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quinta-feira, 20 de maio de 2021
LA TORRE DE BABEL
DISTOPIA Y ALEGORIA BIBLICA SE CRUZAN EN UNA NOVELA PROFETICA DE C.S. LEWIS Una
moderna Torre de Babel Publicada en 1945, "Esa horrible fortaleza" alertaba
sobre los peligros derivados de la ciencia y la tecnocracia. Veía en ellas la
manifestación de un poder humano liberado de toda atadura moral.
POR JORGE MARTÍNEZ 16.05.2021 LA PRENSA - BUENOS aIRES
Agobiados en este extraño tiempo de tribulación planetaria, no fueron pocos los que en el último
año acudieron a la literatura distópica en busca de orientación y esparcimiento.
La lista previsible de novelas y autores (Orwell, Huxley, Zamyatin, Dick) fue
revisada del derecho y del revés a la caza de posibles anticipos de la pesadilla
que comenzó en China a principios de 2020. Pero un libro en especial ha estado
sospechosamente ausente de ese muestrario. Un libro escrito por el británico C.
S. Lewis en el último año de la Segunda Guerra Mundial, un libro tan agudo como
estremecedor y profético. Esa horrible fortaleza es la última parte de la
llamada Trilogía Cósmica, que también componen Más allá del planeta silencioso y
Perelandra. Lewis, uno de los máximos autores cristianos del siglo XX, la
escribió a mediados de 1944, casi en conjunción con su célebre ensayo La
abolición del hombre, del que viene a ser su versión novelada. El tema de ambos
es el mismo: desarrollar de qué modo la negación de la ley natural termina
desembocando en el imperio de lo antinatural, y por qué el humanismo emancipado
de toda atadura moral puede conducir a la completa deshumanización de la
especie. En la novela Lewis (1898-1963) acertó al situar la acción en un College
universitario, ambiente que conocía a fondo. Mucho de lo que sucede en la
historia tiene que ver con la vanidad, el orgullo y el "carrerismo" típicos del
medio intelectual, allí donde se maquina "una conspiración dentro de otra" y
prosperan las "emboscadas y dobles emboscadas", los "embustes, sobornos y
puñaladas por la espalda". Eligió ese territorio, además, como un microcosmos
que permitiera ilustrar un conflicto que abarca a toda la humanidad en su
historia tumultuosa y su destino último. Casi todos los personajes son
académicos embarcados en un ambicioso proyecto científico que se irá develando
de a poco. Quienes lo promueven integran el Elemento Progresista de la
universidad, que en su lucha por el poder interno desplazan o captan a los
colegas más escépticos o profesionales. Uno de ellos es el protagonista, el
sociólogo Mark Studdock, quien no podrá resistir la tentación de sumarse al
influyente Círculo Interno. El de su esposa, Jane Tudor, con la que no congenia,
será el recorrido inverso: del orgullo "de género" hará un tránsito gradual
hacia la aceptación de la misteriosa gracia que le permite "ver" el futuro.
CUENTO DE HADAS Lewis decía que Esa horrible fortaleza era un cuento de hadas.
Aludía al elemento fantástico de su trama, en la que no faltan rasgos de ficción
científica, junto con ángeles, demonios y animales que están mucho más que
domesticados. Pero la novela es, en esencia, una alegoría bíblica, como lo
indica el título, que es una cita del poeta Sir David Lindsay (1490-1555)
referida a la Torre de Babel y al desmesurado intento de levantar una
construcción humana que llegue hasta el cielo. El Elemento Progresista trabaja
en algo equivalente. Sus miembros, reunidos en el Instituto Nacional de
Experimentos Coordinados (NICE es la irónica sigla en inglés), están seguros de
que la ciencia y la planificación tienen la respuesta para todos los problemas
del ser humano. Son ingenieros sociales y alquimistas de la biología. Combaten
la superpoblación ("Hay demasiada vida de todo tipo, animal y vegetal. En
realidad aún no hemos limpiado este planeta", avisa uno de sus mentores), y
proponen tratamientos "terapéuticos" contra la delincuencia, "esterilizar a los
incapaces", exterminar a las "razas atrasadas" y fomentar la "reproducción
selectiva". Aborrecen a la naturaleza -hasta los árboles les repelen- y disponen
incluso de un "falso profeta", un religioso hereje que bendice el plan por
considerarlo un "instrumento irresistible" para la llegada del Reino "en este
mundo, en este país". Todos juntos maquinan el mayor de los experimentos: crear
un hombre nuevo que haya conquistado la muerte y reemplace la "vida orgánica"
con un sustituto químico. Mark será convocado para "camuflar" la conjura y
someter, con manipulaciones y engaños, a los "oscurantistas" que se interponen
en el camino. Que son la gente de pueblo, los pequeños propietarios y,
especialmente, el trabajador rural, al que definen como "muy recalcitrante en
una comunidad planificada y siempre retrógrado". Primero los combatirán con una
campaña de prensa dirigida a lectores cultos, porque "son los lectores cultos
quienes pueden ser engañados". Después se organizarán disturbios amañados para
forzar la imposición de leyes de emergencia en la ciudad universitaria donde
funcionará el NICE, disturbios que la prensa estará en condiciones de condenar
antes de que ocurran. Esta tarea se la asignarán a un Mark que todavía se niega
a falsear la realidad. "¡Desde cuándo necesitas esperar que ocurra algo para
escribir la historia!", será la cínica respuesta de sus superiores. APARECE
RANSOM La última barrera frente a esos designios estará en el pequeño grupo que
dirige el profesor Ransom, protagonista de las dos primeras novelas de la
trilogía y que en Esa horrible fortaleza aparece hacia la mitad del libro.
