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segunda-feira, 5 de março de 2018

EL IDIOMA DE LOS ARGENTINOS

Apuntes sobre el lenguaje de los argentinos

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/215937-apuntes-sobre-el-lenguaje-de-los-argentinos

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El ingenio popular ha cristalizado a menudo en frases anónimas que enriquecen el habla de un país. Esas creaciones lingüísticas terminan por formar parte del acervo de una lengua y se repiten mecánicamente hasta que casi no se repara en su significado. Para quien sabe escucharlas, revelan algunos de los rasgos esenciales de un pueblo
8 de noviembre de 2000 - 
Hace quince años, el escritor boliviano Néstor Taboada Terán me hizo una entrevista para un diario de su país. En mitad de la conversación, deslicé la frase "Eso es más malo que pegarle a la madre". Primero me miró con estupor, después se rió a carcajadas y después, mucho después, me mandó por correo un ejemplar del diario donde estaba la nota, encabezada con grandes titulares catástrofe que decían: "Es más malo que pegarle a la madre".
Ese dicho que para nosotros los argentinos es moneda corriente era desconocido en otro país, y si realmente algo es malo, atroz y deleznable es justamente pegarle a la madre.
Muchas veces, la repetición y el uso, la frecuencia y el abuso hacen desaparecer el significado literal de expresiones que se cristalizan en el habla; repetimos la frase mecánicamente sin reparar en la magnífica creación popular que ha rescatado el magnífico esplendor de la lengua. Comparaciones como "más bruto que un par de botas", "serio como perro en bote", "refaloso como teléfono de carnicero" o "más flaco que piojo de peluca" tienen una belleza lingüística tan eficaz que llegan a lo poético.
Pero si es cierto que en América latina compartimos el mismo idioma, en el habla coloquial una misma palabra no tiene el mismo significado. Estando en Chile, en un congreso de literatura, para llenar los huecos de la conversación, le dije a una señora: -Así que vos tenés chicos.
-Oh, sí -me dijo, toda sonriente, toda contenta-, tengo dos lolas muy grandes.
-Pues nunca lo digas en Buenos Aires -le expliqué. Y le expliqué también qué significan las lolas en el lenguaje de Buenos Aires. Sucede que, en Chile, lolas son las adolescentes. Viene de Lolita , la célebre novela de Vladimir Nabokov.
La justeza verbal de ciertos dichos populares los convierte en creaciones inolvidables. En Entre Ríos, se dice: "Uno tras otro, como trompada de loco" y, cuando alguien no tiene arreglo, "Al pedo llora la madre cuando el hijo es calavera". Cerca de Villaguay, oí decir: "No soy monedita de oro pa´ gustarle a todo el mundo". Y en el Chaco, una advertencia que, para mí, resume la quintaesencia de toda descalificación. Alguien pretendía a una muchacha y la madre de él, no la de la muchacha, le dijo: "Apartáte, m´hijo, no es maíz pa´ tu locro".
El último invierno, en medio de una tormenta indescriptible, munidos de salvavidas de corcho, atravesamos el río Iguazú para llegar a la Garganta del Diablo. El ruido incesante de las cataratas, los relámpagos, el furor del agua, la lluvia torrencial, me hicieron recordar uno de los grabados de Gustavo Doré que ilustran La divina comedia . El botecito de aluminio se inclinaba en vaivén casi hasta tocar el agua. Entonces, al mirar las caras de los demás pasajeros, comprendí de inmediato el dicho: "Más serio que perro en bote".
La gente sencilla tiene, a veces, reflexiones sorprendentes. Una tarde presencié un hecho que relaté en mi libro Anticonferencias . Había ido a visitar a un amigo al Hospital Rivadavia. Había un señor con un piyamita azul dando vueltas por la sala. Alguien preguntó la hora. Uno dijo las cinco y diez, otro las cinco y cinco, otro las cinco menos diez. El señor del piyamita dijo: "Señores, disculpen, son las cinco. Lo acabo de oír en la radio. Ahora, como mi radio es muy ordinaria...".
A través del tiempo, los cambios que se han ido produciendo en nuestro lenguaje coloquial marcan el cambio de nuestras costumbres. De alguna manera, la historia del cambio de nuestras costumbres es la historia del cambio de nuestra lengua coloquial.
Hoy en día, la palabra promoción queda reducida a promo y la paz interior, tan difícil de lograr, se apocopa en tranqui . Los padres son pa ma y todo está rebién .
Pero no solamente la forma, sino el sentido de las palabras fue cambiando. Para nuestros abuelos, expresiones como "debemos consensuar ", "proviene del riñón del menemismo ", "objeto bizarro ", "el referente " o "el imaginario colectivo" serían una fuente de perplejidad, porque, para nuestros abuelos, bizarros eran los granaderos, que cruzaron el Ande colosal, y los colectivos no eran imaginarios , eran un invento argentino que surcaba las calles de la ciudad desde 1928.
Por el contrario, las frases "Es un piojo resucitado ", "eso está escrito a la que te criaste" o "¡Hijo! ¡Qué me has traído a casa! ¿Una milonguita ?", sonarían raras a los oídos de los jóvenes rockeros.
Hacia los cuarenta, la supremacía del tango era evidente. Más o menos por esos años, había una confitería o bar danzante que se llamaba Marzotto. Qué pensaría la juventud de hoy al ver y oír la siguiente propaganda: -¿Adónde va, don Otto?
-A Marzotto.

