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sexta-feira, 8 de março de 2013

ANTROPOCENO


Llegó la era del Antropoceno
Un nuevo capítulo de la historia de la Tierra trajo cambios en la cultura, la política, la vida cotidiana y la relación con la naturaleza. Esos fueron los ejes de un debate internacional realizado en Berlín al que Ñ tuvo acceso.
POR TIMO BERGER*

Nadie dudaría que la presencia del ser humano en la Tierra está cambiando el medioambiente. Sólo basta con pensar en el calentamiento global, la extinción masiva de especies y la sobreexplotación de recursos naturales que experimentamos en la actualidad. Para algunos científicos, los efectos de las actividades humanas van mucho más allá: ya se traducen de modo irreversible en hechos geológicos. Los sedimentos que se van a encontrar dentro de miles de años, argumenta, por ejemplo, el historiador Helmuth Trischler –director del Departamento de Investigación del Deutschen Museum en Munich–, estarán contaminados por rastros, vestigios de actividades de origen humano. Allí se podrán encontrar: residuos químicos de la agricultura industrializada, partículas del aire contaminado por el uso de hidrocarburos, restos de materiales plásticos sin biodegradar, entre otras cosas. “En algunas playas la arena está conformada ya en un cuarenta por ciento por granitos de plástico”, sostiene Trichsler.

Tanto es el impacto humano que a partir del año 2008 una comisión internacional de científicos de sociedades geológicas inició un debate acerca de nuestro actual período en la historia terrestre, el Holoceno, que significa “la era totalmente reciente”. Sin embargo, para un creciente número de expertos es más que evidente: vivimos en un nuevo período llamado Antropoceno.

El interés que despertó este concepto en el mundo académico, pero también en la esfera política, es tan grande que una de las instituciones culturales más influyentes de Berlín, la Haus der Kulturen der Welt (Casa de la Culturas del Mundo), en cooperación con varias sociedades científicas prestigiosas, como la Max-Planck-Gesellschaft y el Rachel Carson Center for Environment and Society y apoyado por fondos importantes del gobierno alemán, le dedicará en los próximos dos años una serie de conferencias, exposiciones y performances. “Das Anthropozän-Projekt”, el Proyecto Antropoceno, pretende ser como sugiere el subtítulo una “investigación básica cultural con los medios del arte y de la ciencia”.

¿Pero qué es exactamente el Antropoceno y por qué una institución dedicada al mundo de la cultura como la HKW analiza un concepto geológico poco conocido fuera del ámbito universitario? Esta es una pregunta que también fue moneda corriente durante los cuatro días de realización del Proyecto Antropoceno a fines de enero que contaron con una asistencia de un público joven (en su mayoría) y sorprendentemente abundante.

El término Antropoceno significa “lo nuevo fabricado por el hombre” y es usado por algunos científicos para describir el actual período en la historia terrestre desde que las actividades humanas han tenido un impacto global significativo sobre los ecosistemas terrestres. No hay una fecha precisa sobre su comienzo, pero algunos lo consideran coincidente con el inicio de la Revolución Industrial (a fines del siglo XVIII). Mientras tanto, otros investigadores remontan su inicio al comienzo de la agricultura. El término en sí fue acuñado en analogía con el término Holoceno en el año 2000 por el ganador del Premio Nobel de Química, el meteorólogo holandés Paul Crutzen, quien considera que la influencia del comportamiento humano sobre la Tierra en las recientes centurias ha sido tan significante que constituyó una nueva era geológica.

El geólogo Jan Zalasiewicz, que escribió un libro con el sugerente título The Earth After Us: The Legacy That Humans Will Leave In The Rocks (La tierra después de nosotros. El legado que los humanos dejarán en las rocas) explica por qué el público considera este concepto atractivo: “La palabra Antropoceno agrupa muchos fenómenos, sobre los que hemos pensado hasta el momento de modo separado. Nos proporciona también una sensación para la dimensión y la relevancia del cambio global desencadenado por el hombre. Además, la idea del Antropoceno nos permite ver las transformaciones contemporáneas en el contexto de la historia terrestre entera”.

Un nuevo paradigma

El Antropoceno como marco para entender el mundo actual es también la idea que subyace en el proyecto de la HKW. Para los curadores, el Antropoceno no es nada menos que un nuevo paradigma para entender las relaciones del ser humano con su contorno. En el programa del proyecto Antropoceno, escriben: “Nuestra idea de la naturaleza es anticuada. Es el ser humano quien moldea la naturaleza. Esto es el núcleo de la tesis del Antropoceno, que no sólo anuncia un cambio de paradigma en las ciencias naturales, sino más allá de eso, busca nuevos caminos en la cultura, la política y la vida cotidiana.”

