A Luis García Montero, poeta, catedrático de Literatura de la Universidad de Granada y a la sazón flamante nuevo director del Instituto Cervantes, el buque insignia de la diplomacia cultural nacional, el organismo encargado precisamente de difundir las bondades de la cultura y el idioma de este país, le parece que "usar el español como marca España es un disparate".
Para matizar esta llamativa afirmación, el granadino ha añadido que mejor le parecería, en todo caso, que como emblemas de la identidad española se emplearan "el aceite de Jerez o los espárragos de Navarra", toda vez, dijo, que "sólo el 8% de los hispanoparlantes en el mundo son de España".
Sólo unos momentos antes, durante su intervención en un curso de verano de la sede Antonio Machado de la Universidad Internacional de Andalucía en Baeza (Jaén), García Montero ha defendido este viernes –en unas declaciones recogidas por la agencia Europa Press– que en el momento actual "hace mucha falta defender la cultura hispánica y la dignidad del español en Estados Unidos".
Por este motivo, el poeta y profesor granadino se ha mostrado partidario de ampliar la red de sedes del Instituto Cervantes abriendo una nueva plaza en la capital de Estados Unidos, Washington, "capital del mundo en este momento". García Montero ha explicado que el Cervantes, que ha vivido "épocas de recortes", se ha sostenido durante estos últimos años gracias a "la vocación de la gente", por lo que toca ahora, ha dicho, "consolidar y analizar económicamente las posibilidades de extenderse".
Sobre la integración del resto de lenguas oficiales de España, ahora continuamente sobre el tapete debido al actual furor de los debates y las políticas nacionalistas e identitarias, el director del Instituto Cervantes ha afirmado que la "obligación" de la institución que dirige él ahora es "defender y divulgar las culturas de todas las naciones y regiones que se integran en el Estado". Y ello, ha añadido, porque "hay que cultivar el respeto a la diversidad, pues es fundamental y enriquece a todos".
Además, García Montero ha señalado que bajo su gestión el Instituto Cervantes se marcará dos grandes prioridades: servir de puente entre Latinoamérica y Europa, e ir extendiéndose progresivamente por los países de la cuenca mediterránea. Al respecto de este último objetivo, el escritor granadino se ha congratulado de que haya "cada vez más países que están demandando el idioma español". Entre ellos, ha apuntado, sobresalen China y Japón, por lo que ampliar la presencia en Asia será también una meta de esta política. Eso sí, se ha matizado a sí mismo de inmediato, sobre de la base de que, "más que una visión galopante e imperial, lo que se busca es consolidar lo que ya tenemos".
Hawái, con tilde y una sola i,es la hispanización del nombre inglés Hawaii.
En los medios de comunicación pueden leerse frases como «El huracán Lane se acerca a Hawaii y podría provocar devastadoras inundaciones», «Un juez de Hawaii bloquea el nuevo veto migratorio de Trump» o «Cómo es la mansión de Barack Obama en Hawaii».
Tal como señala el Diccionario panhispánico de dudas, Hawái, con tilde y una sola i, es la grafía adaptada del topónimo inglés Hawaii. Por su parte, el Diccionario de la lengua española recoge como gentilicio para los naturales de estas islas la voz hawaiano.
Así pues, en los ejemplos iniciales lo apropiado habría sido escribir «El huracán Lane se acerca a Hawái y podría provocar devastadoras inundaciones», «Un juez de Hawái bloquea el nuevo veto migratorio de Trump» y «Cómo es la mansión de Barack Obama en Hawái».
