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quarta-feira, 20 de agosto de 2014

LA LENGUA VIVA


Desahogos 


arbitristas


 en Libertad Digital - España






El verano se presta a largas pláticas con los amigos sin otro motivo que desahogarse. La política parece un buen asunto. Nos encontramos en un momento fascinante de la vida pública española. Gran ocasión para las propuestas arbitristas, un género tan español.Se abre la posibilidad de un nuevo régimen. Ojalá pueda ser un proceso tan elegante como el que se gestó a la muerte de Franco. De momento se ha producido la sucesión pacífica en la Jefatura del Estado. Pero el nuevo Rey necesita el contrapeso de un par de figuras con alta responsabilidad política. Alfonso XII y la regente María Cristina contaron con la dualidad Cánovas-Sagasta. Juan Carlos se acompañó de la pareja Suárez-González, aunque no tan bien avenida como la anterior.

Como en cualquier expediente de selección de personal, no estará de más que establezcamos el baremo deseado del historial que precisan los dos candidatos a dirigir la política. Adelanto por mi cuenta un decálogo de exigencias mínimas:

1) Cualquier título universitario o equivalente. No hace falta ser número uno.

2) Saber inglés medianamente.

3) Acreditada honradez.

4) Conocimiento de otros países, fuera de los viajes oficiales.

5) Saber hablar en público sin necesidad de leer.

6) Saber escuchar y dejarse aconsejar.

7) Experiencia de trabajo en una empresa, despacho u oficina, aparte de los cargos públicos que se haya podido desempeñar.

8) Sagacidad para unir, no disgregar.

9) Experiencia de haber puesto por escrito algunas ideas personales.

10) Conciencia de saber dónde nos encontramos los españoles.

Ya sé que es difícil encontrar una persona que cumpla los requisitos dichos, pero se necesitan dos, una de derechas y otra de izquierdas. Da igual el sexo, la edad, el estado civil, la religión, el origen social o regional. Pero el decálogo hay que cumplirlo. Además, los dos líderes necesitan entenderse muy bien, por ejemplo, para formar un Gobierno de emergencia nacional, llegado el caso.

Lógicamente, cada uno de los dos epónimos propondrá sus propias recetas políticas, pero habrán de acordar ciertos principios básicos. Se me ocurren los siguientes:

1) España es una nación; de momento no hay más.

2) No pueden existir privilegios territoriales, jurisdiccionales o corporativos, salvo los que se concedan al Rey.

3) El gasto público debe reducirse sustancialmente sin merma de la eficiencia.

4) Los convictos de corrupción política deben ir a la cárcel y devolver lo sustraído.

5) Los jueces deben ser del todo independientes del Gobierno, de los partidos y de las asociaciones profesionales.

6) Los partidos, sindicatos y asociaciones empresariales no deben recibir subvenciones públicas, ni siquiera indirectamente a través de cursos de formación, fundaciones, etc.

Comprendo la dificultad de aceptar los puntos anteriores, pero se desprenden de la opinión pública. La alternativa es mucho peor.

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