«Escribir una novela es adictivo, eres creador, es asombroso»
MANUEL DE LA FUENTE-MANOLHITO / MADRID
El colaborador de ABC publica su debut narrativo, «Tu rostro con la marea», un friso del primer siglo XX
BELÉN DÍAZ
Fernando García de Cortázar, este jueves durante la entrevista con ABC
Se dice que los libros de los historiadores británicos se leen tan apasionadamente como las novelas por muy prolijos que sean los vericuetos históricos de los que traten. Fernando García de Cortázar, colaborador de ABC, ha conseguido que sus obras («Los mitos de la historia de España», «Atlas de historia de España», «Historia de España desde el arte», entre otras sesenta publicaciones) gocen del favor del gran público, probablemente porque como él afirma sabe «transmitir. Los historiadores no solo debemos saber historia, sino debemos saber contarla».
Pero a García de Cortázar aún debía saberle a poco y se ha pasado a la ficción, y debuta como narrador con una novela (histórica, por supuesto), «Tu rostro con la marea» (MR), con la que ya ha obtenido el Premio Alfonso X el Sabio. Tras la pista de un personaje de excepción, Ángel Bigas, hijo de la burguesía vizcaína de principios del siglo XX, recorremos una Europa por la que ya asoman los hocicos de las alimañas del fascismo y el comunismo, la caída de los zares, la Revolución Rusa, la I Guerra Mundial, los problemas de la República española, sazonados con una historia de amor que huele a clásico de Hollywood. Un trabajo exhaustivamente documentado al que no ha sido ajena la hemeroteca de esta Casa.
–Un historiador haciendo novela histórica. ¿Por azar o por necesidad?
–Hacer ficción me da la posibilidad de aumentar la capacidad de proyección de la historia, porque yo siempre he creído que la historia debe buscar al público. Con este libro, se me ensancha esa posibilidad de que la historia llegue a todos y no solo que explique el sentido de España, algo de lo que escribo normalmente, sino también de que hable del sentimiento de España.
–La novela abarca muchos espacios y muchos tiempos. El trabajo de documentación habrá sido prolijo.
–Ha sido enorme. Aparte de lecturas, no olvide que la novela se desarrolla en numerosos escenarios, Bilbao, Madrid, Bucarest, Varsovia, Roma, San Petersburgo, Buenos Aires... No se puede ir de falsete, aparte de ver los mapas, he ido a esas ciudades, a sentirlas y vivirlas.
–Todo es escritura, pero ¿cambia mucho la forma de trabajar de un historiador a la de un novelista?
–Sí, absolutamente. Escribir una novela te obliga a preparar con minuciosidad todo lo que hay detrás: los escenarios, los personajes, los sentimientos, hasta las canciones de la época... hay que leer mucho... pero es tan rico lo que te ofrece y lo que te impone, llega a ser adictivo, y te da un poder increíble, casi de creador, porque a los personajes les haces vivir, les haces amar, les haces entristecerse, les haces morir, es algo admirable y prodigioso.
–¿Quién está más vivo realmente un personaje histórico o un personaje novelesco?
–En una novela, los personajes tienen vida, lo que no sucede en la historia, donde actúas como un entomólogo. He vivido mucho más con los personajes de mi novela que con mis personajes históricos.
–Valle-Inclán, Galdós, Pérez de Ayala, Azaña, Agustín de Foxá, Juan Ignacio y Torcuato Luca de Tena, Anna Ajmatova, Malaparte, Rafael Sánchez Mazas... son algunos de los personajes de esta novela. ¿No es peligroso mezclar realidad y ficción?
–Puede serlo, sí, pero es algo que te proporciona mucha verosimilitud. De hecho, ya hay gente que me ha llamado para preguntarme si Ángel Bigas era real, hasta lo han buscado en Internet.
–Esta novela resulta equilibrada, sin atisbos partidistas.
–Me resulta un elogio, y me ha salido innatamente. De hecho, es más equilibrada que un libro de historia. Los personajes tenían tal vida propia que no dependían de mi posibilidad de manipulación. Quería que la novela fuera un friso de las ideologías de la época, pero sin ningún sectarismo.
–No faltan en ella los perdedores...
–Suelo decir que la literatura ha tenido una tendencia natural a escribir y a tener cierta empatía con los perdedores, algo que no ha hecho la historia, y creo que eso no debe ser así, por eso escribí «Los perdedores de la historia de España». La literatura me ofrece la capacidad de llegar a ese mundo y al de los que pierden, no solo al de los que ganan.
–¿Somos tan malos conocedores de nuestra historia, casi amnésicos como suele decirse?
–Sí sobre todo las últimas generaciones. En cuanto a la gente con cierta edad tenemos un conocimiento muy atomizado, sabemos nombres, fechas, pero no vemos la historia como un largo proceso. Algo que no deja de ser normal en un país que tiene tal sobrecarga de historia, como solo lo tienen dos o tres más en todo el mundo. Hay pocas naciones con un árbol genealógico tan frondoso y tan importante como España. La historia está muy presente, otra cosa es que se manipule desde la actualidad, pero desde mi experiencia en sesenta libros he podido recoger el interés y la preocupación por nuestra historia.
–¿Qué nos falta?
–La gran asignatura de la historiografía española es llegar a todos los públicos. Todos los historiadores importantes han hecho gigantescas labores de divulgación. Si la historia es la reina de las humanidades, tiene que ser una reina bella, con emoción, con fuerza, no algo abstruso, ni un rollo esotérico. Si alguien piensa eso, la culpa es nuestra no de los lectores, porque no hemos sabido transmitir la historia, no hemos sabido contarla como la crónica de una gran aventura.
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sexta-feira, 6 de setembro de 2013
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