Entre los muchos datos que la actualidad imprime en el cuerpo social figura sin duda la cuestión del llamado lenguaje inclusivo. Esto es: las propuestas para que el habla reemplace el uso del universal masculino por vocablos cuyas letras no ignoren la diversidad de respuestas frente al enigma de la relación sexual: vaya como ejemplo el uso del todes en lugar del todos. Desde ya la iniciativa ha cosechado apoyos pero también críticas, algunas propias del carácter retrógrado de los nostálgicos del orden patriarcal, pero otras que merecen toda su atención. Por caso quienes opinan que el carácter heteróclito, errático e impredecible de la lengua hace imposible la imposición de cambios surgidos de alguna intencionalidad premeditada por más digna que la misma sea: los cambios –dicen– se dan de manera natural. Argumentos no les faltan, basta recordar la peregrina iniciativa de Gabriel García Márquez: “jubilemos la ortografía, enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites y pongamos racionalidad en el uso de los acentos”, propuesta que por atentar contra la bella irregularidad que los siglos depositaron en la lengua mereció todo tipo de críticas, por cierto muy bien fundamentadas. Sin embargo, quienes dicen que los cambios en la lengua se dan de manera natural olvidan que el reino de lo humano se ha desprendido de la naturaleza precisamente por obra y gracia del lenguaje, esto es: la ley del incesto, ese imperativo moral que al desalojar el instinto hace de la sexualidad humana una incógnita siempre renuente a soluciones definitivas o roles estereotipados. Este y no otro es el motor que empuja la máquina del lenguaje en su errático devenir. Aquí la metáfora del cuerpo social toma todo su alcance: se trata de que una comunidad hablante está compuesta de cuerpos afectados por signos cuya eficacia subvierte las necesidades vitales a manos del goce de la lengua: una tendencia acéfala y caótica de ningún modo ajena al avatar político e histórico de la tragedia humana. Es decir, una voluntad traducida en cuerpos de deseo que violentan el sentido común, desde el seductor e irreverente decir de los poetas hasta los dialectos y modismos que resisten los mandatos de la lengua oficial, para no mencionar las frases lanzadas como si nada que luego, por misteriosas razones, el lenguaje adopta en su cotidiano devenir. De esta forma, lejos de remitirse a la ocurrencia o capricho de algún grupo o institución, el todes –por decir uno de los tantos vocablos inclusivos– bien puede resultar de una voluntad social y política de larga data. Por caso, basta citar el movimiento femenino de Las Preciosas que en la Francia del siglo XVII acuñaran la expresión “me falta la palabra”, testimonio de la inconsistencia del lenguaje para alcanzar el real que sin embargo cierne y altera, a saber: el enigma de la relación sexual que la rica equivocidad de la lengua atesora a pesar del cinismo de tóxicos discursivos como la posverdad. El tiempo dirá si el lenguaje inclusivo se muestra apto para acompañar e incidir en los cambios sociales que la decadencia del orden patriarcal provocan, cae en el olvido, o sucumbe como sinónimo del capricho individualista en que “cada Une hace lo que quiere porque el Otro no existe”.
La grafía mar de Alborán, con la m de mar en minúscula, es la apropiadapara referirse a la parte más occidental de mar Mediterráneo.
Sin embargo, en los medios de comunicación, en especial en las noticias referidas al rescate de migrantes, pueden verse frases como «Rescatadas 109 personas de dos pateras en el Mar de Alborán», «Salvamento Marítimo rescata a 63 inmigrantes en el Mar de Alborán» o «Trasladan a Málaga a 207 inmigrantes rescatados en el Mar de Alborán».
Según establece la Ortografía de la lengua española, «los nombres propios de los accidentes geográficos, tanto naturales como artificiales, se escriben con mayúscula inicial, pero no los sustantivos comunes genéricos que los acompañan (océano, mar, lago, embalse, sierra, cabo, canal, etc.), que deben escribirse con minúscula».
Por tanto, en los ejemplos anteriores lo adecuado habría sido escribir «Rescatadas 109 personas de dos pateras en el mar de Alborán», «Salvamento Marítimo rescata a 63 inmigrantes en el mar de Alborán» y «Trasladan a Málaga a 207 inmigrantes rescatados en el mar de Alborán».
Más allá de esta norma general, existen algunas excepciones que se recogen en la Ortografía académica y que pueden consultarse en esta recomendación.
El término dolarizar es un verbo válido para expresar la acción de ‘oficializarse en un país el uso del dólar estadounidense’.