De cada pueblo un paisano

"¿Hablo yo o pasa un tranvía?Así se decía antes, cuando alguien intentaba ser escuchado. En general, era el padre que golpeaba sobre la mesa, a la hora del almuerzo.
Hubo una época en que la vida de un porteño estaba signada por el tranvía. Cuando era niño, papá y mamá le cantaban: "Talán, talán, pasa el tranvía por Tucumán". De adolescente, le gritaban: "Dejá la puerta abierta, nomás, ¿naciste en un tranvía vos?" Y de adulto, siempre había alguien que, melancólica y poéticamente, le decía: "A los 20 años, cualquier tranvía te deja en la puerta".
Los cimbronazos que en nuestro país fue soportando el valor del dinero tuvieron su correlato en el habla popular. Las distintas denominaciones fueron del mítico patacón hasta el inasible palo verde . El papel moneda tuvo cocineros canarios fragatas y fue pasando de la Libertad con gorro frigio a la Justicia con la balanza en la mano pero sin venda en los ojos. Como ocurrió con aquel famoso billete de un peso: la Justicia no tenía venda en los ojos y miraba fijo hacia algún lado.
La crisis del 30, el desmesurado aumento de la pobreza, la carencia y la imposibilidad de renovar, por ejemplo, la vajilla o la vestimenta se hicieron sentir en el lenguaje. El ingenio popular había creado un dicho: "De cada pueblo un paisano". "De cada pueblo un paisano" aludía al rejunte : una heterogénea vajilla desportillada o una vestimenta compuesta de un saco sport, un pantalón de un ambo y un chaleco de un terno; todos, por supuesto, de distintos colores.
De mi niñez en Entre Ríos recuerdo un dicho extraño: "Agarrá grande y andáte lejos". De chico no lo entendía muy bien hasta que, muchos años después, en Buenos Aires, conocí a un entrerriano singular, el doctor Francisco Belgeri, quien me regaló un diccionario gauchesco de su autoría, que tenía la particularidad de estar escrito en verso. Es hasta ahora el único diccionario en verso que conozco.
El me explicó el significado de este dicho que a mí me sigue pareciendo misterioso, casi metafísico: "Agarrá grande y andáte lejos". La cosa viene de los asados en las estancias. El gaucho entrerriano es de una profunda delicadeza y no le gusta que lo vean comer. Sobre todo si está en la estancia del patrón.
También me relató este diálogo que oyó en un baile en Gualeguaychú. Un paisano atraviesa el piso de tierra apisonada y regada, se acerca a la chica y le dice: -¿Quiere valsear?
-Disculpe, joven, pero estoy tan sudada.

