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segunda-feira, 7 de janeiro de 2013

ELOGIO DE LA MENTIRA







"Vivimos gracias a la mentira, que un mundo sin mentiras es un mundo que no solo asusta, sino que es radicalmente inhabitable". El elogio a la mentira parte del hecho de que nuestro interés por transformar el mundo, de acomodarlo a nuestra experiencia y de hacerlo habitable implica el relato del deseo (mentira inconsciente) por vivir con una grieta para la imaginación»
(Peio Hernández Riaño, Revista Calle 20).


En nombre de la verdad han corrido ríos de sangre. Lo malo es que la verdad como tal, simplemente, no existe; de ahí, la sangre.
No es lo mismo engañar que mentir. Por eso no hay un código de publicidad mentirosa, sino engañosa. La publicidad miente, por supuesto, pero de una forma más o menos elegante pues nos encanta ser objeto de ese juego en que la verdad queda relegada a un segundo plano.
La mentira es una ventaja evolutiva que solo los primates superiores (y algunos futbolistas) hemos conseguido desarrollar. La tecnología nos hace más llevadero el octavo mandamiento de Moisés (en el caso, altamente improbable, de que esta leyenda del desierto contenga un ápice de verosimilitud). Por ejemplo, la ‘Realidad Aumentada’, de la que se espera un volumen de negocio de cientos de millones de dólares el próximo ejercicio, no es sino la enésima floritura de la mentira. ¿Por qué no llamarla ‘Realidad Falsa’? Porque suena mal. El marketing se ocupa de pulir esas aristas del lenguaje ya que pagamos para que nos mientan (por eso vamos al cine o compramos el periódico, entre otras cosas).
Sin mentiras, nuestras parejas y nuestras familias se habrían derrumbado hace tiempo (muchas de ellas se derrumban después de todo, a pesar de nuestra continuada y meritoria falta de sinceridad).
Sin mentiras, todo el sistema diplomático y de política exterior sería inútil y cada país estaría en guerra con el vecino solo por expresarse con franqueza ante los micrófonos de la ONU (o en sus legendarios urinarios).
Y sin mentiras, no habría abogados, lo que puede parecer una ventaja a simple vista pero que, sin duda, acarrearía algunos inconvenientes.
Si la primera vez que somos invitados al hogar familiar, nuestra futura suegra nos pregunta: “¿Te ha gustado la paella, hijo?”, un abismo se abre ante nosotros, sobre todo, si el arroz era incomestible. Podemos elegir entre destrozar nuestra incipiente relación espetando la expresión: “¡Ojalá te mueras, Francisca!”, o plegarnos a las convenciones y pronunciar esta otra relamida: “Estaba deliciosa, señora Paquita”.
La sinceridad está sobrevalorada y se ha convertido en una lacra que solo produce dolor. Mentir es divertido, sobre todo, si no se persigue fin alguno. Le recomiendo adquirir soltura deslizando en cualquier conversación pequeñas inexactitudes como estas: “Ayer me compré un termómetro” o “Me excita Lina Morgan”, para así perder el miedo, pues ¿quién quiere saber la verdad? Solo los débiles.
Finalicemos este alegato mencionando esas mentiras, susurradas entre las sábanas a nuestros seres queridos en bolas, con el único fin de obtener más caricias, más placer, o más dinero.
En el año 1911, Hans Vahinger, de la Universidad de Halle, publicó un libro titulado "Die Philosophie des Als Ob". "La Filosofía del Como Si". Vahinger le llamó a su sistema "positivismo idealista". Pero se le conoce, más bien, por "ficcionalismo".
El autor demuestra que el conocimiento es un resultado del esfuerzo que el hombre realiza para adaptarse al medio: consiguientemente, viene a constituir una función creada por la especie para su conservación.
El pensamiento, en la ciencia y en el mundo, trabaja con "ficciones".
El hombre sabe que esas "ficciones", a las que utiliza como instrumentos para realizar sus fines, son ficciones, en efecto.
Dicho en otra forma: las considera como suposiciones que sirven de ayuda, pero que no son verdad.
Empero, él las usa "como si" lo fueran.
El "como si" -als ob- pues, es un recurso fundamental en la construcción del conocimiento del que luego se hace gala.
En Psicología el hombre considera al "YO" "como si' fuera una substancia. Y al "Hombre Económico" en Economía, "como si" fuera un ente palpable. Y al concepto de libertad en Política, "como si" la libertad, en Política, consistiera en otra cosa que en un derecho al pataleo.
La materia, por ejemplo, no es verdad.
Henri Poincaré, la más alta mentalidad europea de fines del siglo XIX, reconoció que uno de los descubrimientos más asombrosos que los físicos hubieran anunciado, ya en aquella época, fue el de que la materia no existe.
Apenas ocurre que los sistemas de soles atómicos, girando a una velocidad de 200.000 kilómetros por segundo, conceden a la materia esa apariencia de continuidad. De la misma manera que cuando una rueda gira rápidamente, diríase que los rayos forman un disco macizo.
