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domingo, 6 de abril de 2014

LA LENGUA VIVA




Escolios y acotaciones



Retorno por un momento a las disquisiciones sobre el prefijo des- a raíz de un correo que me envía mi amiga Karen desde Hamburgo. Me dice que al principio, siguiendo la estricta regla gramatical, ella creía que despechugado significaba que no dejaba ver el pecho o parte de él. Ahora ya se ha dado cuenta de que es lo contrario. Otra consulta que me hace es si la voz despelotado no es un poco machista. Le aseguro que no. Pelota no equivale aquí a testículo sino a piel desnuda, sin cubrirla. Luego despelotarse es lo mismo que desnudarse aunque más bien ante otras personas. De ahí que despelote (aunque no lo digan los diccionarios) sea también un regocijo en grupo. Karen se admira de esa condición paradójica que confiere la partícula des en otros casos. Por ejemplo, la espontaneidad o naturalidad en el habla puede ser desparpajo o desenvoltura. No tenemos palabra para tornillador, sino que lo llamamos destornillador. No interesa mucho vivirse para los demás pero sí desvivirseLenguado no es el que habla con propiedad, pero sí tenemos deslenguado para su contrario, el que tiene la lengua ligera o grosera.
Uno de los grandes descubrimientos del siglo XX fue el aislamiento del ácido desoxirribonucleico, como el ladrillo de la herencia genética. Ese impronunciable palabro se popularizó gracias a sus siglas en inglés, DNA (en español, ADN). Tanto es así que es ya una expresión coloquial "eso está en su adeene". Tampoco lo recogen los diccionarios.
José Luis García-Valdecantos rectifica mi información sobre la hambruna de la patata en Irlanda, que diezmó a la población a mediados del siglo XIX. La causa no fue el escarabajo (como yo dije) sino un hongo letal. El error proviene de que, cuando yo era niño, vi en mi pueblo cómo el escarabajo maldito se comía las hojas de la planta de la patata. Los niños cogíamos los escarabajos con las manos, pues no había ningún producto para acabar con ellos. Tengo clavado ese recuerdo.
Don José Luis comparte mi aversión a la palabra gastronomía y sus derivados. Añade mi corresponsal que ha visto un restaurante que se autotitula gastrogestor. Ya de paso me indica que Jorge Martínez Reverte se ha declarado en un artículo partidario de un cambio de la Constitución "en toda su completitud". Más; don José Luis recuerda aquel bobo que coleccionaba bastones y que le parecía una afición un tanto vulgar. Por eso se decía que era "filatélico de bastones". Parece sacado de una zarzuela cómica.
Alfonso Garrido anda preocupado con una palabra que oye a todas horas: mantra. Quiere saber su significado y si hay algún término más asequible. Muy fácil. Es una palabra hindú para referirse a las invocaciones religiosas repetitivas. Ahora la aplicamos a los eslóganes o argumentos reiterativos que se ponen de moda en la vida pública. Resulta un poco tonto recurrir a algo tan exótico, cuando tenemos el castizo letanía o, de forma más coloquial, muletilla.
Lorenzo Martínez se refiere al enunciado que recogíamos aquí de la carta de un restaurante: "Un consomé muy frío, de cebada tostada al aroma de lúpulo, con frutitas de olivo al aire del Cantábrico". Don Lorenzo lo traduce: "Cerveza con aceitunas". Lo que no me encaja es lo del "aire del Cantábrico". Sería porque el bar daba a ese mar.

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