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quinta-feira, 29 de setembro de 2016

LITERATURA


Sin traductores, 

¿qué seríamos?

Un fragmento del 'Pentecostés', de El Greco.
El oficio de la literatura y los idiomas toma relevancia en la Semana Europea de los Idiomas.

Aunque son los invisibles de la cadena editorial, los traductores no podían estar ausentes del Día Europeo de las Lenguas (en realidad, la Semana, debido al éxito de las jornadas anteriores de estos encuentros culturales europeos). La traducción es una cuestión de la que se habla poco en los medios, pero tiene, sin embargo, mucho interés. Hace unos años, Ismail Kadaré llamaba la atención sobre el hecho de que los primeros versos de la Ilíada estén mal traducidos en todos los idiomas. De la famosa frase "Canta, oh diosa, la cólera de Aquiles, el hijo de Peleo" sólo se ha mantenido correctamente el nombre de Aquiles, decía Kadaré: no es canta sino cuenta; es hada o poetisa en vez de diosa; no es cólera sino manía u obsesión, y no es hijo sino descendiente o miembro del clan.
La obra más famosa de Kafka hace unos años que se llama La transformación. Y qué decir de Shakespeare: lo que en una vieja traducción era "a qué viles usos podemos descender, Horacio", más recientemente es "funestos destinos nos aguardan". En cuanto al casi canónico "ser o no ser", alguna vez se vertió como "existir o no existir". Problemas, sí, los que se quieran, pero sin los traductores nuestro mundo sería más silencioso y más pobre, como dijo Isabelle Marc, coordinadora de la mesa redonda que se celebró ayer en el Instituto Cervantes con traductores europeos de varios idiomas.
Goedele de Sterck recordó lo que dijo Umberto Eco, que la traducción es la lengua de Europa. Y se refirió a algo en lo que insistieron también algunos de sus compañeros de mesa, que el traductor, con un pie en cada de los mundos en que trabaja (el idioma original y el de llegada), está obligado a una serie de equilibrios, así como a tener empatía tanto con el autor que traduce como con los lectorespara los que trabaja. Señaló algo obvio, pero en lo que quizá no se piensa: la inmensa mayoría de los lectores, los que no acceden al idioma original, no leen a Proust o a Kafka, sino a sus traductores.
Por otra parte, al trasladar una lengua se traslada toda una cultura, una forma de vida, advirtió Kepa Uharte, traductor del checo al catalán y al español. "Cada palabra exige meterse en ella a fondo, comprobar porqué está ahí". Y siempre hay otra opción posible para cada frase, "ese es el riesgo que hace entretenida la traducción". Yvonne Mester, traductora del español al húngaro (de Javier Marías, por ejemplo), afirmó que no hay antagonismos irreconciliables entre las lenguas y llamó la atención sobre el hecho de que apenas existe crítica de las traducciones.
Para la venezolana Carmen Leonor Ferro, de formación científica, la traducción de poesía a la que se dedica le parece un ejercicio matemático en el que todo debe cuadrar, un ejercicio especialmente difícil cuando se trata de autores, como Ungaretti, a los que no se les puede cambiar nada del original. Habló también del peligro que encierran algunas palabras que son casi iguales pero implican algo distinto en lenguas muy cercanas, hospitalarias, como pueden ser el español y el italiano.
Todas las cuestiones expuestas componen lo que Miguel Sáenz, uno de los grandes traductores españoles (y, lo que es más raro, reconocido) llamó servidumbre y grandeza de la traducción cuando ingresó en la Real Academia. Si a Goethe, como recordó precisamente entonces Miguel Sáenz, la traducción le parecía una de las ocupaciones más importantes y más dignas del intercambio mundial, para Kadaré forma parte de la vida humana. La Teoría de la traducción ya es una asignatura universitaria desde hace tiempo, con avalistas tan ilustres como George Steiner, y alguien como Javier Marías considera una de sus mejores obras la traducción que hizo del Tristram Shandy.

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