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quinta-feira, 3 de julho de 2014

NOMBRES


Diez nombres de pila que agonizan en España



MÓNICA ARRIZABALAGA ARRIZABALAGA11 / ABC MADRID


Prepedigna, Auxibio, Canuta o Ursicio casi han desaparecido del padrón

La última Urraca





WIKIPEDIA


Doña Urraca, esculpida por Juan Pascual de Mena

Urraca se llamaba la hija de Fernán González y reina de León, Navarra y Aragón, la indomable y brava hija de Alfonso VI que reinó en Castilla y León (1080-1126), la esposa de Alfonso II de Portugal y otras reinas y damas de la alta nobleza española. Fue un nombre egregio muy frecuente en León y Castilla entre los s. X y XIV, que hundía sus raíces en el primitivo Reino de Pamplona y el Pirineo aragonés. En 2012, sin embargo, solo una nonagenaria en toda España llevaba por nombre Urraca.
«Se ha perdido su significado de origen, que seguramente no tuviera que ver con el ave, pero hoy este nombre ha quedado marcado», señala Albert Turull, profesor de Onomástica en la Universidad de Lérida y secretario de la Sociedad de Onomástica.
La asociación a un concepto peyorativo, a veces a causa de un refrán o una canción, destierra al desuso a nombres que incluso gozaron de gran popularidad, según explica Turull, que pone de ejemplo el de «Ramona». En la década de los 30 se contabilizaban 6.172 mujeres así llamadas, en la de 2010 solo 15. «Ramón ha bajado pero no tanto como su variable femenina y en gran parte por la canción ofensiva que asoció el nombre a una mujer pueblerina, ignorante y obesa», apunta el profesor de Onomástica.
«El que un nombre parezca feo, rústico o malsonante, no es por su significado etimológico, ni siquiera por su fonología, sino por lo que asociamos con este nombre», explica Roberto Faure, autor del«Diccionario de nombres propios» (Espasa-Calpe). «Francisca suena actualmente a rústico, a antiguo, a un nombre más propio de nuestras abuelas que del siglo XXI», recuerda inevitablemente al hipocorístico Paca «que se nos antoja de intolerable vulgaridad y rusticidad» y sin embargo, «nada de eso ocurre con la forma Francesca, cada vez más usual en España que corresponde a la forma catalana e italiana de este nombre».
En los antropónimos (los nombres propios de persona), siempre ha habido una evolución, aparecían nombres nuevos que desplazaban a otros. Hacia los siglos XI y XII, se pusieron de moda durante la Reconquista, los nombres visigodos que recordaban el esplendor de una época añorada en que toda la Península Ibérica estaba bajo el mando de un único y cristiano soberano. «De ahí la fama de Rodrigo, el último rey visigodo», explica el filólogo , quien sin embargo añade que este nombre «también se popularizó a partir del s. XII por el prestigio de Rodrigo Díaz, el Cid, cuyas hazañas se cantaban en los romances y cantares de gesta, y lo mismo podemos decir de nombres como Pelayo, Ordoño, Fernando, Sancho, etc., nombres todos que hacían referencia a personajes reales».
Nombres que languidecen
Si en el siglo XIII la costumbre de recurrir al santoral condenó al ostracismo a estos nombres visigodos, de forma que solo pervivieron en el uso los encarnados por santos, hoy son los religiosos comoIluminación, Visitación o Presentación los que languidecen desde los años 80 por el deseo de modernización de la sociedad. «En los últimos 30-35 años la evolución se ha convertido en una revolución», dice Turull.
Han caído en declive los nombres largos como Magdalena, Esperanza o los compuestos, a excepción de los patronos en algunos lugares. Las advocaciones marianas («María de ...») que llevaban en su nombre el 60% de las mujeres de principios del siglo XX, se han desplomado entre los escogidos por los padres de hoy. Solo María, a secas, se mantiene aunque no con la popularidad que alcanzó en otros tiempos. «María no se imponía en la Edad Media. Empezó a propagarse en el siglo XVI con los jesuitas, al igual que Jesús. Antes había una prevención, una línea roja, era casi una blasfemia osar a poner estos nombres», explica el profesor de Onomástica de la Universidad de Lérida, que añade cómo «Jesús no llegó a ser mayoritario, lo fue más su equivalente Salvador».
Nombres de Antonio, Manuel y José, que constituían la mitad de los masculinos a inicios del siglo pasado, hoy se imponen en la mayoría de los casos solo por tradición familiar. «Hay nombres como Mariano -continúa Turull- que se asocian a personas de cierta edad». En la década de los años 40 y 50 se llamaba así a más de 10.000 hombres, mientras que en la última hasta 2010 apenas a 168.
Ahora triunfan los nombres cortos -Carla, Paula, Julia, entre los femeninos o Marcos, en masculinos- y los inspirados en personajes famosos, cantantes y actores, con lo que caen en desuso los tradicionales. «En paralelo a este descenso, los que eran minoritarios pueden llegar a desaparecer», añade el experto de la Sociedad de Onomástica.
Madriguera y Huerta de Rey
A sus 90 años, Leocracia es probablemente la única en conservar este nombre en España. Ahora vive en una residencia en Riaza (Segovia), pero ella y sus hermanos Eutimio y Eufrasio, ya fallecidos, nacieron en el vecino Madriguera, un pequeño pueblo de 11 habitantes que durante largo tiempo mantuvo la costumbre de poner a los recién nacidos el santo del día. Allí sigue viviendo Pantaleón y la mayor parte del año Onésimo.
Aunque la localidad con mayor número de personas con nombres raros, que se ha ganado con ello un récord Guinness, se encuentra en Burgos. En Huerta de Rey no hay ninguna Urraca, ni ninguna Leocracia, pero sí una Burgundófora Cancionila, Especioso, Beraquisio, Elacio, Austringiliano, Dativa, Ninfodora, Teotiste... La web del Ayuntamiento muestra más de 380 nombres raros en este pueblo de unos 900 habitantes.
Un secretario del Ayuntamiento que ocupó el cargo a finales del siglo XIX, Adolfo Moreno, inició esta tradición en Huerta de Rey. «En éste, como en casi todos los pueblos, los apellidos se repiten y la gente tenía la costumbre de poner a los recién nacidos el nombre de su padre o su abuelo. Cuando llegaba el correo, había problemas. ¿A quién le damos la carta? No había direcciones. A mi abuelo se le ocurrió coger el Martirologio Romano y proponer a los padres el santo del día», explica su nieto Hierónides Ranulfo Moreno, que comparte el particular nombre de Hierónides con otro natural de Huerta del Rey que reside en Alicante.
El filólogo y natural de Huerta de Rey Hermógenes Perdiguero, cree que «no se puede considerar propiamente una costumbre el poner nombres curiosos o raros», porque esa consideración «es variable con el tiempo: lo normal de hace unos años, hoy parece extraño». Solo algunos eligen intencionadamente nombres menos frecuentes en la actualidad, como los de origen clásico y germánico como Firmo, Vistila, Heliodoro, Sindulfo, Wilfredo... «Algunos mantienen los de sus padres, pero como en otros lugares obedecen a modas: antes eran nombres de Vírgenes y hasta hace unos años nombres relacionados con la naturaleza: Alba, Marina, Nieves...», añade el profesor de la Universidad de Burgos que lleva por nombre «hijo de Hermes, mensajero de los dioses».
A la pregunta de si le ha resultado útil en su vida un nombre raro, Hierónides Ranulfo responde sin dudar: «Absolutamente sí». «A mí me mandan una carta y aunque no pongan apellido ni dirección, con toda seguridad la recibo», añade el vecino de Huerta de Rey que sólo ve un inconveniente: «Hay que deletrear el nombre en muchas ocasiones».