Una de las curadoras es Katrin Klingan, la directora de la sección “Literatura, Sociedad, Ciencia” de la HKW. Para ella, el Antropoceno es un instrumento que nos habilita a ver que la vieja oposición entre cultura y naturaleza ya no se puede sostener hoy en día. Nos encontramos en un despacho de la HKW, afuera el Tiergarten –el enorme y bello parque de la capital alemana–, amaneció bajo una capa blanca de nieve. Se pueden ver los trazos de los animales silvestres que habitan la zona boscosa: conejos y zorros. Una impresión pseudorromántica de la supuesta naturaleza silvestre. Entonces resuena el eco de un ejemplo que se mencionó en la noche inaugural del encuentro: existen cien mil gatos domésticos por cada tigre en el mundo.

Klingan justifica el porqué de la realización de este encuentro: “Lo que nos interesó fue que la diferencia entre cultura y naturaleza hoy en día ya no se puede hacer de modo riguroso. Sabemos que el hombre siempre formó parte de la naturaleza, pero el paradigma de la era de la modernidad marcó un límite fuerte: por un lado, el hombre y su espíritu; por el otro, los flujos de la naturaleza, en el que claro, intervenimos y lo ‘culturalizamos’. Hoy en día hemos transformado la naturaleza; tanto las capas geológicas como la estratósfera. Una de las consecuencias es que hoy tenemos que poner en tela de juicio la división entre naturaleza y cultura de la modernidad. En las humanidades esa división fue largamente cuestionada, lo que hoy es llamativo es que, sin embargo, ahora los químicos, meteorólogos y geólogos también lo hacen y se vuelven historiadores de nuestra civilización actual.”

Klingan es consciente de que lo inusitado de ese pensamiento requiere aun una traducción para que el concepto del Antropoceno pueda llegar a un público más vasto: “La historia humana y la historia terrestre ya están interconectadas, pero necesitamos otros relatos, otros narrativas para poder, por un lado traducir esos conocimientos científicos; y por el otro, ponerlas en relación con las las humanidades y las artes”.

Tres preguntas entonces son claves para abrir el diálogo entre los científicos y artistas invitados al proyecto como resalta el intendente del HKW, Bernd M. Scherer, en su discurso inaugural: Primero, ¿es humano el Antropoceno? Pensar que el hombre es un ser natural y cultural al mismo tiempo nos deja ver que formamos parte de los circuitos naturales y nos lleva a pensar que debemos replantear nuestro modo de ver la naturaleza como mera fuente de recursos.
Segundo, ¿es justo el Antropoceno? ¿Quiénes son los protagonistas principales y quiénes son los que sufren mayoritariamente de las consecuencias? Tercero, ¿Es bello el Antropoceno? ¿Cómo la nueva naturaleza se inscribe en nuestros cuerpos, o sea como vivimos un mundo en los centros urbanos que prácticamente desconoce la noche? ¿Cómo experimentamos un mundo en que la mayoría de objetos –y hasta algunos seres vivos– son producidos química o biogenéticamente?
Mediantes esos interrogantes, coincide Klingan, se pueden discutir las dimensiones éticas, estéticas, políticas y económicas del Antropoceno: ¿Quién es el producto y quién es el productor en la Tierra? ¿Desde dónde y en qué períodos de tiempo se tiene que pensar la relación conspirativa entre naturaleza y hombre? ¿Tendríamos que replantear economías, atribuir a la economía de la naturaleza otros procesos de intercambio? ¿Dónde termina el “jardín planetario” que creamos? ¿Cuáles son las habilidades técnicas que empleamos?

No se trata de ofrecer soluciones en primera instancia, destaca Klingan. Lo que le interesa a ella y a su equipo es facilitar encuentros, conversaciones y situaciones. “Los artistas que invitamos dan a conocer su pensamiento, sus métodos y sus prácticas artísticas, tanto como representantes de las ciencias naturales o humanas sin pedir nada de cambio”. Resalta que no fueron invitados para presentar obras artísticas: “El arte no será sometido a la tesis del Antropoceno, no queremos demostrar que el arte sobre el Antropoceno traerá un cambio”. En primera instancia, quieren yuxtaponer distintos formatos para hacer transparente los métodos y la práctica artística y dar libre acceso al conocimiento generado por los artistas y científicos.

Uno de los artistas que compartió con el público sus métodos fue Xavier Leroy, coreógrafo y biólogo molecular. “Hemos pedido a todos los integrantes de los paneles que traigan un objeto como referencia material”, cuenta Klingan, “para indagar a través de él un cierto método artístico. Xavier traerá su cuerpo”. “Lo cual” –insiste– “no quiere decir que nos haga una performance ahí, sino que nos mostrará ciertos movimientos extraídos de distintas piezas de sí mismo. Lo que pone al descubierto entonces es su método artístico desarrollado en los últimos veinte años. Eso nos libera a través de su cuerpo”.

