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sexta-feira, 24 de junho de 2011

FABIO MORÁBITO




“Desconfío de los escritores que tienen claro lo que van a decir”
El autor recrea en sus textos una calma perturbadora con personajes obsesivos y perdedores.
POR PATRICIA KOLESNICOV - pkolesnicov@clarin.com


Fuente: Clarín – Ñ – Revista de Cultura


No se pierdan a Fabio Morábito. Si nunca lo escucharon nombrar, lean la nota hasta el final y conózcanlo desde hoy. No se pierdan a esos perdedores que jamás entenderán qué les pasó. La observación del detalle conmovedor. Sus obsesivos. Su tranquilidad perturbadora. No se lo pierdan: quedamos en eso.
Es obligatorio decir que este escritor mexicano nació en Egipto y creció en Italia, que creció en italiano. Es obligatorio porque algo, cierta lentitud en su escritura, remite a quien no está cómodo con una lengua. La operación opuesta, si se quiere, al frenesí de Junot Díaz, ese inmigrante dominicano que hoy una de las promesas de las letras de los Estados Unidos, rey incómodo de sus dos idiomas.
¿En qué idioma piensa? En español.
¿Y en qué idioma insulta? Ahí tengo algunas preferencias por el italiano. Por ejemplo, la palabra “va fangulo”, es una palabra en el fondo bastante afectuosa.
Hace algunas semanas salió en el país Grieta de fatiga , un libro de cuentos de Morábito, publicado por Eterna Cadencia. Con perdedores, obsesiones, detalles, mucho engaño.
Ahora, desde el cuarto de su hijo en Ciudad de México, por teléfono, arrastrando una “erre”, dice que su preferido es un cuento en el que un escritor se niega a aceptar los cambios que le sugiere un corrector de estilo. “Es un fantasma el corrector de estilo”, dice. “Es un recordatorio de cómo en el lenguaje es imposible ser infalible”.
Redactar, dice, es fácil: hay un objetivo, se aprende una técnica, funciona. Escribir es otra cosa.
¿Cuál es la diferencia? En literatura hay tantas cosas que comunicar que el texto no puede comprometerse con ninguna. Entonces, se tiene que disfrazar de todas. Y la esperanza es que entre todas se diga algo tan profundo que el propio escritor no adivine qué es.
¿Como un médium, dice algo que no sabe qué es? Sí. Desconfío de los escritores que tienen claro lo que van a decir. Si tiene un plan y no se sale de él, lo siento sospechoso de ser un pésimo escritor.
¿Corrige mentalmente cuando lee a otros? A veces sí, pero si el texto me gana, ya no pienso en eso.
¿Qué hace que un texto pueda “ganarlo”? Justamente, poder desligarme del lenguaje, que parezca que eso no puede escribirse de otro modo. Eso pasa cuando uno está muy atrapado con su lectura y le permite a esa lectura no detenerse en nada. Yo quiero olvidarme de lo que está pasando en la superficie, quiero sentirme realmente en el viaje, como cuando está uno en un tren, el ruido de las ruedas, el traca–traca, pues uno deja de oírlo a los pocos minutos.
Olvidar el procedimiento.
Claro. Un autor que no te hace olvidar su procedimiento, su técnica, no te está emocionando, no te está seduciendo.
“Escribir es como un juego”, dice en el libro. “Escribir es robar”. Y ahora parece decir: “Escribir es seducir”. Algo del orden de la seducción aparece en la precisión de los detalles. Y en las especulaciones alrededor de ellos, como: “Si me pongo esta ropa él va a pensar...” ¿Está mostrando la construcción de sentido a partir de indicios, como en los relatos policiales? En el fondo, todos los cuentos son cuentos de terror, porque ocultan algo que uno no sabe, que es, por el simple hecho de haber sido ocultado, algo terrible. Siempre estamos buscando indicios, huellas, señales de algo que no se nos revela. La literatura descansa en eso. Siempre hay algo oculto, algo velado, que alguien trata de descubrir qué es.

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