En los medios de comunicación pueden verse frases como «Dolarizar o mantener el bolívar: ¿qué le conviene a Venezuela?», «Dolarizar la economía, ¿la salvación de Venezuela?» o «¿Por qué la dolarización puede no ser una buena idea?». Dolarizarse, en su forma pronominal, figura en el Diccionario académico como voz propia de Colombia, Costa Rica, Guatemala y Panamá, con el significado de ‘oficializarse en un país el uso del dólar estadounidense’.
Por su parte, otras obras, como el Diccionario de americanismos y el diccionario Clave, recogen también su empleo como verbo transitivo(‘hacer que una economía pase a tener el dólar estadounidense como patrón monetario’) y amplían sus acepciones con el sentido de ‘referido especialmente a una moneda: equiparar su valor al del dólar estadounidense’, respectivamente.
De este modo, tanto los ejemplos en los que como verbo transitivo se refiere a oficializar el dólar como moneda («Dolarizar o mantener el bolívar») como los que aluden a equiparar el valor de una moneda al del dólar («Dolarizar la economía»), así como aquellos en los que se emplea el sustantivo derivado («La dolarización puede no ser una buena idea»), pueden considerarse válidos.
Los verbos terminados en -ducir, como reducir, conducir y traducir, presentan formas irregulares en algunos tiempos de su conjugación; por ejemplo, redujo, no redució.
En los medios de comunicación pueden verse frases como «El motorista se salvó gracias al poste del semáforo, que redució el golpe», «Emprende un ritmo arrollador como si conduciera una locomotora» o «Se adaptaron y traducieron muy bien los nombres».
Como indica la Nueva gramática de la lengua, en todos los verbos acabados en -ducir, como los citados y producir, aducir, seducir, deducir o introducir, la ce final de la raíz pasa a ser jota en el pretérito perfecto simple de indicativo y en el imperfecto y futuro de subjuntivo: redujo, condujo,tradujo, redujeran, condujeran, tradujeran…
Por tanto, no son adecuadas formas como reduciste, conduciste, traduciste, reducieran, conducieran, traducieran…
Así, en los ejemplos iniciales lo adecuado habría sido escribir «El motorista se salvó gracias al poste del semáforo, que redujo el golpe», «Emprende un ritmo arrollador como si condujera una locomotora» y «Se adaptaron y tradujeron muy bien los nombres».
Se recuerda además que la versión en línea del Diccionario de la lengua españolaofrece la posibilidad de conocer la conjugación adecuada de cada verbo haciendo clic en Conjugar.
La traducción es una profesión bastante exigente que debe evolucionar al ritmo de las demandas socioculturales, académicas y científicas.
Se puede afirmar con certeza que los traductores se hacen a partir del número de palabras que traspasen de un idioma a otro, de manera que es una formación que está en constante crecimiento. Así que bien sea que tengas intención de trabajar en una empresa de traducción o laborar de manera particular, estas son algunas de las cosas que no te pueden faltar como traductor.
10 Cualidades que debe tener un buen traductor
Es necesario ser bilingüe, y un poco más
Suena redundante decir que un traductor debe ser bilingüe, pero lo cierto es que el bilingüismo es un amplio espectro que abarca muchas cualidades y capacidades. Por eso es a veces molesto escuchar que una persona que fungen como traductores de español a otros idiomas digan a vox populi que son bilingües cuando no tienen pruebas suficientes. Ser bilingüe no se trata solo de reconocer el uso y contexto de palabras en dos idiomas, sino de tener conocimientos certeros y pragmáticos de sociolingüística, conocimientos textuales y léxico gramaticales.
Traductores con conocimientos especializados en temas concretos
No importa qué tan versátiles nos creamos, un buen traductor se especializa en un tipo de temas o al menos en un espectro de temas. Quien no tiene ningún tipo de conocimiento médico en su idioma materno no puede ni debe de entrada dedicarse a un tema tan delicado como este, porque suponiendo que haga una traducción de inglés a español de un tema delicado, operatorio, como ejemplo, es mucho lo que está en riesgo. Por eso, por más que un traductor de idiomas quiera navegar en muchos campos, para ser realmente bueno debe dedicarse a uno.