Fósforos y cerillas

En la escuela primaria, debíamos pronunciar la elle cuando decíamos lluvia , y en todas las canciones patrióticas. Y además debíamos decir cerillas y no fósforos, colilla y no pucho . Debíamos aprender que la anarquía del año veinte estaba llena de guerras intestinas , y que el estómago tiene forma de gaita gallega . Había que decir niño , nunca chico y menos pibe .
En sexto grado, tuvimos un maestro que nos había enseñado que el francés era el idioma de la diplomacia y que por eso primaba. Nos quedó lo de primaba . Era cierto. Las madres solían decir "Qué tanto rendez-vous !" o "Se hizo solo, sin réclame " (esto quería decir bajo perfil). Todos los zapatos eran beige, las faldas tenían plissé-soleil , y mis cinco hermanas se hacían la croquignole .
Ese mismo maestro nos había enseñado que no debíamos decir fútbol sino balompié . Esta expresión nos causaba gracia y por eso nosotros seguíamos diciendo fútbol , o fulbo, y si nos queríamos hacer los cultos, fóbal . Decir fulbo era de ordinarios, pero decir fóbal era de finos.
Lo que hoy es el zaguero se llamaba antes fullback , pero para nosotros era el fulbá . Y como había dos, eran los dos fulbás . Lo único más o menos parecido al inglés era el centroforward . Y el off-side , lo que hoy denominamos "posición adelantada", era para nosotros el orsái . Esa palabra eterna que Homero Manzi hizo inmortal en las estrofas del tango: "Si el alma está en orsái , che bandoneón". Esta palabra orsái quedó y quedará en el habla natural de Buenos Aires. Quiere decir que uno está descolocado, fuera de lugar, y a veces para siempre.

Prometeo y Gardel

Dos países pueden tener más similitudes lingüísticas que dos provincias de un mismo país. Los porteños tenemos más semejanzas con los uruguayos de Montevideo que con los jujeños. Un río nos separa. Pero yo recuerdo otro río, el de mi infancia. El río Uruguay, que separa Concordia de la ciudad de Salto, donde nació Horacio Quiroga. El lenguaje de las dos ciudades era prácticamente igual: llamábamos caldera a la pava del mate, y los chicos eran gurí y gurisa .
Pero esta similitud de lenguaje tenía su base económica. Recuerdo hoy, como si la estuviera viendo, a mi hermana María, golpeando desaforadamente la cáscara de huevo. Después de los primeros golpes a la cáscara sobre la mesada de la cocina, le daba con el mortero, dale que dale. No sé cuánto calcio podría extraer de la cáscara de huevo, ni con qué la diluía, pero sí sé que había que tomarlo, había que beber ese brebaje porque, como ella decía, "fortifica los huesos".
Mientras le daba al mortero, mi hermana escuchaba Radio Salto. Bien tempranito, se hablaba de la temperatura y se pasaba el informativo. Pero a María lo que más le interesaba era los precios de "las propagandas". Al mismo tiempo, otras mujeres de Salto, no sé si moliendo en el mortero cáscaras de huevo o no, escuchaban con el mismo fervor Radio Concordia. De acuerdo con los precios, la gente se tomaba la lanchita y en veinte minutos cruzaba el río. Los de Salto compraban en Concordia y los de Concordia compraban en Salto.
Carne o fideos, tobralco o percal, saldos de percalina, dulce de leche, en fin, todo lo vendible y lo comprable. Hubo algún pícaro en Concordia que traía desde Salto rollos de papel higiénico. Esto no tendría nada de particular, tampoco nada de malo, salvo que, dentro del canuto de los rollos de papel higiénico, venían ocultos los relojes pulsera de contrabando. Pero ésa es otra historia.
Los dichos provincianos tienen una precisión sutil. En el campo, yo tenía un pariente que tenía un defecto, un tic, el defecto de parpadear, parpadeaba constantemente: lo llamaban letrero luminoso . El porteño, en cambio, a semejanza de aquellos maestros orientales, aquellos que se llaman maestros de una sola palabra, tiene un gran poder de síntesis: llama a Gardel el Mudo , y a Uriburu ocho y veinte, por los bigotes, por la inclinación del ángulo de los bigotes, que marcaba las ocho y veinte .
Mi cuñado el agrimensor, casado con mi hermana Paulina, hablaba siempre de un jefe de Vialidad a quien llamaban Prometeo . Y lo llamaban Prometeo porque siempre andaba prometiendo aumentos, traslados y viáticos y nunca cumplía.
"Andá a cantarle a Gardel" abre, en pocas palabras, un mundo de significaciones: puede significar indistintamente "es inútil que reclames", o "no te pases de vivo", o "no te quiero ver más", o "me revienta tu presencia".
De esta multiplicidad de significados que tiene el despojado idioma de los argentinos, hecho de sustracciones y sugerencias, se ha nutrido Borges. En la escritura de Borges se perciben claramente la rígida sentencia del criollo: "Alto lo veo y cabal/ con el alma comedida", y la elegancia de las frases que tienen el ritmo del tango: "El tango hacía su voluntad con nosotros y nos arreaba y nos perdía y nos ordenaba y nos volvía a encontrar".
Otro recurso natural y habitual en nuestra lengua cotidiana es la ironía. Años atrás, más o menos a la altura del aeroparque Jorge Newbery, había una playa. Una playa que era un desastre. Tenía dos palmeras raquíticas, un puesto de sándwiches de chorizo todo grasiento, baños innombrables, casillas indescriptibles. Las hermosas muchachas en biquini tenían que caminar cautelosamente por la arena plagada de botellas rotas. Esa playa era conocida en Buenos Aires con el nombre de Saint Tropez .

