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sexta-feira, 7 de julho de 2017

NUESTRO IDIOMA



¿El idioma español sufre complejo de inferioridad?

El director de la Real Academia abrió la polémica al criticar 
con fuerza el avance de los anglicismos.      












La gente “cool” elogia o critica el “outfit” de un famoso en una noche de fiesta. ¿Estaba bien vestido? En la librería, podemos pedir el “thriller” de moda y las series, ahora, se miran por “streaming”. Después del mediodía, llega el “break” en el trabajo y la chance de salir a hacer “running”. Otros, aprovechan para tomar su clase de “crossfit”. La polémica se reactualiza siempre: los anglicismos, las palabras que los hispanohablantes adoptamos del inglés, ¿están empobreciendo nuestra lengua?


El director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, volvió a abrir el debate ayer. Dijo que es absurdo que la gente diga “tablet” en lugar de “tableta” durante una visita a Manila (capital de Filipinas) y lamentó lo que considera como una “entrega absurda al inglés desde una lengua fuerte” como el español, en diversos ámbitos. “Me preocupa el problema de la influencia muchas veces incomprensible del inglés. Yo uso el término papanatismo para referirme a esto”, le explicó a la agencia EFE.

Según evaluó, la publicidad “usa términos ingleses como si las cosas al ser descriptas en inglés tuvieran más valor” y opinó que “detrás de esto subyace cierto complejo de inferioridad que me parece muy desagradable”.

Pero no todos los catedráticos tienen la misma opinión. Clarínconsultó a José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras (AAL) y profesor de Historia de la Lengua en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “No considero en absoluto que haya un complejo de inferioridad, soy menos alarmista que Villanueva -analizó-. La exhibición permanente de la cultura norteamericana puede llegar a crear en muchos hablantes la impresión de que hay elementos en esa lengua ‘más deseables’, pero en todo caso lo definiría como un esnobismo”.

Moure es tajante: “Esta característica en ningún caso hace trastabillar el idioma. La historia de la lengua es en realidad la historia del ingreso de palabras extranjeras en mayor o menor medida, según las épocas. Hoy a nadie se le ocurre pensar que el español estuvo en peligro por la entrada de 4.000 arabismos en España, en su momento. En el Río de la Plata, en el siglo XIX, pasó algo similar con los galicismos (palabras tomadas del francés)”.


El director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, encendió la polémica. EFE/Francis R. Malasig

Para la licenciada en Letras e investigadora Susana Anaine, “el tsunami de préstamos vino de la mano de la informática y, luego, de las redes sociales, que llegaron y se manejaron en inglés, porque se crearon en inglés”. La especialista evalúa que “difícilmente una lengua puede rechazar el ingreso de términos que nombran realidades nuevas, para los que no siempre hay una denominación equivalente. Primero el hablante se comunica con lo que tiene, lo hace como puede, después acaso llegue el momento de encontrar formas de reemplazo” en castellano.

Muchos académicos concuerdan en que la marcada influencia se debe al dominio de la cultura estadounidense a partir de la Segunda Guerra Mundial, ya sea en el comercio internacional, el deporte, la música, el cine o la ciencia. Pero no se trata de un fenómeno que no haya existido en otros tiempos históricos o que no se verifique, también, en otros idiomas contemporáneos, como el italiano o el francés, que también absorbieron términos anglosajones.

Moure señala que muchas de estas palabras enriquecen o resultan más prácticas. Tienen un sentido unívoco y más concreto y son los usuarios los que terminan, en su opinión, incorporándolas. “Al hablante le resulta más rápido hablar del ‘mouse’, o decir que algo está ‘on line’, términos que ya están instalados y corren por todo el mundo”, precisa.

Lo mismo ocurre con “marketing”. ¿Alguien dice “mercadeo”? Moure recurre a otro ejemplo: “En la Feria del Libro, prefiero referirme al ‘stand’, una palabra más alusiva, antes que al ‘puesto’, término que puede tener varios significados”.

Desde hace años, en la playa usamos “shorts”, en el invierno “pulóver”, señalamos el erotismo como algo “hot” y, hoy, casi todos pagamos las cuentas a través del “home-banking”. Si un chico recibe maltrato en la escuela, lo calificamos como “bullying”.

Pero, en tiempos de globalización, la penetración del español en Estados Unidos también es cada vez mayor y en algunos de sus Estados el habla hispana ocupa un lugar de relevancia. Basta con pensar en el ídolo juvenil Justin Bieber cantando el estribillo del hit Des-pa-ci-to.

¿Qué hacer entonces? El presidente de la AAL cree que las “campañas puristas son contraproducentes” y que, en todo caso, la tarea es enseñar el español en las escuelas de la mejor manera, con todos sus recursos, para que sean los usuarios quienes decidan la manera más rica y eficaz de comunicarse. Porque la lengua es eso: un sistema de comunicación.

El debate que reabrió Villanueva, no obstante, se dio en un contexto claro. Por un lado, en mayo pasado Portugal ganó el Festival de la Canción Eurovisión, muy convocante en el Viejo Continente, en el que España tuvo un papel discreto. Su representante, el músico Manuel Navarro, compitió con una canción que alternaba estrofas en español y en inglés, titulada Do it for your lover, lo que despertó el enojo entre algunos sectores del público.

Por otra parte, las fuertes palabras de Villanueva tuvieron lugar en Filipinas, vieja colonia en la que alguna vez el español fue idioma oficial, pero en las últimas décadas perdió, de a poco, influencia.

Aquí, Anaine convoca a no desesperarse y recurre al lexicógrafo español Manuel Seco, quien dijo que los extranjerismos “entran en el torrente circulatorio del idioma”. Algunos quedan, otros se transforman y están los que finalmente desaparecen
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