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quarta-feira, 16 de novembro de 2011

Del insulto y la traducción como dos de las bellas artes



16/11/11 Hoy terminan las jornadas en las que se debaten la historia y la actualidad del rioplatense.

Fuente: Clarían – por GUIDO CARELLI LYNCH



Los insultos también cumplen normas gramaticales y contra todos los pronósticos agoreros los jóvenes rioplatenses usan un castellano amplio, moderno y creativo. Enseñanzas y puntos de vista como ésos dejó ayer el segundo día de las “Jornadas de la Lengua. La lengua de los argentinos. Historia y situación actual”, que hoy terminan en la Biblioteca Nacional (BN).
Por la tarde, después de las charlas de la mañana por las que pasaron el psicoanalista Germán García y el director de la biblioteca Horacio González llegó lo mejor. En la Sala Juan L. Ortiz la lingüista Laura Kornfeld expuso una descripción de las palabras más vivas y políticamente incorrectas del idioma de los argentinos: los insultos. Para ello se sirvió del manual de la revista Barcelona, Puto el que lee , una ácida recopilación de las palabrotas que se utilizan por estas latitudes. Kornfeld desentrañó cómo se crean los insultos y cómo se utilizan. “Por medio de procedimientos morfólogicos se crean insultos que son verbos, adjetivos y nombres, igual que en el vocabulario en general”, señaló. Inés Kuguel tomó la posta para proponer una encendida defensa de la “Creatividad en la variedad juvenil rioplatense” y explicó la lógica de los neologismos actuales, muchos de los cuales provienen de otras lenguas –sobre todo en el caso de los relacionados con las nuevas tecnologías– y en algunos casos de viejos argentinismos que cambian de significado. Ese es el caso del brasileñismo “bondi”, que primero significaba “tranvía”, luego “colectivo” y hoy también “quilombo”.
Como ejemplos de los “neologismos por necesidad” a través de sufijos (que exceden a la juventud) la lingüista Kuguel citó “cristinismo, sojizar, perreo, cartonear”. Para cerrar esa mesa de damas y lingüistas estaba Andreína Adelstein, que explicó el flamante “Diccionario de términos políticos” (argentinos) que desarrolla en la Universidad Nacional Sarmiento. “Billete, blindaje, burbuja, calesita, corralito, cueva, piso, pizarra, plaza, pulpo, rueda y techo”, son algunas de las palabras que se cuelan en el vocabulario político nacional, desde la calle o la prensa.
Un rato después en el auditorio Jorge Luis Borges, el traductor y colaborador de Ñ,Jorge Fondebrider, y el editor del sello independiente Una luna, Miguel Balaguer, describieron la suerte de las traducciones al español, cuya enorme mayoría, se desarrollan en España para casi todo el mundo hispanohablante.
“Los españoles traducen –ya no para el barrio– sino para la cuadra”, sentenció Fondebrider, que con el Club de Traductores de Buenos Aires le devolvió una bocanada de aire fresco a la rica tradición de la traducción literaria argentina. “De un lado están Borges y Piglia que, en otras épocas de la ya dilatada historia de la edición local, propusieron un patrón de traducción netamente local. Del otro, España, que nos hace hablar con la boca llena de butifarra y chorizo”, insistió. Balaguer, por su parte, se mostró esperanzado en que el desarrollo de los nuevos dispositivos de lectura ayudará a que la presencia física territorial “ya no tenga tanto peso en algunos años y empiece a pesar más el tono de las traducciones”. Así, quizás, cada país recuperará su dialecto, su identidad. Su idioma.

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