La venta de un producto y, sobre todo, la de sus versiones posteriores depende en gran medida de su grado de reconocimiento. Junto a las marcas inalterables de los productos, las marcas registradas, los símbolos de colores y los elementos distintivos creativos, el reconocimiento lingüístico con un lenguaje característico y una alta calidad de texto poseen una gran importancia.
Además, en el caso de los manuales técnicos, como instrucciones de montaje o funcionamiento, la claridad verbal sobre el funcionamiento de algo, las explicaciones sobre las características técnicas, la comprensión de las especificaciones técnicas, la identificación de los riesgos de seguridad y la ilustración de la ergonomía son muy importantes.
Por esta razón, los redactores técnicos se esfuerzan durante la descripción técnica del producto en el idioma de origen en utilizar un lenguaje »controlado« (terminología, formulación y reglas de formulación fijas y consistentes) y en cambiar y ampliar las versiones posteriores según los elementos constituyentes del texto, de manera que la esencia del lenguaje utilizado permanezca consistente.
Es sabido que mantener la estandarización de términos en una traducción, principalmente en la técnica, es esencial y le otorga calidad al texto. Pero la estandarización en si es apenas una pequeña parte del producto final, ya que un texto no se limita tan solo a convenciones terminológicas u ortográficas. Como oportunamente afirmó Olavo de Carvalho (1) en su obra El Arte de Escribir; “la estandarización puede ser un mal inevitable. Pero, ¿para que exagerar viendo en ella un bien absoluto, el auténtico modelo de la buena escritura?”
Como bien señala Ulrike Oster (2) en su obra EL TRADUCTOR TÉCNICO Y LOS TÉRMINOS. UNA VIEJA RELACIÓN VISTA DESDE NUEVAS PERSPECTIVAS; “Al hablar de traducción técnica —o de traducción especializada en general— se suele conceder un papel importante a la cuestión terminológica, hasta el punto de que en muchos casos se obtiene la impresión de que los problemas léxicos de la traducción técnica están resueltos en cuanto el traductor ha localizado los términos equivalentes en la lengua meta. Esta visión es fruto de una concepción del término marcada por los postulados de la teoría general de la terminología (TGT), según los cuales cada término debería remitir de forma unívoca (es decir sin que se presenten fenómenos de polisemia ni de sinonimia) a un concepto localizado en un sistema conceptual. Este sistema es independiente de las lenguas individuales, de modo que una denominación equivalente en otra lengua hará referencia al mismo concepto. En las condiciones ideales de univocidad que se persiguen en la TGT y que se pueden dar en contextos normalizados internacionalmente, esta visión significa, en palabras de Weissenhofer (1992), que el traductor realizará un recorrido que va, primero, de la denominación en lengua de partida al concepto y, de éste, a la denominación en lengua meta. En consecuencia, muchos trabajos que tratan el papel de la terminología en la traducción especializada centran su atención en primer lugar en la cuestión de la búsqueda terminológica (por ejemplo Wright & Wright, 1997). Si el concepto buscado no existe en la lengua meta o si todavía no se ha acuñado una denominación, el traductor tendrá que asumirla función de terminológo y crear un neologismo adecuado (Arntz, 1993: 15-16).
En cambio, es precisamente en la práctica de la traducción donde se pone de manifiesto que esta visión restrictiva de la naturaleza del término no es suficiente para resolver todos los problemas terminológicos del traductor técnico, lo cual queda reflejado también en la bibliografía específica sobre el tema. Bédard (1986: 8-22), por ejemplo, ya advierte de que algunas de las características comúnmente atribuidas al vocabulario técnico (que es riguroso e inequívoco, perfectamente establecido y completo y que se emplea de manera uniforme) no son más que mitos. Sin restar importancia a la terminología para la traducción técnica, este autor aboga por una actitud crítica por parte del traductor que le permita a éste intervenir de forma constructiva para adaptar la terminología a la situación y que evite que caiga en una traducción mecánica (Bédard, 1986: 22). De esta forma, el traductor técnico se podrá servir de la terminología sin caer en la servidumbre. (Bédard, 1986: 21)
Siendo de su interés, se puede leer el artículo completo en:
OSTER, Ulrike (2005) «traductor El Técnico y los términos. Una vieja relación vista desde nuevas Perspectivas », en Romana García, María Luisa [ed.]II AIETI. Actas del II Congreso Internacional de la Asociación Ibérica de Estudios de Traducción e Interpretación. Madrid, 9-11 de febrero de 2005. Madrid: AIETI, pp 795-807. ISBN84-8468-151-3. Versão Eletrônica disponível na tela da AIETI:
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