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segunda-feira, 6 de abril de 2015

LA LENGUA VIVA


 Emponderar los imponderables

Resulta común la voz imponderable para indicar lo que no se puede prever o calcular. Es también lo que excede a toda ponderación o alabanza. Pero ahora se nos ha colado una palabra afín, que nada tiene que ver con ponderar. Es emponderar y sus derivados. Procede del inglés, claro está, que es la lengua del imperio hodierno. Uno se puede resistir a esa invasión léxica, pero no debe desconocerla.
A Gloria Andrés le suena mal emponderar, a la que considera una especie de palabrota. En su lugar encuentra variaciones castizas, como fortalecer,animarfacultarSin embargo, no es lo mismo. Realmente no tenemos palabra en español para la acción de conceder poder, prerrogativas o capacidad de influir a ciertos grupos hasta entonces desacreditados. El caso típico es el de las mujeres en nuestra sociedad. Podrían ser también los inmigrantes extranjeros o los discapacitados. Un caso contrastado es la enorme influencia que han conseguido en la Unión Europea los grupos de presión que producen alimentos. La prueba es que la Unión Europea mantiene ayudas continuas y millonarias para los agricultores, ganaderos y pescadores. El argumento es que tales grupos constituyen la esencia de la nacionalidad de cada país. Tal axioma irracional se traduce en dinero, en aranceles favorables. Aun así, tales grupos se mantienen con un lamento continuo, que se traduce en nuevas concesiones. Representa una buena táctica.
Agustín Fuentes me ilustra que el emponderamiento empezó en las empresas para lograr que los trabajadores desarrollaran sus habilidades y las aplicaran al trabajo. Lo cual le parece a don Agustín "una estupidez".Simplemente se trataba de una moda, proveniente de los manuales de organización industrial. Pero ahora se ha hecho general. Es una de esas palabras que dan lustre a quien las emite. Emponderar a alguien equivale a reconocer que su actual situación es injusta.
Francisco Moreno Doncel comenta que emponderamiento (enpowerment)se podría traducir mejor por apoderamientoEn efecto, en el castellano clásico equivalía a dar poder a una persona en términos jurídicos, pero ahora la acción se extiende a todo un grupo, un colectivo. Cuando los grupos feministas hablan de emponderamiento ni por asomo quieren que se les regale poder. Esa acción la consideran paternalista. Lo suyo es hacerse con el poder que teóricamente les corresponde. Por tanto, no se apoderan o arrebatan de algo que no les pertenece moralmente. Se trata más bien de delimitar los esquemas del poder de otra manera, dando paso a grupos hasta ahora desasistidos, marginados.
Reconozco que no me gusta mucho la voz emponderamiento, acaso por lo larga que resulta y de difícil pronunciación. Pero se va imponiendo en una sociedad que camina hacia estructuras democráticas cada vez más exigentes. El axioma es: a nuevas realidades, nuevas palabras.
Ya de paso, don Francisco me reprocha que yo use la voz urbanícola, en lugar de urbanita, que ahora tanto se repite, para describir al habitante de la ciudad por contraposición al del campo. Pero urbanita me parece una mala traducción del inglés. En latín colere significa "habitar". Siempre será mejor acudir al latín primordial que al inglés para adoptar nuevos vocablos. Propiamente tendríamos que decir ciudadano, pero en nuestra democracia lo es también el habitante del campo. La idea es que el morador de un ambiente urbano (una urbe) manifiesta un modo de vida particular, alejado del que reside en los pueblos. Es una observación de sentido común, que luego se verifica con muchos datos.

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