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segunda-feira, 31 de janeiro de 2011
EL IDIOMA ESPAÑOL EN ESPAÑA...
SOCIEDAD
¿Somos los españoles especialmente propensos a decir tacos?
En televisión, desde luego que sí
Fuente: w.w.w.larioja.com - CARLOS BENITO
Un extranjero con ganas de aprender palabrotas en español lo tiene más fácil que nunca. Ya no hace falta interrogar a los amigos, ni tampoco peinar los diccionarios como hacíamos de niños en clase de idiomas. Hoy en día, una hora de televisión bien elegida puede bastar para hacerse con un vocabulario muy completito, desde la interjección casi inocente hasta el insulto más brutal, pasando por toda la escala de procacidades sexuales. Si juzgamos por lo que se escucha en la pequeña pantalla -y también en la radio, donde no escasean las lenguas desatadas-, nos quedaremos con la impresión de que los españoles somos la gente peor hablada del mundo, una nación entera consagrada al taco. ¿Es esto verdad?
No falta quien sostiene que sí, sobre todo entre los hispanohablantes de América. El tema surge con bastante asiduidad en los foros de inmigrantes latinos: «La verdad es que eso pensé cuando llegué a España. Acabas por acostumbrarte, te metes profundamente y aprendes esas palabritas como si nada. Cuando, pasado un tiempo, he vuelto a mi país, he estado escandalizando a la familia», escribe uno. «No es que el español sea una persona grosera o irrespetuosa, simplemente dice lo que piensa tal cual y se acabó», contemporiza otro. Los expertos confirman esa diferencia con otros países: «En América hay una forma de expresión más cortés y el taco se ve con mucho más recelo, se utiliza de manera más parca. Tienen un sentido de pudor lingüístico mucho más agudo», apunta Darío Villanueva, secretario de la Real Academia Española, acostumbrado a conversar sobre este rasgo con sus colegas del otro lado del Atlántico. El lexicógrafo Delfín Carbonell, autor del diccionario de argot 'El Sohez' (así, con esa hache intercalada que rescató de los siglos XVII y XVIII), aporta un par de ejemplos ilustrativos: «En México, emplear la palabra 'culo' puede organizar un cacao de miedo, tienen que recurrir a eufemismos para decir dónde les aprieta el pantalón. Y, en Chile, a los españoles nos llaman 'coños', por nuestra costumbre de utilizar la palabra para todo, como una muletilla sin significado ninguno».
Ante la cebolleta
La brecha se amplía en los medios de comunicación. Mientras que otros países llevan el tabú hasta extremos casi ridículos, España no duda en introducir los tacos en horario infantil y sigue con entusiasmo programas como 'Gran Hermano' o 'Sálvame', que a menudo degeneran en fiero intercambio de groserías. Iniciativas como la de la última edición de 'OT', con sanciones para los concursantes y los jurados que suelten alguna palabrota, acaban demostrando nuestra incapacidad para evitar esos excesos: el contador de los tacos no para. «Antes, aunque los españoles fuéramos muy 'taqueros', nos mordíamos generalmente la lengua cuando nos ponían delante la cebolleta de un micrófono, cuando hablábamos para la prensa o cuando estábamos en una situación formal -reflexiona Villanueva-. Ahora pasa lo contrario: a veces parece que, cuando una persona está ante un micrófono, en vez de velar sus intimidades hace exhibición de ellas, hay una especie de exhibicionismo verbal. Algunos estudiosos de la sociedad posmoderna hablan de la obscenidad de la intimidad: en esa tendencia a revelar lo íntimo, el taco tiene un papel muy destacado».
Pero, en realidad, ¿existe algún argumento contra los tacos, más allá de una moral que puede sonar mojigata? ¿Acaso no se trata de palabras como las demás? «Lo importante es el contexto -puntualiza Delfín Carbonell-. Si estás con una señora y te dice 'qué órgano sexual tienes', probablemente te entrará la risa, pero con un médico es diferente. Yo creo en la libertad al cien por cien, pero también debemos ser respetuosos con los demás, tener cierta urbanidad: si estamos en televisión y nos va a oír todo tipo de personas, ¿por qué utilizar esas palabras? Y, sobre todo, ¿por qué reincidir en ellas una y otra vez? Estamos hablando de gente que tiene un vocabulario pequeñín, cortito». El secretario de la Academia coincide: «El taco puede ser sumamente expresivo y pertinente. Lo opuesto es ese discurso de personas que recurren a los tacos en enunciados de pobreza absoluta. Ahí es donde resultan perjudiciales, porque empobrecen extraordinariamente el idioma». Y a ese frente se suman las asociaciones de espectadores: «La televisión debe ser un medio que enriquezca nuestro vocabulario y promueva un uso de la lengua correcto. Sin embargo, algunos programas, sobre todo de entretenimiento, hacen un flaco favor al lenguaje y desprestigian una profesión como el periodismo», reprocha Ana Muñoz, directora ejecutiva de la federación iCmedia.
Tacos en la RAE
Curiosamente, los lingüistas tienen la obligación de estar atentos a esas expresiones malsonantes, porque también forman parte de su trabajo. El argot es uno de los campos más dinámicos del idioma, sometido a ocasionales chispazos de creatividad callejera. «La gente utiliza estas palabras y las hace evolucionar, unas veces las rescata del olvido y otras las manda a él. A veces, lo que aparece es una ocurrencia de alguien que apenas tiene eco: por eso hay que hacer seguimiento, porque solo las ocurrencias que se consolidan merecen incorporarse al acervo de la lengua», explica Villanueva. Uno no puede evitar cierta sonrisa al imaginar a los académicos discutiendo sobre el uso y las particularidades de alguna palabra soez: «En la Academia unos somos más 'taqueros' que otros -admite el secretario-, pero generalmente el taco en boca de un académico suele ser pertinente, aparece cuando tiene que aparecer y no ocupa el espacio de otras palabras».
A Delfín Carbonell, la confección de 'El Sohez', un diccionario centrado en el «español cotidiano, popular, familiar, coloquial, grosero y malhablado», le obligó a sumergirse durante años en un océano de palabrotas, una ensordecedora cacofonía malsonante. Pero él se lanzó a la tarea con un buen par de... aberronchos, por utilizar uno de los términos que recopiló. «Decidí hacer un diccionario de autoridades, buscando referencias escritas. Tuve que leer ochocientas novelas, sin saber lo que iba a encontrar en cada una». ¿Dio con algún virtuoso de la palabra gruesa? «Recomiendo 'Días de guardar', una novela negra de Carlos Pérez Merinero: es muy fuerte, sobre un psicópata de mucho cuidado. Ahí salía una cantidad de palabras tremenda, fue una maravilla, un filón. También está Cela, claro, pero además leía 'El Víbora', revistas para chicas jovencitas o los anuncios sexuales de los periódicos. Iba en el autobús un día, marcando con redondelitos 'lluvia dorada' y cosas así, y la señora de al lado me miraba muy mal».
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