Tener conocimiento del oficio
Por más que en un principio hemos destacado que un buen traductor se hace a partir del número de palabras traducidas, es cierto que la formación académica y el conocimiento del negocio es estrictamente necesario. Se deben conocer los campos, los tipos de prácticas profesionales y sus aplicaciones. Por ejemplo, no todos los intérpretes son traductores y viceversa, aunque sí existen traductores e intérpretes lingüistas. Esto último nos lleva al siguiente punto y es que por conocimiento de oficio nos referimos también a los principios que rigen la traducción, como los tipos de unidad, procesos requeridos, métodos y enfoques aplicados, etc. que evidentemente están muy relacionados con la lingüística.
Es necesario apoyarse en herramientas de traducción
Un buen traductor debe saber hacer uso de las herramientas adecuadas para cumplir sus labores. Por ejemplo, existen traducciones técnicas con términos que escasamente se escuchan en el habla cotidiana. Es evidente que en un primer contacto, los traductores no van a conocer estos términos y ahí es cuando entran en juego las herramientas de apoyo que van desde diccionarios y enciclopedias hasta fuentes de documentación de nuevas tecnologías. Parece radical, pero sin importar cuántos años de experiencia y número de palabras tenga un profesional, siempre debe tener fuentes de respaldo por excelencia para realizar traducciones oficiales.
Hay que organizarse bien
Un traductor que trabaja de manera desordenada no es tal. Para ser traductor, un oficio tan complicado, se debe tener cierto grado de competencia estratégica, es decir, capacidad de gestión temporal, administrativa y pragmática para las labores. Un traductor que no hace entregas a tiempo no puede llamarse como tal, asimismo, si no conoce de formatos, maquetación y estructura de contenidos, puede ser traductor, pero no el mejor.
Componentes psicofisiológicos
Puede que estos no dependan precisamente de la formación académica o de la experiencia laboral sino más bien del funcionamiento de nuestro cerebro, pero hay que prestar atención a este punto. No decimos que sea imposible ser un buen traductor si no se tienen buenos componentes psicofisiológicos como la memoria, la percepción, la atención o la emoción, sino que se vuelve más difícil. Si tienes deficiencia en alguno de estos componentes y te conviertes en traductor ¡felicidades! Porque has conseguido un logro grandioso y casi imposible.
Ser traductor de un solo idioma
Puedes saber muchos idiomas y trabajar en traducción de textos en dichos lenguajes, de hecho, pero no puedes ser igual de bueno en todos ellos. Por eso a veces es bueno especializarse en tan solo uno de ellos, y una vez lo hayas perfeccionado, dar el paso a otro. La razón es porque en el hábito de aprender a profundidad un idioma en concreto, se generan redes neuronales que con el tiempo rinden su fruto en una mayor velocidad para traducir. Si no hemos llegado a este nivel, reiniciamos todo el proceso cuando abandonamos este idioma por aprender a traducir otro totalmente nuevo.
No usar traductores automáticos
Es fácil caer en este tipo de tentaciones cuando internet tiene un sinfín de plataformas de traducción automáticas. Pero como antes dijimos, un buen traductor tiene conocimiento de fuentes y, al mismo tiempo, sabe que la traducción es más que traspaso de palabras de un idioma a otro, que cada palabra tiene un peso sociocultural y algunas veces histórico que le da significado.
Es necesario concentrarse en los detalles literarios
Un buen traductor se preocupa de que el texto traducido tenga sentido, pero más allá de eso, que tenga riqueza literaria. Con esto queremos decir que no recurre siempre a los mismos conectores ni repite de manera monótona las mismas palabras. Hoy en día, una agencia de traducción para poder ser reconocida debe prestar un servicio de traducción realmente formidable, con una riqueza lingüística que se perciba desde la primera línea traducida, pues estos detalles marcan la diferencia entre la traducción amateur y la traducción profesional.
Hay que ceñirse al texto original
El hecho de que el texto deba tener riqueza literaria no quiere decir que se transforme y se omitan palabras y expresiones para expresar “sentido”. Un buen traductor debe tener fluidez literaria sin despegarse del texto original.
Con todos estos requerimientos, la verdad es difícil encontrar un buen traductor de idiomas aunque muchos se pongan el título.