ABC


Encuentro de nombres raros en Huerta de Rey

Orgulloso de su nombre, Hiéronides ve con tristeza cómo se está perdiendo en Huerta de Rey esta costumbre de la que se sentían orgullosos sus vecinos en un famoso anuncio publicitario hace tres años. «Ahora ya no se ponen con tanta frecuencia como entonces, abundan esos nombres modernos, muchos vascos», se queja.
Nombres como Unai o Ainara han llegado a esta localidad burgalesa en un fenómeno que se extiende por todo el país. «Se están incorporando muchos nombres regionales y ahora no es extraño encontrar en Castilla nombres vascos como Iker o nombres guanches, que ya se pusieron de moda en Canarias hace un par de décadas», explica el filólogo y novelista Roberto Faure.
Las modas de hoy «son efímeras y nombres que hace unos años estaban en lo alto del «ranking”, hoy en día han sido sustituidos por otros nombres surgidos de los nuevos y evanescentes ídolos de la televisión, el cine o la prensa del corazón», según constata el autor del «Diccionario de nombres propios». Nombres que surgieron en los años 60 y 70, como Lorena, Leticia, Israel, Rubén, correspondían a personajes de actualidad en aquel momento «aunque apenas haya quedado nada de su memoria», continúa Faure, quien señala cómo ahora «se difunden como la pólvora» nombres de personajes de efímera actualidad, como los que aparecen en programas de televisión de éxito como Gran Hermano u Operación Triunfo. «Dentro de treinta o cuarenta años, cuando un investigador intente descubrir por qué a principios del 2000 hubo un brote de niñas a quienes se les impuso el nombre de Ania o Chenoa, es probable que no consiga descubrirlo», añade.
De su diccionario, Faure considera que hoy «no se emplean más del 10% de los nombres» aunque no descarta que el creciente interés de los padres por conocer el origen de los nombres lleve a recuperar algunos hoy olvidados. «Hay nombres mitológicos antiguos como Teseo o Perseo, que podrían ponerse de moda, ¿por qué no?».
«Los nombres no desaparecen. Están ahí», subraya. Quizá en un futuro vuelvan a imponerse los diez nombres que recogemos a continuación, con la mayor edad media de las estadísticas del INE.

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