Esa importancia de la cultura del “Open Access” se hace visible en la página web del proyecto donde pocos días después del primer encuentro ya se publicaban las notas y las intervenciones de los invitados. El aporte especial de la HKW entonces no es ilustrar la tesis del Antropoceno a través de obras de arte, pero sí buscar posiciones o planteos artísticos que plasmen los interrogantes del Antropoceno.

La cocina metabólica

Un ejemplo muy llamativo para esos nuevos enfoques artísticos que buscan generar fenómenos actuales transparentes y pensarlos como circuitos fue el de The Metabolic Kitchen (cocina metabólica), que instaló el grupo artístico “raumlaborberlin” en el gran vestíbulo de la HKW. The Metabolic Kitchen está, según los artistas, inspirado en la simultaneidad de distintas culturas alimentarias en la producción de alimentos contemporánea. Por un lado, dicen, tenemos una producción de plantas y animales supermecanizado; por otro lado, están los urban gardeners, jardineros urbanos, que tratan de criar sus propios alimentos, y graneros en la región que producen alimentos orgánicos a mayor escala.

En la sala de entrada instalaron tres “módulos de producción” interconectados por cintas donde podían circular los productos en distintos estados de procesamiento. El primer módulo, instalado en el techo de la HKW, era una sobredimensionada parrilla donde se asaba un buey entero y se lo cortaba en porciones. Seducidos por el aroma que emanaba de la carne asada, los visitantes podían ponerse en fila para recibir en el cuarto módulo el producto final: una hamburguesa muy elogiadaen su formato clásico de carne picada aderezada con kétchup y queso derretido.

Para Silvia Fehrmann, directora de prensa de la HKW –y argentina que vive en Berlín–, The Metabolic Kitchen interroga nuestra relación con los alimentos y la comida. Al emular un proceso seudoindustrial de procesar el buey para volverlo hamburguesa al final de la tarde, y darlo de comer a los visitantes, se instala un sistema circular, un metabolismo. Así se puede pensar en un metabolismo social en la medida –argumenta Fehrmann–, en que la comida se vuelve parte importante de un metabolismo del planeta.

Para ilustrar ese gran metabolismo social al que alimentamos –y del que formamos parte y que ya no es una mera metáfora de un grupo artístico sino que realmente está plasmando la faz de la Tierra–, basta con recordar algunas cifras: el noventa por ciento del peso de la masa biológica hoy en día en la Tierra corresponden a los animales criados por el hombre, sea ellos ganado o animales domésticos. Noventa por ciento del peso productivo de las plantas en el mundo, es sembrado por el hombre.

Los conocimientos particulares que aporta el antropoceno no son nada nuevos, pero su planteo es novedoso, explica Fehrmann. El gran reto consiste en entender los metabolismos sociales, entenderse como ser humano que forma parte de un circuito más amplio, lo que implica que estamos comprometidos con otros animales. A la hora de accionar como seres culturales que tienen –por ejemplo la intención de labrar la tierra–, somos también seres naturales que tienen un impacto no intencionado. Así se producen los famosos “black holes” –puntos ciegos de nuestra visión–, como por ejemplo las zonas del océano donde flotan crecientes montículos de basura.

Por eso, Fehrmann está segura de que el Antropoceno nos permite relacionar esos fenómenos sueltos a escala mundial y nos lleva a una nueva manera de pensar y hablar cómo contamos la historia natural desde ahora y cómo repensamos nuestros conceptos de cultura y de naturaleza. Y en eso coincide Klingan, que sin embargo anuncia que será un largo proceso recién iniciado: “Cuando intentamos describir la naturaleza resulta un tropiezo permanente porque hay ciertas observaciones nuevas a las que sólo podemos parafrasear porque no existen conceptos para ellos”.

Más allá del comienzo de este vasto intercambio entre instituciones y sociedades de investigación, entre la academia y el arte, los panelistas y el público, el Antropoceno para Silvia Fehrmann no es un invento exclusivo de los científicos occidentales. Los vestigios de esa nueva formar de relacionarse con la naturaleza pueden trazarse ya en las tradiciones indígenas del continente americano. Darles derechos a la naturaleza, como en la nuevas constitución de algunos estados sudamericanos como Ecuador y Bolivia, por ejemplo, son la consecuencia de otra cosmovisión y el intento de traducir ese marco epistemológico que es el Antropoceno también en el campo jurídico. Darle derechos a la naturaleza mundialmente sería un primer paso para replantear nuestro modo muchas veces tan exhaustivo de explotar la naturaleza descuidando mucho de las consecuencias de nuestro accionar.

El proyecto del HKW continuó en febrero pero en lugar de enfocarse en cuán “humana” es la naturaleza, se ha indagado en cuánta cultura se encuentra en la naturaleza: uno de los mayores impactos ha sido el de “Unmenschliche Musik”, música inhumana: composiciones de animales, máquinas y hechas por azar. El proyecto promete seguir sembrando nuevos interrogantes, sin duda.

*Periodista y poeta alemán.

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