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quinta-feira, 7 de fevereiro de 2013

Una "ponchada de flores" de otros tiempos






Por Graciela Melgarejo | LA NACION
Twitter: @gramelgar | Mail: lineadirecta@lanacion.com.ar |




Escribe la lectora Araceli García Acosta y pregunta si la palabra "padelín", usada entre los miembros de su familia como equivalente de pizzera , existe, porque no la encuentra en el diccionario. Y ella misma se contesta que probablemente sea inventada y pertenezca al código íntimo que su pequeña comunidad atesora para comunicarse. Un tesoro que quizá desaparezca cuando no haya ningún pariente mayor para recordar el significado.
Una preocupación semejante tuvo, según informaba la agencia de noticias EFE la semana pasada, el doctor en Ciencias de la Información y licenciado en Filología Hispánica Jorge Urdiales, quien creó el Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes , con el objetivo de recopilar aquellos vocablos del castellano rural que hace décadas están en desuso, no figuran en elDiccionario de la RAE y, sin embargo, son fundamentales para comprender la obra de Delibes.
En total son 326 palabras: para el censo, se estudiaron 1466 términos y acepciones, y se tomaron en cuenta las novelas, ensayos y diarios de Delibes publicados entre 1948 y 2005. Algunos de los términos que se incluyen fueron: morrete (pico bajo con piedras en su parte superior); pechiliebre (fanfarrón, chulo) y candaja (persona habladora, sin discreción). Según informó el doctor Urdiales, los vocablos provienen principalmente de la caza, la pesca, los aperos, las faenas agropecuarias, los accidentes climáticos, la topografía y los enseres.
Este ejemplo le recordó a quien esto escribe la búsqueda ansiosa que había hecho una vez un traductor brasileño, que debía pasar del español al portugués la criolla expresión no es pa'todos la bota e'potro . La búsqueda y la ansiedad terminaron cuando alguien le recomendó consultar elVocabulario y refranero criollo de Tito Saubidet. Por supuesto, aunque la citada expresión pueda ser conocida para muchos argentinos todavía, era necesario explicársela bien al traductor extranjero.
El trabajo de Saubidet tiene, además, dibujos originales de su autor, de una gran belleza porque fue dibujante y pintor -había vivido veinte años en París, en donde llegó a destacarse como acuarelista-, y también de una gran precisión porque, escribió en el prólogo, había pasado gran parte de su infancia y edad madura en "establecimientos de campo del sur de la provincia de Buenos Aires, principalmente en Tapalqué". Allí, había convivido "con el trabajador rural, peón, resero o domador, teniendo la suerte de observar gauchos auténticos, de los que ahora quedan pocos". Como el prólogo está fechado en marzo de 1943, podríamos suponer que ahora serán muchos menos los gauchos "auténticos" y, por ende, muchas menos las palabras que se conserven, sobre todo porque los elementos para trabajar en el campo han cambiado considerablemente.
Sería muy instructivo comparar la obra de Saubidet con la de Urdiales alguna vez, porque como dice el primero también en el prólogo, "gran parte de las palabras gauchas, actualmente en desuso en las ciudades, fueron voces castizas de uso corriente en España en los tiempos de la Conquista (...) Así creo no he trabajado en vano; traigo a la ciudad una ponchada de flores gauchas".
© LA NACION.

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