Ransom sabe que, en última instancia, el combate se librará merced a la
intervención sobrenatural y con el auxilio de un personaje legendario: el mago
Merlín. Lewis lamentaba que los primeros críticos de la novela no hubieran
apreciado la inclusión del viejo mago en el argumento, una incomprensión que
siguió hasta nuestros días. Su papel resulta crucial y se lo disputan los dos
bandos en pugna. Merlín es despertado después de un sueño de quince siglos para
sumarse a la contienda y, de paso, salvar su alma. En él está representado
"aquel oscuro pozo de historia que se extiende entre los antiguos romanos y el
comienzo de los ingleses", explica uno de los personajes. Es, agrega otro, "el
último vestigio de un orden antiguo en el que la materia y el espíritu estaban,
según nuestro moderno punto de vista, mezclados". Si Ransom es el Pendragon, con
Merlín revive la mítica Logres del Rey Arturo, el bastión medieval que resurge
para batirse frente al desvarío suicida de la modernidad. Como Merlín no es un
hombre del siglo XX, antes de que entre en la refriega sus camaradas -entre los
que se cuenta Jane, la esposa vidente de Mark- deben explicarle el mundo en el
que le tocó despertar y las fuerzas a las que se enfrentará. Esa explicación
contiene algunos de los pasajes más certeros del profundo sentido satírico que
inspira toda la novela de Lewis. Merlín tarda en entender. Pregunta, por
ejemplo, si no será posible encomendarse a la acción del rey de Inglaterra, y
cuando le responden que es un rey débil, inquiere si su debilidad no será
imputable a la mala influencia de sus "grandes hombres", de sus nobles,
embajadores y prelados. Ransom aclara al mago que los poderosos de hoy no son
los que él cree y sus poderes no se comparan ya con los del medioevo. "Tienen un
instrumento que llaman prensa con el que engañan a la gente", precisa el
profesor. La fe "está hecha pedazos y habla con voz dividida". Ya no quedan
príncipes cristianos y ni siquiera el Oriente puede acudir en ayuda. "El veneno
fue producido en estas tierras occidentales pero se ha lanzado en todas partes
-advierte Ransom-. Por más lejos que vaya siempre encontrará las máquinas, las
ciudades atestadas, los tronos vacíos, las falsas escrituras, los lechos
estériles; hombres enloquecidos por falsas promesas y amargados por miserias
reales, adorando las obras de acero de sus propias manos, apartados de su madre,
la Tierra y del Padre del Cielo". El desenlace está a tono con la alegoría y el
título. La maldición que cayó sobre los constructores de la Torre de Babel
también se abate sobre los diabólicos manipuladores de la humanidad en una
escena que está entre las más logradas del libro. El castigo divino sorprende a
los malvados en el reducto que se proponían alzar contra el orden natural.
"Había deseado con todo el corazón que no existieran la realidad ni la verdad
-se dice de uno de ellos-, y ahora ni la inminencia de su propia ruina podía
despertarlo". Esa horrible fortaleza se publicó en agosto de 1945, días después
de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, dos ejemplos del mal que se
anticipaba en su trama. Desde entonces no ha sido el libro más frecuentado de
Lewis, ni el más popular. Como se ha dicho, los primeros críticos fueron
implacables en sus opiniones y no parecieron comprender los diferentes
simbolismos de sus páginas, ni aceptaron su cruce de realismo y elementos
sobrenaturales. El propio autor, según lo atestigua su correspondencia, debió
explicar varios pasajes y aclarar dudas de lectores cercanos, amistosos. Pero al
margen de las objeciones literarias, siempre discutibles, no fue un libro
fallido. Leído siete decenios más tarde, en un tiempo pandémico por completo
subordinado a la prepotencia de la ciencia y en manos de la tecnocracia de
infectólogos y "expertos", Esa horrible fortaleza conmueve por la precisión en
el diagnóstico y la puntería de sus advertencias. Describió como pocas obras de
ficción la raíz del mal en las sociedades modernas y su inmenso poder, a la vez
que detectó su punto débil, el talón de Aquiles que podría conducir a su derrota
en el momento menos pensado. "En la lucha contra los que sirven a los demonios
-se lee hacia el final- uno siempre cuenta con eso a favor; sus amos los odian a
ellos tanto como ellos nos odian a nosotros". Jorge Martínez @JorgeGMar
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