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quarta-feira, 21 de janeiro de 2015

EL PAPA QUE HABLÓ EN ESPAÑOL

LENGUA ESPAÑOLA EN FILIPINAS


Publicado el 20 de enero de 2015 / 21.40 horas, en Bogotá D.C. // 10.40 horas del 21 de enero en Manila, República de Filipinas
Escribe: Néstor DÍAZ VIDELA

Un Mensaje Implícito del Pontífice

EL PAPA QUE HABLÓ EN ESPAÑOL

Fue sorpresivo y se aprovechó la multitudinaria concentración en el Palacio de Deportes Mall de Asia, en Manila, entre otros espacios diversos del territorio insular previsto en el programa papal de visita. Francisco comenzó a improvisar en español en su sermón sobre la importancia de la familia, en un recinto que había congregado a más de 20 mil personas. Después acudió en varios escenarios isleños a la cadencia de Cervantes para sus intervenciones públicas. Conocedor por suficiencia de jesuita de la matriz y base cultural de ese pueblo conformado por la presencia española y mexicana durante más de tres siglos, impuso de manera suave y con pulso de diplomático el habla hispana ante su público y dejó en relieve y evidencia entre sus oyentes y creyentes la importancia de una lengua a la que la dirigencia del país asiático, incluida la Iglesia Católica, le volvió la espalda. Situación aún vigente no obstante los golpes y avisos en contrario que le envían tanto a sus gobernantes como orientadores en general, las condiciones culturales que exigen la globalización y los cambios geopolíticos del mundo. También debe puntualizarse que el Papa argentino realizó su visita al Archipiélago en vísperas del 70 aniversario de ocurrido el genocidio de la población de ancestro hispano en Manila, poco antes de concluir la Segunda Guerra Mundial. El Santo Padre no solo habló en español ante las familias en el recinto cerrado de la capital insular, también lo hizo en Taclobán y repitió el manejo de su lengua madre de forma coloquial en la capital, durante la recepción con niños habitantes de la calle que se realizó en la Universidad de Santo Tomás. Lo hizo incluso en contra de la información oficial que proporcionó el Vaticano antes de salida de Roma al Extremo Oriente, en el sentido de que todas sus intervenciones públicas serían en inglés.

Esta visita papal al país de mayoría católica en el Asia provocó en la despedida al Pontífice, el pasado domingo, la reunión de más de seis millones de feligreses, en su mayoría jóvenes, quienes en general junto con los niños fueron los más invocados en la atención discursiva del máximo jefe de la Iglesia y constante referencia doctrinal, además de presencial, mientras Francisco estuvo en Filipinas. Ese encuentro multitudinario de despedida se produjo en el emblemático Parque Rizal de la metrópolis asiática. Filipinas es un país que tiene una población de cien millones de habitantes y Manila concentra más de 12 millones. Esto significa que alrededor de un siete por ciento de todos los filipinos estuvieron presentes en el adiós a Francisco. En tanto, se estima que unos tres millones de habitantes del país siguen teniendo al español como lengua básica o segunda de uso.

En la información que al respecto proporcionó la Iglesia hubo una innecesaria comparación con la visita previa de Juan Pablo II, en 1995, quien tuvo durante su estadía una concentración similar a esta pero de menor presencia numérica, cercana para entonces a los cinco millones de asistentes. En tiempos de brillo del espectáculo estadístico y mediático, esas cuentas alegres no reflejan necesariamente una mayor popularidad ni peso político o espiritual del Papa argentino sino una distancia en tiempos acompañada de menor masa poblacional dentro de esta distancia, aunque también expresa la innegable condición carismática del jerarca sudamericano con la carga agregada que implica el hecho de que todos, los filipinos y el Papa, tienen marcada en su subjetividad la herencia hispana, así muchos de los primeros renieguen de ello. El país asiático es de ancestro malayo, pero con más de tres siglos de vínculo con Occidente a través de España y lo que hoy es América Latina, puesto que la colonización se hizo desde México con nexo directo por el Pacífico hasta 1821, en tanto que Jorge Bergoglio es un hombre que nació en Buenos Aires y su ascendencia es italiana.

