie sabe por qué.
El latín
se desmembró conforme se fue disolviendo el Imperio. De ese bajo latín se
derivaron lentamente las lenguas romances, desde el rumano al portugués. En
Hispania el último romance en aparecer fue el castellano, que logró arrinconar
al leonés y al aragonés. La explicación está en que los castellanos surgieron
como una cuña muy aguerrida que se hizo con la tarea primordial de dar fin a la
Reconquista. Ese ímpetu supuso alejarse del latín más que los otros romances y
adquirir muchas palabras arábigas. El castellano se convirtió en
español al extenderse por una veintena de países.Solo el
inglés ha conseguido una difusión más amplia gracias un doble imperio, el
británico y el estadounidense. Para nosotros lo decisivo es esto: la lengua
española es hoy la única en la que se pueden entender (y no entender) todos los
habitantes de España y de Hispanoamérica.Se incluyen los hispanos o latinos de
los Estados Unidos. El conjunto representa unos 500 millones de personas.
La cuña
castellana surgió en el cuadrilátero que forman las actuales provincias de
Vizcaya, Álava, La Rioja y Burgos. Es sabido que en esa zona se hablaba vascuence.
Por eso se ha dicho que el primitivo castellano es
realmente el latín hablado por los vascos. En
efecto, tanto el vascuence como el castellano se distinguen por una fonética
clara, con solo cinco vocales, y algunos sonidos fuertes (la jota, la erre
doble, la che).
Una explicación para el mayor ímpetu guerrero de los castellanos
y su primacía en la Reconquista es que sus instituciones se alejaron del
feudalismo. Se consiguió así una relativa igualdad entre la población hidalga.
Sus reyes no se coronaron nunca, sino que juraban los fueros o leyes
fundamentales. Todavía sigue vigente esa tradición en la Monarquía española.
Lo que
hoy nos concierne es la paradoja de que dentro de España algunos nacionalistas
de otras lenguas intenten que el castellano pierda vigencia en sus respectivas
regiones, cuando la gana por ahí fuera. No es solo que aumente el número de
castellanohablantes en el mundo; lo fundamental es que se expande el núcleo de
los que lo aprenden sin tenerlo como lengua materna. La simplicidad fonética (otra vez las cinco vocales) hace que los
estudiantes progresen de forma satisfactoria, por lo menos para un nivel
elemental. Al revés, a los castellanoparlantes les cuesta mucho aprender otras
lenguas con más vocales, que son casi todas las dominantes en el mundo.
Ya se ha
dicho muchas veces, pero habrá que insistir. Las lenguas no son propias de comunidades políticas, de territorios, sino de
sus hablantes. Si se reconociera ese principio elemental nos evitaríamos muchas
luchas lingüísticas, que suelen ser muy enconadas. De ahí que no convenga
declarar oficial una lengua en un territorio, como tampoco
debe hacerse con una religión. Claro que lo que yo diga no va a misa.
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