Merced a la pavorosa velocidad con que se desplazan en sus órbitas, las partículas electrónicas impiden el paso de la luz por la distancia que media -por el hueco que queda- entre un átomo y otro.
Pero si esos sistemas de soles atómicos se detuvieran, o si sólo disminuyese su velocidad. los cuerpos constituidos por átomos se tornarían invisibles.
Entonces ... ¿qué es la verdad?
Estamos enterados de que los espíritus no crean la verdad ni la falsedad. Crean creencias. Y una creencia es verdadera cuando existe un hecho correspondiente a ella y es falsa cuando el hecho correspondiente no existe.
Pero esa correspondencia entre el hecho y la creencia, se obtiene, en el mundo, por -medio de la convención.
La verdad es, apenas, el fruto de una serie de convenciones.
Recién cuando se conviene en que algo sea verdad, es que llega a serlo. Tres naipes del mismo palo, son tres pedacitos de cartulina, con figuras de color semejante.
Pero cuando se ven afectados por las leyes del truco, son "flor". Porque se convino de antemano en que lo fueran.
La verdad, pues, así considerada -sin directivas y sin aprensiones- carece de fuerza para detener al honrado mentiroso.
Claro que hay que establecer una diferencia entre mentira" y "engaño".
"Mentira", viene del latín "mentiri", de "mentior": imaginar; de "mens", "mentis": imaginación; del sáncristo "mavis": inteligencia; de ",mnan", pensar.
"Engaño", viene, simplemente de "en-ganno , "ganno-en': sacar provecho.
Cuando al hombre se le acercan en la calle con el billete y le dicen que salió premiado con l0.000 pesos y que se lo dan por 500 Y el hombre saca los 500 y, se queda con el billete, bien que el verdadero ladrón, en realidad, sea el hombre, hay que reconocer qua fue el otro quien lo engañó.
Pero cuando nuestro viejo gaucho describe a la ponedora famosa --"un pasito, un güevito; un pasito., un pasito, un güevito"-- no hace más que, sin saberlo, anticipar el espectáculo que un día u otro obtendrán los doctores Turner y Reinecker, de la Universidad de Missouri, por el tratamiento de las aves de corral con la tiro proteína
El mentiroso romántico no debe figurar al lado de quien engaña a otro en propio provecho, porque el desinterés de su actitud lo pone a salvo de cualesquier imputaciones.
Ni puede calificársele de simple embustero --del griego "empodixoo": impedir, embaucar-- porque al disponer la posición de una actualidad para que se vislumbre desde ella un futuro, se jerarquiza en la tarea de fantasista.
Karl Gustav Jung, pese a no haber tenido la fortuna de conocer a nuestro gaucho, estudió, en sus "Tipos Psicológicos", este fenómeno auspicioso de la fantasía finalista.
Para su explicación finalista -dice- es la fantasía un símbolo que recurriendo a los materiales de que dispone, pretende caracterizar y aprehender un fin determinado, o, mejor, aún: una futura línea psicológica evolutiva determinada.
El mentiroso, pues, en función de “fantasista”, no sólo es un expositor, sino que es un creador y, aún, un educador toda vez que prescribe una futura línea de evolución.
Lo cierto, lo comprobado, lo dado, es, ya, antiguo.
Cuando el hombre dice que el te Chón de noche es pesado; que poniéndose entre corrientes de aire arrostra uno el riesgo de contraer una pulmonía --y pocas veces dice más-- está desperdiciando el sitio que le fue asignado para que ayudase desde él, y en la medida que le correspondía, a la salvación del destino unánime.
Porque solo le fue concedida al hombre una parte de lo que debe ser realmente, para que él se complete, luego, inventándose la parte que le falta.
La primera vez que se encontraron André Gide y Oscar Wilde, Gide inició la entrevista con una loca charla rutilante. Pero, de pronto, Wilde le detuvo para inquirirle:
-Todo eso que usted me está diciendo, ¿es cierto?
-¡Si, señor! Es cierto.
-Y entonces ... ¿para qué lo dice?
Hay que dejar en paz a lo que está, a lo visto, a lo dado. Y seguir.
Cuenta Felicien Challaye, el esteta, que un día en que el paisajista Theodore Rousseau pintaba un árbol en la hoz del bosque de Apremont, se le acercó un campesino y le preguntó:
-¿Que está haciendo el caballero?
-Estoy haciendo esa encina, -le repuso, con enfática condescendencia, Rousseau.
-¿Y para que, si ya está hecha ... ?
Teniendo en cuenta que lo cierto ya pasó; que, lo comprobado está viejo; que lo visto hasta ahora en el mundo no justifica de ninguna manera el mérito que se le ha venido dando al ojo ... ¡qué mentirosos --en el sentido que los pretendidos veraces asignan a su calificación de los que no se resignan serlo-- son todos los que dicen nada más que la verdad!

REFERENCIAS:

● Elogio de la mentira. En torno a una sociología de la mendacidad
IGNACIO MENDIOLA

● ANTONIO DYAZ
● http://hem.fyristorg.com/Rafael_Amen/DonClaudio/elogio.html

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