Mina que fue en otros tiempos

"Soy una mina profesional", me dijo una señora muy compuesta, aludiendo a su condición de abogada. "¡Cómo cambian los tiempos!", pensé. "Pensar que antes la palabra mina no se pronunciaba delante de la madre."
Recuerdo que después de la guerra, por los años cincuenta, comenzó a llegar una inmigración distinta. Hombres solos (algunos se inventaban una profesión, como los llamados ingenieri desarmistas ), que ansiaban hacer fortuna, traer rápido a la novia de allá y casarse acá. Llenos de nostalgia, mostraban la foto de la chica que los esperaba. Fue así como se acuñó el dicho, un dicho de rara perfección y terrible sabiduría: "¿Qué hacemos con la foto si la mina está en Italia?" Se usaba para zanjar discusiones inútiles y ahuyentar a cualquier teórico.
Ahora nos enteramos por la radio de que el queso sufrió una ponderación del 5 por ciento. Antes, los economistas no se metían con esta palabra. Antes ponderar era hablar bien de alguien. Yo recuerdo a mi madre y a mis cinco hermanas (cuando eran solteras), y mi madre las ponderaba delante de los candidatos: -Sírvase, joven, esta torta la hizo la nena.
En realidad, la torta había sido comprada por mí en la panadería y confitería El Cañón de Villa Urquiza. Había también una propaganda: Toda ponderación es poca.
Tome sidra Carioca.
Nuestra historia de los últimos años es la historia de nuestras frustraciones. Poco a poco se fue gestando una desconfianza básica y nació entonces la palabra que mejor representa a la época actual: trucho . Todo es trucho : el fiscal es trucho , el abogado es trucho , el médico es trucho , el diputado es trucho .
La palabra trucho nos hace dudar de la realidad; nos hace sospechar que la realidad no existe, que es un juego de representaciones, espejismos que se inventan para ocultar el delito, malabares del dolo. La palabra trucho señala la irrealidad de nuestra realidad.
Pero creo que una cosa es el uso natural del lenguaje, y otra cosa es el uso forzado. Cuenta Borges que había una época en que la moda era usar el lunfardo y los críticos de aquella época le enrostraban a Roberto Arlt el hecho de que no usase suficientes términos lunfardos en su obra. "Sabe lo que pasa", le dijo Arlt a un periodista. "Sabe lo que pasa, yo me crié en Villa Luro, entre malevos, y no tuve tiempo de estudiar esas cosas."
Esta lúcida respuesta de Roberto Arlt es todo un símbolo. Nos muestra y nos demuestra que el lenguaje popular no tolera artificios ni imposiciones. Hace su propia vida.
Como todo lo que está vivo, el lenguaje coloquial crece, se desarrolla y después muere. Ya nadie dice tiquismiquis botarate biógrafo pajarón , quedan algunos otarios y hay quien pronuncia grip en lugar de gripe .
Nuestro lenguaje coloquial implica una ejercitación poética constante que, de alguna manera, nos rescata de la angustia cotidiana. Busca la salvación por el humor y como toda creación conjura el fracaso. Nos hace pensar que quizá Borges tenga razón: 
"La esperanza nunca es vana".

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