Hacía los años sesenta publicó una obra importante titulada “La verdad y el significado”, que fue muy difundida. En ella realiza un análisis profundo de la lingüística, estableciendo relación entre el significado de las palabras y la naturaleza de la verdad .Según el eminente profesor, al menos en las oraciones declarativas, llegar a conocer lo que significa una frase lleva consigo la capacidad para decidir si su contenido es falso o verdadero. A través de los demostrativos que existen en toda lengua natural el hablante puede decidir si una frase es cierta o falsa, pues muchas de las oraciones cambian de valor dependiendo del momento y del lugar en el que se pronuncien Cuando decimos “este libro es mío”, la expresión será cierta solamente si el que habla señala un libro que realmente le pertenece. De ahí la importancia de los demostrativos en relación con el significado verdadero de determinadas expresiones.
Uno de los principios fundamentales de su tesis, coincidiendo con Wittgenstein, fue el de mantener con contundencia que el ser humano no puede aprender a hablar por sí solo, el lenguaje no es innato, se aprende por intercambio familiar y social, planteamiento que también defendía el lingüista W.O.Quine del que fue su discípulo .Es a través de la familia y más tarde, por las relaciones sociales como se llega a conocer el lenguaje. Por tanto, se opuso frontalmente a la teoría “egocéntrica” de Descartes según la cual la persona era capaz por sí sola de conocer el mundo y crear una forma de comunicarse. A propósito de la expresión filosófica cartesiana “pienso luego existo”, base de numerosos estudios, según explica Menéndez Pelayo en su ensayo “La ciencia española”, está fuera de dudas que este pensamiento no fue una creación del filósofo francés, sino que había sido formulado con anterioridad por nuestro compatriota Gómez Pereyra, autor del notable tratado que tituló “Antoniana Margarita”, publicado en Medina del Campo en 1554 quien escribió en esa fecha: “Sé que conozco algo, todo el que conoce es, luego yo soy”. Como expone José Bergua en la traducción al español del Discurso del Método: ”Es evidente que Descartes conocía la Antoniana Margarita de Gómez Pereyra, ya que la teoría cartesiana vio la luz ochenta y tres años después de que el español lo explicara en su obra tan notable como poco conocida”.
En cualquier caso, fuera Descartes acertado o no, lo cierto es que Davidson no estaba de acuerdo con aquélla tesis cartesiana de la aprendibilidad. Un grupo humano, un colectivo social, dispone de una lengua acumulativa, heredada y enriquecida por los antecedentes históricos, y lega esta a sus ciudadanos, ya sea por nacimiento o por incorporación. La imagen de un triángulo, le sirvió de ejemplo. En uno de los ángulos se encuentra la persona, en el otro todos los demás individuos y en el tercero, el universo. Eso no quiere decir que el que conoce una lengua carezca de creatividad, puesto que el hablante tiene capacidad para entender cualquier oración significativa aunque nunca la haya oído, y ello se debe a que, en la adquisición mental de una lengua se manejan recursos finitos para la producción de infinitos significados. La estructura del cerebro humano permite una extensa actividad combinatoria.
La metodología del tratadista americano en cuanto al análisis lingüístico y teoría de la verdad, a pesar de su complejidad, le convirtió en uno de los más importantes filósofos de la posguerra. Sus numerosos artículos han generado adhesiones y críticas pero en ningún caso pasaron inadvertidos entre los estudiosos de la filosofía del lenguaje. En España Bustos Guadaño profesor del lenguaje publicó un extenso tratado en el que analizó la obra de Davidson que llegó a ser nada menos que Presidente de la Asociación de Filósofos de Estados Unidos y dedicó su vida a profundizar en el misterio del lenguaje que es, como ha dicho D. Emilio Lledó “el alimento básico de la educación, lo que significa que la estructura interior de la personalidad es, en el fondo, el resultado de un diálogo y el resto de una memoria, interpretada por unas palabras con las que hemos engarzado los sucesos de nuestra vida.”
LA AUTORA ES ACADÉMICA CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADÉMIA DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN
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