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segunda-feira, 26 de junho de 2017

LA PUNTA DE LA LENGUA


El cardenal Ricardo Blázquez, durante una comparecencia en la sede de la Conferencia Episcopal.
El cardenal Ricardo Blázquez, durante una comparecencia en la sede de la Conferencia Episcopal.  EFE
Dice un anuncio difundido por la Iglesia española durante estos días para favorecer sus ingresos a través de la declaración de impuestos: “No puedes ser de dos equipos rivales. Pero en tu declaración de la renta sí puedes marcar las dos equis. La Iglesia y la de fines sociales”.
He aquí una muestra más de que el lenguaje incluye silencios que obligan a extraer deducciones.
Cuando alguien nos dice “Ambrosio vendrá luego, retira el retrato del Che Guevara”, nos previene ante un conflicto; pero eso no se expresa con lo que se dice, sino con lo que no se dice… y el interlocutor entiende (gracias a un contexto compartido).
Estas deducciones se llaman en lingüística “implicaturas”. Si cuento que “ayer estaba en casa, se abrió la ventana y cayó el jarrón”, de tan sencillo enunciado se inferirán varios hechos que yo no he explicitado: el viento fuerte provocó que la ventana cediese y que, al hacerlo, su hoja golpeara el jarrón, que se rompió; todo lo cual fue visto por mí porque estaba allí. De ese modo, el mensaje completo cobra sentido gracias a unos pocos vocablos relevantes.
Veamos esta otra frase, encuadrada en una conversación sobre dos amigos de economía saneada: “Él trabaja en un banco y ella es ingeniera”. Entendemos enseguida que el verbo “trabaja”, impulsado por su relevancia en el contexto, se extiende desde la primera oración a la segunda, pese a que el concepto “trabajar” no se pronuncie en ésta, que además ya dispone de su propio verbo (“es”). Pero el receptor comprenderá la correspondencia entre el primer aserto y el segundo: los dos trabajan.
En el referido anuncio de la Iglesia, ese papel relevante del verbo “trabajar” lo cumple el adjetivo “rivales”. Si se hubiera dicho “no puedes ser de dos equipos” y ahí se acabara el enunciado, un interlocutor podría refutar: “Soy del equipo de mi pueblo y además del Barcelona, así que puedo ser de dos equipos”. Por tanto, la palabra “rivales” es relevante; y su omisión habría cambiado todo el sentido. Tal relevancia se extiende al aserto posterior, de forma que los “fines sociales” se pueden entender también como rivales de la Iglesia, gracias a la ayuda del conector “pero”. Como explica la Gramática, este adverbio constituye una eficaz fuente de inferencias. Por ejemplo, si alguien dice “es un restaurante marroquí, pero muy bueno”, interpretamos que esa persona no tiene muy buena opinión sobre Marruecos. Y copio de la obra académica este otro ejemplo (página 2.453): “Viven en Canadá todo el año, pero los inviernos de ahora no son como los de antes”. Inevitablemente, quien lea eso toma como relevante la palabra “Canadá” en relación con el frío del que habla la oración posterior. Por tanto, lo que de ahí se está infiriendo es “viven en un país frío, pero ese país ya no es tan frío”. Así pues, la contraposición que implica ese “pero” se establece de nuevo entre los significados inferidos, no entre los pronunciados.
Con todo ello, deducimos que tal anuncio opone a la Iglesia con los “fines sociales”, al expresar que no se puede elegir a la vez a dos equipos rivales pero sí que cabe escoger a la vez las dos casillas (rivales). Sin la idea de rivalidad de por medio, se habría dicho en buena lógica: Igual que se puede ser de dos equipos, se pueden marcar las 

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