El Pontífice, durante una de las primeras concentraciones públicas en Manila, en el inicio de su llegada, dejó de hablar en inglés aludiendo a una presunta pobreza personal para el manejo de la expresión sajona y comenzó a improvisar en español. Pero debe recordarse que en la etapa previa de su gira asiática, en su paso por Sri Lanka, hizo todas sus alocuciones públicas y coloquiales en inglés. Lo mismo ocurrió durante su visita a Corea, el año pasado. También pudo acudir al italiano, que maneja muy bien, en la emergencia de un eventual giro limitado con la lengua inglesa, pero no, prefirió acudir al español que es su herramienta natal de comunicación. Lo sucedido en Filipinas sólo tiene una explicación alterna: Francisco quería hablar en español y tocar la fibra de mixtura en lazos históricos con la memoria colectiva filipina. Debe recordarse que la mayor parte de las miríadas de lenguas locales en las islas tiene vocablos hispanos, en porcentaje variable. El tagalo, que es el idioma oficial del país junto con el inglés, tiene un 20 por ciento de palabras españolas y el chavacano de Zamboanga al sur del país tiene más de un 80 por ciento de términos hispanos.


En ese plano, el Papa sabía que al usar el español se acercaría a esa memoria presente en el inconsciente colectivo de aquel pueblo asiático, pero que la colonización de los Estados Unidos, entre 1989 y 1946, pretendió arrancar con bastante éxito y la ayuda importante de un sector de la clase dirigente filipina, que incluye a la misma Iglesia. Entre ellos, la expresidenta doña Corazón Aquino, madre del hoy presidente Benigno Aquino, anfitrión de Francisco en la ocasión. La señora Aquino borró de la educación del país la obligatoriedad en la enseñanza del español y pretendió sellar cualquier posibilidad de reencuentro con la herencia, en 1987, eliminando del ordenamiento constitucional cualquier referencia a la oficialidad de la lengua con la que Filipinas se organizó como país desde el inicio de su historia. Un trabajo de vaciamiento institucional que había iniciado Ferdinando Marcos, a comienzos de los años 70 del siglo anterior.

Filipinas selló así una puerta a la universalidad y ahondó la fractura cultural que iniciaron los Estados Unidos, cerrando los ojos al origen de su independencia en lucha contra España, a fines del siglo XIX, cuyos próceres fundadores con José Rizal y Emilio Aguinaldo a la cabeza, no desconocieron el legado de la Madre Patria pues su primera constitución, la de Malolos en 1898, fue escrita en español. En el año 2008, la expresidenta Gloria Macapagal Arroyo comenzó un lento retorno e intención de enmienda del referido y brutal desgarramiento histórico con vaciamiento cultural. Es por eso que en la actualidad avanza de manera tímida una reinserción, todavía opcional, de la enseñanza de la lengua española en el pénsum de educación intermedia del país. Esto se hace con la ayuda de Agencia Española de Cooperación y el Instituto Cervantes, al punto de que por estos días unos 9 mil jóvenes filipinos reciben formación en español en diferentes centros educativos, no solo de Manila sino también en otras ciudades del extenso estado insular.

El patetismo de la indicada fractura hizo que en las calles de Manila se viesen carteles y se escuchasen expresiones de saludo aludiendo al Papa como “Francis”, cuando el Pontífice eligió como nombre “Francisco” y no su versión inglesa, como tampoco la italiana “Francesco”. Hay muchos franciscos en Filipinas que siguen en grafía y expresión verbal, la secuencia cultural de sus antecesores hispanos. De igual manera, el arzobispo de Manila lleva por nombre Luis Antonio Tagle y no una versión banalizada de su patronímico, en forzada traducción a otra lengua impuesta con violencia en el origen. Esto último sin olvidar que los nombres, en verdad, no deben traducirse precisamente por razón de patronimia. El Papa en el mensaje ecuménico de su visita a Filipinas creó un espacio masivo para dejar la impronta subrayada de que el español es también una lengua universal, aunque algunos hayan pretendido olvidarlo a lo largo de estos últimos 70 años. Tal como en el mismo lapso se ha silenciado el holocausto ocurrido en una Manila, ocupada por los japoneses y disputada por los norteamericanos, con el espeluznante saldo de cien mil civiles filipinos muertos cuya base lingüística era el idioma español (aresprensa).

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